miércoles, 22 de diciembre de 2010

Federica, Alfredo, el Amor y el miedo

Las lágrimas le recorrían las mejillas, siguiendo el mismo camino que su esperanza y justo el inverso que su dolor. Tenía la mirada perdida a través de la ventana y la lluvía ayudaba a que estuviese todavía más desenfocada. No quería pensar más, no quería vivir más, se sentía tan sola, desolada sería la palabra.

Su futuro se presentaba tan oscuro como el día, un día que parecía haberse sintonizado con ella, como si el Universo quisiera acompañarla en esos momentos tan difíciles.
No podía creer las palabras de Alfredo, que todavía resonaban en lo más profundo de ella, sus palabras de perdón, sus palabras de no lo volveré a hacer, sus palabras expandiéndose como puñales en todas direcciones, el alcohol que le hacía perder la cabeza, sus amigas envidiosas y frívolas, el estrés del trabajo por la crisis, las exigencias permanentes de ella imposibles de cumplir... para todos y todo había una dosis de veneno menos para si mismo, él sólo parecía culpable de quererla.
Hasta ahora había habido veces que se había portado mal, que la había abandonado, insultado o la había hecho callar, en todas esas ocasiones le había provocado mucho dolor, pero esta vez había sentido verdadero miedo.

"Miedo... ¿Cómo podía estar relacionado el Amor con el miedo? ¿Cómo podía hacerle sentir miedo a la vez que le decía "te quiero"? ¡No podía ser!". Los pensamientos se agolpaban en su cabeza como surgidos entre las gotas de agua que el cielo lanzaba con furia sobre la tierra, pero ahora esos pensamientos le estaban provocando más rabia que tristeza.
No lo iba a soportar más, no podía creer como aquella persona amable que tanto se preocupaba por ella, que no la dejaba sola ni un instante, que vivía para ella se había transformado en esta persona egoísta, que no la escuchaba, no la miraba, la despreciaba... pero daban igual los motivos, las razones o las excusas, ¡no lo iba a soportar más!

De repente un rayo surcó el cielo, iluminándolo todo a alrededor, su mente quedó en silencio y el tiempo se paró.
No podía distinguir si había sido su imaginación o una señal del cielo en este tiempo navideño, ¡igual se estaba volviendo loca! como tanto le gustaba gritarle Alfredo últimamente. Allí, en mitad de la lluvía, había visto la cara de Alfredo diciendo "No voy a dejar que te vayas a tu casa sola, no hay más que hablar, te acompaño". Se quedó paralizada, con los ojos bien abiertos, las pupilas dilatadas, su cuerpo en tensión, había oído esas mismas palabras tan sólo hacía un par de horas, las mismas, algo transformadas. "No voy a dejar que te vayas de casa, no hay más que hablar, yo te quiero, no puedes dejarme".
"¡Dios mío!" susurró Federica. En realidad no había habido ninguna transformación, eran las mismas palabras, las del primer día, ese que tanto les gustaba recordar los primeros meses porque sin la insistencia de Alfredo las defensas de Federica hubiesen abortado cualquier posibilidad de relación. "Las mismas que las del primer día..." y las del que acababa de decidir que sería el último.

Daba vértigo ser consciente de lo que se había abierto paso dentro de su cabeza, daba vértigo si, mucho, pero ella no le tenía miedo al vértigo. Y como enlazando una idea con otra descubrió que lo que de verdad le impedía seguir adelante, lo que le impedía ser feliz, no era Alfredo, ni el trabajo, ni su mala suerte, lo que le impedía seguir adelante era solo... su miedo.
Había tenido delante toda la información, Alfredo no la había respetado aquel primer día, ni ninguno, en nombre del Amor, porque la quería, eso decía, pero sólo había atedido a sus propios deseos. Pero en realidad la que no se había respetado era ella misma. No había respetado su deseo de ese primer día, ni sus deseos ahora, ni los deseos que había tenido toda su vida. Tenía tanto miedo a que no la quisieran, a estar sola, que atraía a aquellas personas que simplemente resonaban con ese miedo, igual que nos hacemos amigas de las personas con las que compartimos los mismos valores.
¡Sus relaciones de pareja no se habían basado en el Amor, se habían basado en el Miedo! Una tras otra... en el miedo... en el suyo y en el de los que le habían acompañado en el camino.

