viernes, 24 de junio de 2011

Hoy. Cambio de destino.

Hoy he hecho un viaje. Un viaje apasionante dentro de mis sueños, un viaje donde he descubierto que prefiero estar sola, o que prefiero mantener esa relación que me daña, que arriesgarme a abrirme a que alguien me quiera.

No ha sido fácil, en más de una ocasión he querido negar mi sueño, bajarme en cualquier estación del viaje, hasta que en una pincelada de luz me he dado cuenta de que ya llevo demasiado tiempo negando mis sueños. Demasiado tiempo.

La primera etapa de mi viaje me ha llevado a los cinco años, allí he visto sufrir a una pequeña niña el permanente rechazo de su madre, una madre dañada por unos padres super exigentes de unos abuelos distantes que dependían de unos bisabuelos demasiado ocupados en sobrevivir como para ocuparse de sus hijos. Si eran dolorosas las imágenes algo a desgarrado mi corazón al reconocer a esa pequeña niña indefensa, al observar en ella gestos que todavía hoy descubro en el espejo. He visto como en aquellos días una parte muy sensible de mi corazón aprendió que depender del amor fluctuante de las personas gobernadas por sus propios fantasmas y miedos era tremendamente peligroso, por mucho que esas personas dijeran quererte siempre acababan dañándote. Aprendí, supongo que de manera inconsciente, que era mucho más seguro capaces de sostener y aguantar los envites que llegaban. Aprendí. Aprendí a ser buena, a hacer las cosas bien, a no molestar, aprendí mil y un trucos que evitaban que esas pequeñas agresiones diarias que para mi escaso metro de altitud eran demasiado grandes. Ahora veo que no lo hice mal, que incluso lo hice muy bien, que de alguna manera conseguí protegerme de una manera bastante eficaz para mi edad.

Y el viaje ha seguido... y yo seguía aprendiendo o quizá tan sólo aplicaba mi aprendizaje. Aprendí a enamorarme de personas imposibles, del novio de mi amiga al que amé hasta morir escondiéndonos de miradas curiosas, del profesor que seguía mis juegos siempre en secreto, del chico duro del instituto que me mostraba como trofeo mientras intentaba conquistar otras para su personal museo de autoestima dañada. Y con cada uno de esos fracasos "casuales" el surco de la desconfianza se iba haciendo cada vez más profundo, mi capacidad para detectar aquellos que no me harían salir de mi camino iba aumentando hasta llegar a la excelencia. Desde muy pequeña aprendí a construir relaciones que justificasen esa creencia grabada a fuego en esa parte del cerebro ubicada en el corazón: "los que más te quieren son los que más daño hacen".

Paso a paso fui haciendo mi master vital en la detección y enganche con personas que no podían querer, que sólo podían hacer un daño superficial a mi piel, ardiente y que escuece si, pero muy lejos de mi sensible corazón que mantenía a salvo. Y así me siento segura, jodida, pero segura.

Pero todavía no he aprendido a controlar completamente esa parte de mi que aún busca el Amor, todavía no he sido capaz de acallar a esa voz interna que no sólo busca rellenarlas carencias que me dejaron los daños de mi infancia sino que de alguna manera sabe que soy un ser de luz que merece ser amada. Y a esa voz a la que siempre he agredido hoy voy a darle un espacio, desde el silencio de mi mente voy a hacer de amplificador de mi corazón para conseguir una vibración tan potente que sea capaz de romper mis barreras, mis más-caras, que sea capaz de romper en mil pedazos esa historia personal que me he empeñado en seguir y alimentar. Estoy llegando al final del viaje, de ese viaje.

Siento que este sueño no ha sido casualidad, se que los años en los que mi piel ha sido golpeada, rasgada, quemada, han tenido la función de proteger mi corazón. El corazón de una pequeña niña asustada que aprendió la lección incorrecta y desde entonces ha trabajado, fiel a aquellos que se la enseñaron, para hacer esa creencia realidad. Así que hoy no voy a reprocharle al otro sus abusos, no me voy a reprochar a mi misma no haber hecho las cosas mejor ni ser la culpable del enfado del otro, no me voy a insultar ni me voy a rebajar, hoy, definitivamente, pongo fin a ese viaje.

