jueves, 20 de noviembre de 2008

Las tres rejas

Dando un curso esta mañana he recuperado una historia que me llego hace tiempo y que me gusta mucho...

Las Tres Rejas

El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa de éste y le dice:
- Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia ...
- ¡Espera! –lo interrumpe el filósofo-. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
- ¿Las tres rejas?
- Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
- No. Lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
- No, en realidad no. Al contrario ... ...
- ¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que te inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces -dijo el sabio-, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Párate y ponte a mirar



Cuando estés en las cumbres del Himalaya párate y ponte a mirar, no sólo es subir para luego bajar.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Perdonar

Vivimos en un mundo que favorece nuestra inseguridad, se nos exige mucho y cuando hacemos las cosas bien apenas se nos recompensa. Eso hace que estemos muy a la defensiva o que actuemos con mucha agresividad. En nuestras relaciones cotidianas ambas expresiones de la inseguridad, la defensa y el ataque, provocan daños que a veces son difíciles de superar. La vía para hacerlo es el perdón.

Pero, ¿por qué deberíamos perdonar a alguien que nos ha hecho daño? ¿por la otra persona? ¿por nosotros? ¿por qué es lo que indica que se debe hacer la sociedad? Pues supongo que por todo a la vez, aunque yo pienso que de largo el motivo más importante para perdonar somos nosotros mismos. Cuando nos aferramos al daño que nos han producido otros dejamos de ser dueños de nuestras emociones y de nuestra vida, todo el tiempo que pasamos enfadados, criticando o con resentimiento es tiempo de nuestra vida que estamos perdiendo. Perdonar nos libera de la esclavitud que genera en nosotros las actitudes o comportamientos de otras personas, mientras estemos enfadados con alguien nuestro cerebro hará una respuesta de estrés y nosotros mantendremos una tensión innecesaria. Además, si buceamos más profundo, ni siquiera hay motivos para perdonar porque todo lo que nos hace daño nos ayuda a crecer, todo negativo tiene su positivo y si miramos bien la situación entenderemos que hay la misma cantidad malo como de bueno en lo que nos ha pasado. Cada vez que una persona nos hace daño nos ayuda a evolucionar. Aunque, como hemos comentado otras veces, es mucho más fácil pelearse con el otro que con uno mismo y a veces la rabia es una manera simple de distraernos de aquello que realmente tenemos que afrontar, nuestras propias historias, es más fácil centrarnos en lo que ha hecho otra persona que en las heridas que tenemos que limpiar y que, mientras las limpiamos, duelen tanto.

Pero más allá de planteamientos de crecimiento, los demás a veces hacen cosas que nos provocan daño y esto nos produce rabia y agresividad. El perdón es la única manera de liberar esa rabia y volver a sentirnos en paz. El perdón corta las cadenas que nos unen a eso precisamente que deseamos evitar y nos libera para poder seguir viviendo la vida que deseamos vivir. Pero hay una serie de cosas que hacen difícil perdonar:

Una ya la hemos comentado, nuestro miedo y evitación a afrontar aquellas heridas que nos empeñamos en ocultar y que los demás muchas veces tocan, con intención o no.

Otra es el pensa-miento que dice que si perdonamos a partir de entonces todo seguirá como si no hubiese pasado nada, perdonar no significa seguir igual con alguien o mantener una misma situación. Podemos perdonar y decidir que no queremos tener a esa persona, con esas cosas que hemos descubierto, más en nuestras vidas. Podemos perdonar y poner límites, podemos perdonar y dejar que las personas que hayan hecho algo mal acepten su responsabilidad. Perdonar a un asesino no significa que no tenga que ir a la cárcel, significa que quitamos la energía que nos une a él desde el momento en el que se llevó a alguien a quien queríamos. Si un amigo, amante, vecino, compañero, etc. nos traiciona, perdonar no significa tener que seguir siendo amigos o mantener una relación, podemos perdonar y dejar marchar, elegir terminar con la relación, pero sin dejar nada allí. Al perdonar podemos dejar marchar a alguien con nuestras emociones hacía esa persona limpias.

Otra de las cosas que nos impiden perdonar de verdad es no permitirnos la rabia o la agresividad. Solo se puede perdonar si nos hemos enfadado antes, si consideramos que alguien ha hecho algo mal y nos permitimos la rabia. Si justificamos la conducta, reprimimos la emoción o no nos permitimos ser conscientes de que alguien haya hecho algo mal, entonces será imposible el perdón porque... ¿cómo vamos a perdonar a alguien si no ha hecho nada mal? ¿qué perdonamos?

A veces la persona más difícil de perdonar somos nosotros mismos, la culpa da control (si es culpa mía entonces lo puedo cambiar, si depende de otros no puedo hacer nada) y preferimos controlar porque queremos a esa persona, es importante para nosotros, dependemos de ella u otros motivos (es increíblemente difícil enfadarnos con aquellos de los que dependemos, los padres, cuando somos niños porque nuestra supervivencia depende de su amor y por eso muchas veces la única solución es culparnos a nosotros mismos para salvarles a ellos y seguir sintiéndonos seguros).

Nuestra propuesta es que dejemos de pelearnos con la vida, aceptemos las cosas que ocurren, aprendamos de cada una de nuestras caídas más allá si la responsabilidad es nuestra o de los demás, perdonemos y seamos así libres para transitar el camino de nuestra evolución y nuestra felicidad.