Entonces vió clara otra imagen, la de aquel compañero de clase, ese mismo día, diciéndole mientras las palabras obligaban a su cara a deshacer su sonrisa "Nos vamos a cenar, ¿te apetece venir?" y cómo ante su negativa él respondió "Está bien. Espero que descanses y que tengas una bonita noche, te echaremos de menos". Aquel día había pensado que su mirada escondía algo, ahora veía claramente la imagen de los ojos de aquella persona cuyo nombre no recordaba, unos ojos que no conocía, que no sabía que significaban, unos ojos en los que... ¡no había miedo!
¡Esa era la diferencia! por eso había desconfiado de ellos, era una mirada totalmente desconocida para ella, ¡eran unos ojos donde no había miedo!
Y en ese instante Federica entendió que agarrarse a lo conocido, a lo seguro, era una instrucción grabada a fuego en su corazón por el miedo. Y supo, con absoluta certeza, que hoy prefería lo desconocido, lo nuevo, a aquellas miradas que le eran tan familiares. Hoy era el día en el que se despediría, no sólo de Alfredo, sino también de su miedo, un miedo añejo que le había acompañado toda su vida, que protegiéndola se había hecho cada vez más grade, tan grande que había hecho dueño de ella hasta pensar que ella era su miedo.

Y eso le daba vértigo, muchó vértigo, pero ella no le tenía miedo al vértigo. Y al no tener miedo podía enfrentarse a cualquier cosa, y al enfrentarse desaparecía el miedo y el miedo al miedo... y sin el miedo ella sería feliz, con pareja, sin pareja o como fuese, ella sería feliz, merecía ser feliz y ese era un deseo que si se iba a respetar. Porque desde hoy iba a honrarse y respetarse, porque desde hoy iba a simplemente Ser.


Dedicado a las 71 personas que han sido asesinadas en nombre del Amor (miedo) durante el 2010 en España, a su recuerdo y al intento de honrarlas ayudando a que los miedos y autoengaños se superen y la lacra del maltrato desaparezca.
Ante la violencia, Tolerancia cero.

Fotos de Ana Alonso http://www.luzescrita.com

domingo, 5 de diciembre de 2010

Federica y Alfredo

Federica apenas podía contener la angustía ante el vacío y el dolor que sentí en su interior. La insensibilidad del último hombre al que ella había amado profundamente había sido tan insoportable como las veces anteriores en las que le había pasado lo mismo. Pero lo peor no era si quiera el abandono después de mil y un maltratos psicológicos de este último personaje, eso casi era un alivio. Lo peor era su mala suerte. Esa infinita mala suerte que acompañaba a Federica en el amor desde siempre.
Mira que desde el primer hombre que se portó mal con ella se había jurado a sí misma que nadie le haría daño nunca más. Pero no importaba cuanta prevención utilizaba ni cuantas veces le decía que no a los hombres que se le aproximaban, antes o después siempre aparecía uno maravilloso que se desvivia por ella y la cuidaba. Si, la cuidaba, pero sólo hasta que ella bajaba la guardía y empezaba a abrir su corazón, y Federica una vez abría su corazon tenía serías dificultades para cerrarlo, entonces todo se transformaba y la persona maravillosa que la había enamorado se convertía en un ser insensible que no paraba de machacarla, de decirle que no era suficiente, que no hacía nada bien o que algo no funcionaba en ella.

"No podía existir tan mala suerte en el mundo" pensaba Federica, no, lo que ocurría era que todos los hombres eran iguales, que no existía ninguno que mereciese la pena y con el que tener una relación especial, no sabían amar o por lo menos no sabían amar como ella lo hacía, entregándose al cien por cien y respetando lo que los demás deseaban incluso más.

-"Hola"
Federica estaba tan sumida en sus pensamientos que el simple saludo le sobresaltó .-"Hola"- respondió, poniéndose de inmediato a la defensiva ante aquellos ojos tan expresivos que la miraban.
- "Nos vamos a cenar, ¿te apetece venir?"- le propuso uno de sus compañeros, el mismo que el primer día había llegado tarde y cuya entrada en el aula con cara de avergonzado y pidiendo disculpas le había quitado el aliento.
-"No. Prefiero irme a casa y descansar"- contestó Federica cuya promesa de que jamás volverían a hacerle daño estaba demasiado fresca como para dejarse engatusar por aquella mirada fresca que seguramente escondería algo.
-"Esta bien"- respondió el chico algo decepcionado. -"Espero que descanses y que tengas una bonita noche, te echaremos de menos en la cena". Y despidiéndose de ella con un gesto se encaminó hacía donde los demás esperaban.
Federica no se sentía mal por haberse perdido la cena, prefería mil veces irse a casa que meterse nuevamente en un lío que le rompiese el corazón y, muy satisfecha, se encamino hacía la parada de metro que la llevaría a su casa.
-"Espera" oyó gritar detrás. "¿No vienes a la cena?", era Alfredo, otro de los compañeros de clase.
-"No"- respondió Federica- "no me apetece".
-"No irás a ir a casa sola ¿no?".
- "Si, no pasa nada, me apetece estar sola"- respondió Federica.
-"Ni hablar", respondió Alfredo, te acompaño.
-"No te preocupes, en realidad prefiero ir sóla, quiero descansar"- respondió Federica tratando de aparentar algo más de firmeza.
-"No me cuesta nada"- respondió Alfredo poniéndose a su altura. "Y no voy a dejar que vayas a tu casa sola, no hay más que hablar, te acompaño".
Ante la insitencia Federica no le quedo más remedio que ceder y permitir que Alfredo la acompañase. La verdad es que nunca se había fijado en Alfredo, pero por todo lo que contaba sobre sí mismo parecía un chico que tenía las cosas claras y sabía lo que quería.