Hoy, en este día especial fruto del cruce de experiencias, aprendizajes e intuiciones, decido emprender uno nuevo, hacía un destino completamente diferente. Hoy decido dar los primeros pasos al encuentro de mi propio corazón, para escucharlo, acariciarlo, quererlo... para que cuando se confíe y esté distraído pueda susurrarle al oído que merezco ser querida, que es puro Amor y también pura fuerza, que a partir de este día nunca más me desconectaré de él, que hoy, con una enorme sonrisa y liberación, me permito abrirle las puertas al Amor mientras cierro definitivamente las del miedo, mi último ex del camino.
Fotos de Luciana Ognibene

sábado, 18 de junio de 2011

Mi viaje...

Reyes Blanco, una mujer especial, una guerrera de la luz, nos hace este regalo que nos recuerda la fuerza que tenemos, la capacidad para decidir que hacemos con aquello que nos ocurre, que el viaje de la Vida escribe recto con renglones torcidos... muchas gracias Reyes, por compartir con nosotros tu viaje inspirando e iluminando el nuestro.


Cuando a una mujer le detectan un cáncer de mama, el mundo se le viene abajo. Pero cuando te dicen que estás en las mejores manos, en las “MANOS DE DIOS” (así llaman a mi maravilloso y gran médico) todo se da la vuelta y te pones manos a la obra.

Nunca pensé que la vida me depararía una enfermedad como ésta , pero asumes que es tu enfermedad y te alías con ella. Conocerla, seguir sus reglas, estudiar cada movimiento diferente que se produce en tu cuerpo y tu mente, estudiar, preguntar todo lo que hará que este tiempo sea un tiempo lleno de luz y aprendizaje… porque lo que si hay que saber es que esto pasó porque tenías que aprender algo que aún no habías aprendido. Al principio ese “algo” no sabes qué es. Pero con el paso de los días lo vas descubriendo. Pero no te invade ni tristeza , ni rencor por no averiguarlo antes y haber llegado a este extremo, porque los beneficios son tan grandes que pensar en rencores hacia ti o hacia los demás no tiene cabida ya en tu vida.

Te enamoras de tu cirujano y de tu oncólogo porque en sus maravillosas manos está tu vida y te entregas a ellos y a sus molestas pruebas con una fe increíble y con la certeza de que te curan. El maravilloso trato humano que encuentras en cada sesión de quimioterapia, junto a la compañía de “mis duendes” que me acompañaron en cada una de las ocho sesiones y que hicieran que cada día fuera una fiesta, hicieron de este proceso un proyecto inolvidable. Unos, guiándome en el camino de mi curación física y los otros en la curación de mi alma y mi mente.

Desde el principio supe que algún día me alegraría de que las cosas hubieran sido así y no de otra manera. Después de la inquietud de los primeros momentos, no tienes miedo de lo que vendrá después, es un camino incierto pero es un camino por descubrir. Descubrir cada una de las diferentes sensaciones que se producen en ti. Crees que el espejo será un abismo para ti ,pero cuando te miras en él cada mañana, por primera vez ves la luz de tus ojos, la serenidad de tu cara y a veces algo de miedo, pero eres tan grande y fuerte que no te importa no tener pelo, sabes que cuando llegue la primavera a tu cuerpo ahí estará de nuevo como cada una de tus pestañas, tus cejas…

El cuidado de tu familia, la compañía, el respeto por tus silencios y su buena voluntad te dejan sin argumentos y aunque no siempre te apetece estar acompañada, agradeces que estén ahí haciéndote la vida más llevadera.

No todo el mundo estará contigo en estos momentos. Algunos no saben cómo llegar hasta ti y se descuelgan. Pero no tienen la culpa, no saben cómo hacerlo. Al principio, duele como espinas ,pero vas entendiendo que nadie tiene que vivir tu enfermedad porque sólo tú tienes que hacerlo, porque es la TUYA, es un camino que tienes que recorrer tú sola. Igual vuelves a encontrarlos, igual no, aún así formaron parte de tu vida y debes dejarlos ir, ya cumplieron su cometido, te enseñaron lo que debían enseñarte.


Sé que esto no se acaba aquí, a un año y medio de este viaje soy otra persona y me encanta en lo que me estoy convirtiendo cada día. Cada día es un regalo, un reto. Cada momento es diferente de lo vivido hasta el momento del diagnóstico.

No tengo más que alegrarme de que las cosas hayan sido así y no de otra manera. ¡Gracias VIDA!