viernes, 26 de septiembre de 2008

La libertad

Hace unos días llegaba cargado de libertad una persona que cuanto más profundamente he conocido más me ha seducido. Vino a mi a encontrar su camino y sin ser muy consciente de ello me ha regalado pildoritas diversas que me han ayudado a hacer el mio. Supongo que cada persona que entra en nuestra vida lo hace para aportarnos algo, Michael me ha aportado grandes cosas, a mi y a personas en todo el mundo. Lo último fueron unas fotografías, esta que acompaña estás palabras está llena de energía.

La energía de alguien que se siente libre y desde ese lugar se entrega a la vida. No es una libertad fácil, ha sido lograda tras superar una de las mayores esclavitudes, la droga. Y no ha salido de cualquier manera, ha salido gracias a algo importante, el amor. El amor de personas que le han abrazado pese a sus limitaciones, sus defensas, sus peleas, sus mentiras, sus ataques. Personas que le han escuchado, sostenido, apoyado, comprendido, amado, sabiendo desde su propia piel que ese que aparentaba ser no era en realidad él. Que cuando somos esclavos de una adicción, a alguna droga, a una persona, a cualquier cosa, no somos nosotros mismos. La dependencia nos quita lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia del resto de animales de este planeta, la libertad. Cuando dependemos de algo o de alguien entonces nuestro sistema límbico manda, caemos en la máxima expresión de la frase "la emoción decide y la razón justifica", dejamos de ser nuestra esencia para convertirnos en esclavos de nuestros miedos y desde ahí justificamos cualquier conducta y nos mentimos, a nosotros y a los demás.

A veces confundimos el miedo con el amor, como ocurre en los celos de los que hablaremos en algún próximo blog (no me olvido), a veces confundimos el miedo con el deseo, como ocurre en el consumo de sustancias o de objetos. Y desde ese miedo poseemos, agredimos, mentimos, huimos y volvemos al principio, porque una adicción siempre es un circulo vicioso en el que cuanto más avanzas más regresas, cuanto más te empeñas menos consigues, cuanto más te mueves más bloqueado te quedas.

Desde aquí mando mi admiración a todas las personas que trabajan(mos) por ser libres, especialmente mi reconocimiento a la gente de narcóticos anónimos de todo el mundo cuya labor tanta libertad genera. Toda mi fuerza a los que se están enfrentando a sus miedos y, a través de estar quietos, están dando los mayores pasos de su vida. Solo cuando somos libres somos realmente nosotros mismos y entonces hacemos elecciones en vez de sucumbir a necesidades.

¿Y cómo saber que hemos alcanzado un estado de libertad? pues cuando más allá de lo que ocurre a nuestro alrededor nos sentimos agradecidos, porque más allá de los resultados de nuestras acciones nos sentimos satisfechos por lo que hemos hecho y aprendemos, porque cuando entro en silencio me siento cómodo y no hay necesidad de hacer nada, porque es suficiente con SER y desde el ser me siento parte de esta vida. Es entonces cuando soy lluvia cuando llueve, alimento cuando como, montaña cuando escalo, vida cuando vivo... Y desde la libertad soy independiente y a la vez uno con todo, desde la libertad dejo de ser verdaderamente siendo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Las dos caras del silencio

El silencio, ese que a veces desgarra cruel y a veces cura. Ese al que me he agarrado en estos últimos días, algo difíciles para mi por diversos motivos, algunos externos otros internos y, sobre todo, como le contestaba a "El principito" porque no soy perfecto. Y siendo fiel a la idea del egoísmo que hemos ido desarrollando me he tomado este tiempo de silencio, lo necesitaba. De alguna manera las heridas y los golpes van curando y ahora que todo está más claro vuelvo, para seguir enriqueciéndome con las palabras. Agradezco vuestras muestras de cariño, ese "echar de menos mis palabras" que algunos me habéis transmitido. Yo estaba en mi relación de amor-odio con el silencio en el que como siempre ha ganado el primero.

Rescato un relato sobre el silencio que escribí hace algún tiempo.

Las dos caras del silencio

El silencio me miraba cruel desde sus ojos esquivos, por momentos podía adivinar su sonrisa maliciosa mientras me mantenía esperando, deseando, añorando, sufriendo, muriendo porque con dos palabras ella le traicionase y le alejase de mi vida. Pero él era más fuerte y mientras inundaba su cabeza ahogando cualquier vestigio de un hueco para mi recuerdo, de la mía escapaba y el vacío que dejaba se llenaba con cientos de excitados pensamientos, suposiciones, anticipaciones… que aunque las creaba para alimentar la cada vez más debilitada esperanza, sólo lograban aprisionar mi alma. Segundos que se tornan horas, días que no pasan, el silencio jugando con el tiempo que se estanca cuando no escucho su voz susurrándole sin querer litros de sangre a un corazón que se seca sin sus palabras.