La relación entre Federica y Alfredo se fue afianzando a base de "acompañamientos" a casa, de sentarse a su lado en clase, de invitarla a un café en los descansos e incluso de ir a buscarla y esperarla en la parada de metro que ella cogía para ir a clase. Y es que Alfredo no es de los que se rendían a la primera, daba igual cuantas veces Federica le decía que no, a él le gustaba ella e iba a hacer todo lo necesario para conquistarla y demostrarle que él podía ser el hombre de su vida.
Federica estaba sorprendida por todo lo que Alfredo hacía por ella, no importaba las veces que ella había sido borde y le había rechazado, él siempre estaba ahí y eso era signo inequívoco de que le importaba de verdad. Quizá por fin había encontrado a un hombre diferente, un hombre que de verdad se interesaba por ella e iba a dar tanto como ella daba cuando se enamoraba y, sin darse cuenta y sin acordarse de su promesa, empezó a abrir su corazón, con lo que todos sabemos que eso significaba...

¿Tendrá Federica razón esta vez? ¿Habrá encontrado por fin al hombre de su vida?

jueves, 25 de noviembre de 2010

Libertad para volar

Fotografía de José Luis Escudero


“Libertad para volar... La humanidad posee dos alas: una es la mujer, la otra el hombre. Hasta que las dos alas no estén igualmente desarrolladas la humanidad no podrá volar”

Estas palabras son extraídas de una presentación de diapositivas que me regaló un gran amigo hace tiempo. Llegaron a mí como agua de mayo días antes de una charla que impartía a más de cien personas funcionarias en prácticas que, obligadas, debían asistir a un ciclo de conferencias entre las que se encontraba la mía.

El tema, la importancia de seguir caminando en busca de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. El reto, sensibilizar sobre una necesidad que provoca inseguridad y miedo a muchas personas y que se manifiesta con argumentos como “ya tenemos las mismas oportunidades”, “qué más queremos/queréis”, “ya está bien de pisotear a los hombres”, “el feminismo es tan malo como el machismo” y un largo etcétera que afortunadamente surge en los debates y que brinda al ponente una gran oportunidad para argumentar y desmontar falsas creencias.

La herencia sociocultural transmitida de generación en generación, a veces, nos limita y pone trabas para alcanzar nuestra libertad para ser y hacer lo que realmente deseamos. Por ello es importante estar predispuestas a los cambios a través del conocimiento de nuevas ideas que nos impregnen y remuevan, que nos hagan reflexionar y podamos desechar libremente si no nos convencen. Pero abrir nuestras mentes, abrir nuestros corazones y estar preparados y preparadas para afrontar cambios no es nada fácil y es comprensible que a muchas personas les genere miedo e inseguridad.

En esta línea os propongo un “pequeño” reto (seguro muchos y muchas ya lo habréis superado): No utilizar más la palabra feminismo como antónimo de machismo.

Para ayudaros a reflexionar y a valorar si os interesa, os remito al diccionario de la Real Academia Española (RAE) que nos define ambos conceptos del siguiente modo:

Feminismo: 1. m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. 2. m. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.

Machismo: Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.

Aunque todavía no está recogido en la RAE existe una palabra cada vez más utilizada en determinados ámbitos de nuestra sociedad y que sería considerada antónimo de machismo, se trata de hembrismo y con ella se pretende desterrar las connotaciones negativas que todavía hoy siguen acompañando al feminismo. El feminismo es un movimiento político, cultural y económico que surgió a finales del siglo XIX llevado a cabo por mujeres y también por hombres gracias a los cuales hoy nosotras podemos, por ejemplo, votar y ser votadas, podemos acceder libremente a la universidad, podemos pasear, viajar o comprar un frigorífico sin permiso de un hombre.

Pensad en vuestras hijas, amigas, madres, vecinas, tías, abuelas, pensad en vosotras. Si hubiéramos nacido hace unos cien años y hubiésemos deseado cursar estudios universitarios en España, en principio, no hubiésemos podido hacerlo. El acceso a la universidad estaba reservado solo para los hombres. El 8 de marzo de 1910 una Real Orden autorizó el acceso de las mujeres que, hasta el momento, solo habían podido asistir con unas condiciones: tenían que conseguir una autorización especial del consejo de ministros, debían ir acompañadas por un familiar y eran sentadas junto al profesor. Sorprende ¿verdad? Pues no hace tanto de aquello.

Así que estamos de celebración, 100 años se han cumplido en nuestro 2010 y no sería justo terminar sin citar a la escritora española Concepción Arenal que en 1841, contra la voluntad de su madre, comenzó a acudir como oyente a la Facultad de Derecho de Madrid disfrazada de hombre y que nos regaló, entre libros de poesías y ensayos, algunas frases célebres como éstas:

Abrid escuelas y se cerrarán cárceles.

El amor es para el niño lo que el sol para las flores; no le basta el pan: necesita caricias para ser bueno y fuerte.

Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican.

Me despido insistiendo en la necesidad de darnos permiso para cuestionar lo aprendido y afianzarlo o desterrarlo tras reflexiones que nos conduzcan a una sociedad más libre en la que todas las personas independientemente del sexo con el que nazcan tengan los mismos derechos y oportunidades. Solo de este modo, eliminando los límites externos (que ya bastante tenemos con los que nos imponemos las propias personas a nosotras mismas) podremos desplegar nuestras hermosas alas, mirar atrás para coger impulso y juntas volar, volar, volar.

Estefanía L. Escudero

lunes, 18 de octubre de 2010

Papás y mamás


56 mujeres han sido asesinadas en 2010 por sus parejas... demasiadas.

Bueno, demasiadas sería 1. Cincuenta y seis vidas me dejan sin palabras.
Donde no nos tenemos que quedar sin palabras es a la hora de denunciar todos y cada uno de los actos de violencia que percibamos. Los maltratadores se esconden en la vergüenza de las maltratadas, en el mirar para otro lado de amigos y vecinos, para seguir justificando su miedo a través del control y la violencia. Pero si cerramos los ojos... ¿qué estamos enseñando a nuestros hijos? El otro día Toñi, encargada con Sylvia de la atención a niños/as y adolescentes, me decía "estoy alucinando con la cantidad de niñas jóvenes que están sufriendo agresiones por sus parejas".
Parar esto es misión de todos, ante la violencia, tolerancia cero.
La violencia, los celos, las limitaciones, los controles, no son amor, es miedo, y superar nuestros miedos es responsabilidad de cada uno de nosotros. Ayudar a los maltratadores a que asuman sus miedos y no los escondan en la agresión a sus parejas es responsabilidad de todos, no nos cayemos, por favor, una vida es mucho... cincuenta y seis... sin contar las que no mueren pero que viven cada día llenas de miedo, de dolor, de angustía... cada vez que te pilles siendo violento/a (de una u otra manera) no te justifiques, es miedo. Supera tus miedos, expándete, no te defiendas, crece...

El Amor es desear lo mejor para la otra persona aunque a mi no me venga bien, respetar sus decisiones aunque contradigan las mías, escuchar lo que no quiero oír tanto como lo que me halaga y si decido que no es lo mejor para mi dejar que la otra persona siga su camino para darnos la posibilidad de encontrar lo que cada uno deseamos. Intentar cambiar al otro contra su voluntad, chantajear, presionar, insultar, pegar, mentir... para conseguir lo que nosotros deseamos no es Amor, es Miedo.
Aprendamos a vivir en el Amor, traspasemos nuestros miedos.

Para ver este video y otros visitar la página de sus autores en: http://saladeproyeccion.blogspot.com/2006/05/paps-y-mams-daddies-mummies-2005.html

miércoles, 6 de octubre de 2010

Yo elijo, agradecimiento y conclusión.

Queríamos agradeceros profundamente vuestras ideas en el post anterior porque nos consta que esas elecciones que cada uno habéis hecho y compartido han servido de inspiración a los demás. Confiamos en tener ahora la fuerza para mantener nuestros compromisos y seguir caminando por ese camino elegido porque, aunque sabemos que es mucho más difícil elegir que dejar que los demás elijan por ti, sin duda ese esfuerzo redundará en nuestra libertad personal y nuestra felicidad.