Así me encontré gritándole al silencio toda mi rabia y, mientras mi voz se agrietaba y la piel me quemaba, una amiga me cogió de la mano y me guió suave hacia delante enseñándome cual era el camino por el que un día le había confesado quería dirigir mis pasos y que ahora sentía tan lejano. Me acompaño serena en los primeros pasos y me ofreció un destino tan parecido al que había causado mi desazón que no podía imaginar que fuese tan distinto: el Silencio. Caí rendido, porque por un momento me faltaban las fuerzas, y me deje llevar hacía ese Silencio interior donde el mundo se acalló. Una paz interior fue recuperando suavemente las paredes de mi dolido corazón, haciéndolas flexibles de nuevo, permitiendo a mi alma expandirse para expresarse más fuerte que nunca, abriendo todos mis sentidos a la orgía de sensaciones que allí en silencio me ofrecía la vida, libre del ruido ensordecedor de la locura del anhelo que gobernaba mi mente, que curioso, también por motivos de un silencio.

Silencio contra silencio, es increíble como a veces lo que parece destruirte es lo que te regenera, como lo que te daña es lo que te hace verdaderamente fuerte, como la clave de las cosas suele estar en ellas mismas y no en deliberados esfuerzos por cambiar nuestro alrededor y acomodarlo a nuestras necesidades para, de conseguirlo, llenarnos de miedo porque ese no es el mundo que conocemos. Yo me quedo con el Silencio, mientras, seguiré dirigiendo mi intento (como diría mi amiga) a que las palabras surjan fluidas de los corazones de aquellos que, de olvidarlas, están condenados a no poder acallar la fuerza de desbocados pensamientos.

Gracias Sherainae por tu enseñanza.

martes, 2 de septiembre de 2008

Más sobre el egoísmo

Reproduzco aqui el último comentario de reencontrándome al post anterior porque creo que aclara mucho las cosas. Es de un autor cuyo nombre no recuerda pero aunque en el anonimato muchas gracias.

"Sólo cuando estás bien contigo mismo puedes estar bien con los demás. Sólo cuando manejas tu soledad puedes manejar una relación.
Necesitas valorarte para valorar, quererte para querer, respetarte para respetar, y aceptarte para aceptar, ya que nadie da lo que no tiene dentro de sí.
Ninguna relación te dará la paz que tu misma no crees en tu interior. Ninguna relación te brindará felicidad que tu misma no construyas. Solo podrás ser feliz con otra persona cuando seas capaz de decirle bien convencida: “No te necesito para ser feliz”.
Sólo podrás amar siendo independiente, hasta el punto de no tener que manipular ni manejar a los que dices querer.
Sólo se podrá ser feliz cuando dos personas felices se unen para compartir su felicidad, no para hacerse felices la una a la otra.
Para amar necesitas una humilde autosuficiencia, necesitas autoestima y la práctica de una libertad responsable.
Pretender que otra persona nos haga felices y llene todas nuestras expectativas es una fantasía narcisista que sólo trae frustraciones.
Por eso, ámate mucho, madura, y el día que puedas decirle a la otra persona “Sin ti me lo paso bien”, ese día estarás más preparado para vivir en pareja".

Qué tema el del amor… Quién puede amar así?
Nos hemos educado en la idea de la “media naranja”, en que somos seres incompletos que necesitamos del otro para hallar la sensación de plenitud. Los cuentos de hadas siempre terminan con el encuentro del príncipe azul y el consabido “y vivieron felices”. Y creemos en esos cuentos. Y nos empecinamos en habitarlos.
Entonces aparecen frases como “el otro me hace sufrir”, “el otro no comprende” y permanecemos atados a relaciones donde seguimos esperando que algo externo a nosotros cambie, y nos traiga la paz, el equilibrio, el amor, la felicidad.
Nada encontraremos en el otro si primero no lo hallamos en nosotros. Es un largo proceso que puede tomarnos toda la vida, y al transitar ese camino, nos encontramos con partes nuestras que preferiríamos no reconocer, con dolores, con miserias personales… pero vale la pena.
Antes de acudir al encuentro del otro, deberíamos intentar el encuentro con nosotros mismos…

Reencontrándome