Queremos cerrar esta idea con las palabras de una gran maestra, Virginia Satir, cuyas investigaciones en el campo de la terapia familiar dejaron una huella muy profunda en nosotros como terapeutas que compartimos que "una familia que estimula y aprecia las diferencias individuales, tolera los errores, donde la comunicación es abierta y las reglas de convivencia son flexibles, forma mujeres y hombres plenos".

"En todo el Universo, no hay otra persona exactamente igual que tú. Yo soy yo, y todo lo que soy es único. Soy responsable de mí misma, tengo todo lo que me hace falta aquí y ahora para vivir plenamente. Puedo escoger manifestar lo mejor de mí misma, puedo escoger amar, ser competente, encontrarle un sentido a la vida y un orden al Universo, puedo escoger desarrollarme, crecer y vivir en armonía conmigo misma, con el resto de las personas y con Dios. Soy digna para ser aceptada y amada exactamente como soy, aquí y ahora. Me amo y me acepto, decido vivir plenamente desde hoy."
Virginia Satir

lunes, 13 de septiembre de 2010

Yo elijo...


Hoy os vamos a pedir una cosa, un pequeño esfuerzo.
Os pedimos que con vuestras palabras nos ayudéis a recordar que tenemos la libertad para elegir como vivir nuestras vidas, que no podemos elegir que harán los demás pero cada día podemos elegir que hacer nosotros y que podemos vivir según nuestros valores.

Os pedimos que nos inspiréis con vuestras palabras, no es fácil, consiste en completar la frase "Yo elijo..." para que el abanico de elecciones de cada día crezca ayudados por la creatividad y la reflexión de todos y todas.

Sin juicios, sin pensar si es bueno o malo, tan sólo con la generosidad de compartir y el compromiso de cumplir lo elegido.

Recordad, por favor, sólo una frase por comentario.

Muchas gracias. Namasté. Yo elijo...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Namasté



Hace un par de años, inundado por primera vez por la magia de Nepal una palabra me conquistó especialmente, parecía una palabra simple, parecida a nuestro "hola", una forma de saludar al llegar a algún sitio o al encontrarte con alguien, pero pronto me explicaron que su significado y simbolismo iban mucho más allá de un simple saludo.

Namasté significa "Saludo lo Divino que hay en ti" o "Saludo/Honro lo sagrado que hay en ti".

Es un saludo que reconoce que cada ser humano es único y que todas y cada una de las personas tiene algo sagrado dentro, una parte de la divinidad creadora, unos dones especiales que les han sido concedidos para desarrollar y compartir con los demás.

Para poder saludar a los demás con un "Namasté" primero hemos de aprender a honrarnos a nosotros mismos, porque sólo desde nuestra propia divinidad podremos percibir la de los demás. Si ésta está ausente será difícil que podamos reconocer lo divino de los demás y tenderemos más bien a la critica y a competir con ellos.

Esa es una de las responsabilidades que tenemos en nuestra vida, descubrir esa divinidad interna y honrarla a través de desarrollar nuestros dones únicos para devolver al Universo lo que nos ha sido regalado.

Quizá solo tengamos que cambiar un poco nuestra mirada, esforzarnos por mirar un poco más profundo y descubrir aquello que es divino en los demás y honrarlo. Si todos hiciésemos eso... ¿Quién sería capaz de agredir a los demás? ¿Quién sería capaz de agredir algo sagrado? Reconocer la verdad que reside bajo nuestras defensas y miedos es difícil, pero mucho más difícil es vivir buscando permanentemente los defectos de los demás para poder justificar nuestras agresiones, desprecios o inseguridades.

Así que... ¿Por qué no hacer un esfuerzo para reconocer durante este mes lo divino que hay en los demás? Por probar no se pierde nada y no sabemos que podemos descubrir...
¡os lanzamos el reto!

Namasté

miércoles, 18 de agosto de 2010

Las 3 c's del cambio


Podemos afrontar y superar cualquiera de nuestros miedos.
Pero aunque todos podamos hacerlo eso no significa que sea fácil. Afrontar nuestros "lobos" requiere de lo que yo llamo las tres c's del cambio:

La primera "c" es la Consciencia, sólo cuando somos conscientes de que algo pasa podremos cambiarlo. El autoengaño es uno de los problemas más importantes que afronta a nivel emocional nuestra sociedad. Tenemos unos impresionantes mecanismos de defensa que nos protegen de lo que nuestra mente considera dañino y a veces estamos tan apegados a esos mecanismos que pensamos que nosotros mismos somos así. Nos identificamos con las defensas de nuestro ego (o de nuestra mente) que nos permiten sentirnos seguros ante determinadas circunstancias y pagamos un enorme precio: nuestra libertad. Cada uno de nosotros somos exactamente lo que deseamos ser y si algo de nosotros nos hace sentir mal es que eso no somos nosotros. Como por pura definición es imposible que nos sintamos mal siendo lo que somos cada vez que nos sentimos mal es una extraordinaria señal que nos indica que hemos entrado en nuestras "personalidades defensivas" y ser consciente de que eso que me molesta, asusta, limita y/o entristece no soy yo es el primer paso para cambiarlo.

La segunda "c" del cambio es el Coraje. Como veíamos en el anterior post, una vez soy consciente de mis miedos o limitaciones se necesita mucho coraje para enfrentarme a ello. En ocasiones llevamos años defendiéndonos y huyendo de ello con lo que llevamos años agrandándolo. Porque cualquier miedo se alimenta de nuestros pensamientos sobre él, sólo si nosotros lo alimentamos podrá crecer, si dejamos de pensarlo y tenemos la valentía de avanzar hacía ello será cuando esos miedos construidos desaparezcan. Sentir la sensación es una pauta que hemos dado muchas veces en este blog. Acomodarnos en el "yo soy así" o en "es el otro el que tiene que cambiar" tan sólo nos inmoviliza y nos quita poder.

Y para poder tener el coraje necesitamos imprescindiblemente la tercera "c" del cambio, el Cariño. Sólo desde el amor por nosotros mismos podremos desarrollar la seguridad y la fuerza para afrontar nuestros miedos. No podemos olvidar que la mayoría de ellos se construyeron cuando éramos unos niños vulnerables y dependientes y que la zona del cerebro donde se grabó esa instrucción de miedo sigue anclada en esa edad. Y todos sabemos que para que un niño se enfrente a algo que le atemoriza necesita ineludiblemente que el adulto de referencia le de seguridad y cariño. ¿Qué ocurre si gritamos o insultamos a un niño que, por ejemplo, no quiere entrar en la piscina porque le da miedo el agua? Pues que su miedo y su resistencia aumentarán y sus mecanismos de defensa empezarán a mandar señales de peligro ante el agua provocadas por el miedo inicial y por la necesidad de defenderse ante nuestra presión. En el futuro seguirá cada vez más justificando su miedo "a mi no me gusta el agua", "no me apetece la piscina", etc. que irá creando un circulo vicioso que le podrá llevar a limitar su vida y disfrutar del placer de la piscina o el mar. ¿Y cómo nos tratamos a nosotros mismos cuando cometemos un error o nos da miedo algo que supuestamente tendríamos que tener superado? pues o con una crítica salvaje hacía nosotros mismos que nos debilita o con mil y una justificaciones que sólo alimentan nuestros miedos.

Así pues empecemos por tratarnos a nosotros con mucho cariño (cuidar a nuestro niño interior) para así poder desarrollar la fuerza para poder tener el coraje suficiente para afrontar aquello que no necesitamos seguir justificando y ante lo que ya somos conscientes. Y si solos sentimos que no podemos, pues pidamos ayuda que en ocasiones necesitamos a un profesional que nos ayude a llegar a esas zonas límbicas que hemos protegido con muros y muros de mecanismos de defensa.

domingo, 1 de agosto de 2010

La solución a nuestros lobos

Os pongo un precioso anuncio de los grandes almacenes peruanos Sagafalabella que describe mejor que yo que hacer con nuestros lobos:



Sin duda somos nosotros y nosotras los que alimentamos nuestros miedos, el miedo se alimenta de si mismo y cuanta más atención y más valor le concedemos más crece y más nos domina. La solución es tan fácil como difícil, fácil porque lo único que hay que hacer es desactivarlo y enfrentarlo, difícil porque precisamente eso es lo más complicado y lo que más suele alimentar los miedos, nuestra mente (en la mayoría de los casos el sistema límbico como hemos tratado en otras ocasiones) empieza a engañarnos mandándonos reiteradas y enormes señales de peligro en cuanto nos planteamos enfrentar y superar lo que nos limita. Son los famosos pensa-mientos, esas mentiras que tratando de ayudarnos lo único que hacen es alimentar nuestros miedos y aumentar nuestras limitaciones.

Tratemos de coger fuerzas aprovechando estos días de vacaciones (los/as que las tengan) para volver con la valentía suficiente para deshacer nuestros lobos, liberarnos de nuestros miedos y abrir los brazos a nuestra libertad.

jueves, 22 de julio de 2010

Dos lobos

Una paciente me trajo el otro día un regalo a la consulta muy a colación del último tema tratado en el blog, una bolsa de la tienda natura que contenía la siguiente leyenda:



Un viejo indio estaba hablando con su nieto y le decía:

"Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión."

El nieto preguntó:

"Abuelo, dime ¿cuál de los dos ganará la pelea en tu corazón?"

EL abuelo contestó:

"Aquel que yo alimente"

jueves, 8 de julio de 2010

Federica, ¿tú quién eres?

Federica subía a casa absolutamente indignada.
- Agustín, el del tercero, es un auténtico maleducado - le contó a su madre en un tono muy parecido al de los gritos. - Me he cruzado con él en el portal y, una vez más, yo le he dado los buenos días y él ni se ha dignado a contestarme. Es un gilipollas integral y no voy a volver a saludarle.
- Federica - le dijo su madre. - ¿Tú quién eres?
- ¿Cómo? – Respondió Federica algo sorprendida y ya bajando considerablemente el tono.
- Te pregunto que tú quién eres - respondió ella dulcemente y al ver su cara de no entender nada prosiguió. - ¿Tú eres una persona educada o maleducada?
- Educada.
- Y si dejas de saludar a Agustín cuando te cruces en el portal ¿en qué te convertirías?
El silencio de Federica fue una respuesta más evidente que cualquier palabra que hubiese pronunciado.
- Pues hija, si dejas de ser quién eres y te conviertes en lo que no eres será imposible que seas feliz. Porque sólo podemos ser felices desde lo que somos en realidad. – Tras un pequeño silencio su madre continuó. – Si dejas de ser quien eres entrarás en una en una guerra contigo misma y esa guerra no sólo te hará sentir mal, sino que provocará que desde ese momento toda tu vida alrededor de ese hecho estará dedicada a buscar mil y una justificaciones de por qué Agustín es el culpable de tu malestar. Cuando en realidad, es sólo tu decisión de dejar de ser quien eres lo que te lo estará provocando.
Federica escuchaba inmóvil mientras que muchas cosas se iban moviendo dentro de ella.
- No sé si es muy importante quién tiene razón o por qué Agustín actúa así. Igual es un maleducado o quizá simplemente sea tan tímido e inseguro que le sea más fácil bajar la cabeza que mirar a los ojos y decir buenos días. Pero eso no es lo importante, lo importante es qué vas a hacer tú ¿Vas a juzgarle, rebajarle y, tras haber encontrado las justificaciones que te lo permitan, agredirle? ¿O vas a ser fiel a lo que eres, respetar sus motivos o sus valores aunque sean diferentes a los tuyos y seguir tratándole con el amor que hay en tu corazón? – prosiguió la madre de Federica en un tono ya más solemne, consciente de la importancia de los cambios que se estaban produciendo dentro de su hija.
- Ten cuidado hija, hay decisiones con las que luego cargamos toda la vida – Y, tras hacer una pausa, prosiguió. – Al traicionar nuestros valores creamos una guerra interna que sólo podemos ganar si nos ponemos en una posición de superioridad ante el otro. Para ello, empezamos a filtrar la realidad para hacerla coincidir con nuestro pensa-miento. Primero imaginamos que somos inocentes y tenemos razón, para eso distorsionamos la realidad atendiendo solo a los hechos que confirman nuestra bondad y que somos víctimas. Luego hacemos una segunda distorsión de la realidad, juzgamos al otro fijándonos solo en lo que ha hecho mal, eliminando cualquier dato que nos diga que el otro también es un ser humano con cualidades, bondad y sentimientos. A partir de ahí iniciamos guerras contra los demás, cuando en realidad la única guerra es contra nosotras mismas desde el momento en que decidimos traicionar nuestros valores y a nosotras mismas. Seguramente es más fácil culpar al otro que enfrentarnos a nuestras propias inseguridades y miedos, pero eso no nos hará felices de verdad.
Además, Federica, ¿Quién dirige tu vida? ¿Tú misma o Agustín? ¿Quién decide lo que harás el próximo día por la mañana en el portal de casa? -.
Pero Federica ya no estaba escuchando, porque hacía rato que había comprendido el sentido de las palabras de su madre, algo muy dentro de ella le decía que no olvidaría nunca esa lección y, además, ya sabía lo que haría el próximo día que se encontrase con Agustín en la puerta del portal de su casa.




Y es que cuando olvidamos quiénes somos y empezamos a culpar a los demás de nuestras propias traiciones a nuestros valores entramos en un círculo vicioso en el que culpamos a los demás de algo que es sólo nuestro: nuestra traición a nuestros propios valores.
Imagina que algunos de tus valores son, por ejemplo:
-       Ser una persona educada, como Federica, en vez de maleducada.
-       Ser abierta frente a ser cerrada.
-       Ayudar a las personas vulnerables en vez de machacarlas.
-       Ser independiente dejando que mi vida dependa de mí.
Entonces se produce una situación en tu vida que te reta, por ejemplo que alguien te insulta o te trata de manera brusca sin motivo. Ante esa situación se abren ante nosotras dos opciones: honrarnos o traicionarnos. Cuando me honro sigo mis valores, cuando me traiciono hago lo contrario a lo que dictan mis valores (muchas veces haciendo exactamente lo mismo que lo que critico en el otro).
Cuando recibo el insulto ¿qué ocurre en mí?:
-       ¿Permanezco educada o por dentro insulto de vuelta? Si dentro de mí empiezo a juzgar a la persona como una impresentable, ignorante, abusiva, etc. entonces ¿estoy siendo educada o maleducada?
-       ¿Me pongo en una posición abierta preguntándome qué hace que la persona se ponga así o me cierro pensando que se equivoca y es injusta?
-       ¿Me pongo en una posición de ayuda o como me ha insultado me centro en hacerle pagar su afrenta y dejo de colaborar? En el módulo anterior veíamos que una persona que se pone agresiva es una persona que se siente en peligro o amenazada así que… ¿es una persona que se siente vulnerable?
-       ¿Sigo estando feliz o me enfado? Mi día empezó bien y yo me sentía bien, pero desde que esa persona me ha tratado así me siento mal. Así que si esa persona ha cambiado mi día… ¿estoy siendo independiente o soy dependiente de cómo me traten los demás para sentirme de una manera u otra?
Si he contestado a muchas de esas preguntas con la segunda opción, entonces estoy traicionando mis valores. Cuando lo hago ¿Cómo me siento? Pues imagino que muy mal y como no nos gusta sentirnos mal empezamos un proceso defensivo de justificación. Justifico mi traición a los valores a través de una pequeña distorsión de la realidad que hace que el otro sea el culplable. Esa distorsión tiene dos vertientes. Por un lado me elevo a mi misma, elimino de mi percepción la parte en la que estoy siendo maleducada, cerrada y agresiva y doy valor a mi parte que se siente atacada, víctima, que no ha hecho nada, que no merece ser tratada así, ect. Por otro lado rebajo al otro, me centro en las cosas que está haciendo mal olvidando todas sus características buenas.
Y cuando hago esa distorsión de la realidad, ¿cómo reacciona el otro? Pues evidentemente haciendo lo mismo, defendiéndose de mi rebaja subiéndose a ella misma y respondiendo ante la elevación que hago de mí misma rebajándome. Es decir, con mi actitud favorezco una justificación a su autoengaño y ella con su actitud favorece el mío. Tenemos así servido un bonito conflicto que… ¿por qué se mantiene y crece? ¡Simplemente porque he traicionado mis valores!

Existe una ley universal, ley de causa y efecto, que nos señala que todas las energías, positivas o negativas, que enviamos al mundo vuelven a nosotras pero multiplicadas. Si sembramos amor cosechamos amor, si sembramos odio recogemos odio. Parece un concepto muy sencillo y a veces irreal, todas tenemos experiencias en que alguien no recibe “su merecido”, pero una mirada profunda y a largo plazo nos demuestra que una y otra vez esta ley se cumple. En el próximo módulo trataremos el tema del equilibrio y veremos esto en más profundidad.
Ahora lo que quiero es que reflexionemos sobre ello porque si deseamos recibir los exquisitos regalos de la vida, de nosotras depende sembrar las semillas adecuadas y ganárnoslo. Los regalos de la vida no llegan por suerte o azar, son consecuencia de nuestros pensamientos y de nuestras acciones.  Somos los responsables de las cosas que suceden en nuestra vida. Esto también será algo que trabajaremos en los módulos de autogestión, cuando veamos lo que podemos hacer para construir la vida que deseamos. De momento lo que me interesa es que grabemos en nosotras que nuestras acciones crean realidades y que, cuando traicionamos nuestros valores lo que llegará a nuestra vida es justo aquello que rechazamos.
Lo que no sabemos es que la madre de Federica le dijo al final de su conversación
-     Hija, ¿por qué no pruebas a ponérselo difícil a Agustín? Si en vez de decirle un simple “buenos días” le dices “Buenos días Agustín ¿Cómo estás?” ¿no será para él más difícil no contestar?
Y ¿qué creéis que pasó? Pues que Federica fue la única vecina a la que Agustín saludaba, incluso quién sabe si saludaba también a los demás y otros se vieron beneficiados de su actitud.
Y si hubiese dejado de saludarle saliendo del portal llena de noradrenalina ¿Cómo hubiese sido su día? Me temo que lleno de “mala suerte”, ya sabemos el efecto que tiene la noradrenalina sobre nuestra percepción de la realidad.