lunes, 9 de septiembre de 2013

Deseos secundarios

Hemos hecho un recorrido por los deseos básicos que todo niño debería poder realizar con sus personas referenciales, normalmente los padres, para poder crecer en un entorno de seguridad vital para su cerebro que le permita desarrollar su autoestima, seguridad en sí mismo y crecer sin carencias significativas que luego limiten su vida pero...

¿Qué ocurre cuando un niño no puede realizar esos deseos básicos? 


Pues que el cerebro de ese niño entrará en un estado de alerta permanente que rompe su homeostasis y le hará sentir en un peligro más o menos permanente, dependiendo de el número de deseos carenciados y la magnitud de estos. Como este estado no es posible en un organismo vivo, que siempre trata de equilibrar su estado en busca de seguridad y homeostasis el niño creará una solución: los deseos secundarios.



Los deseos secundarios son una serie de mecanismos que se utilizan para compensar la carencia que produce la no realización de los deseos básicos. Son como una segunda oportunidad de reparar una necesidad más vital que no está cubierta y suelen producirse en etapas posteriores a la infancia, cuando el niño adquiere la capacidad de crear sus propias soluciones ante la tensión de no tener lo que necesita.

Pero este intento de compensación es un mecanismo de defensa que puede convertirse en algo que genera gran malestar y sufrimiento, en algo enfermizo o patológico. Al ser una especie de sustitutos de otros deseos que sí son vitales para la supervivencia, el niño otorga toda su energía a su realización para ocultar su verdadera carencia. Si la solución le falla, su carencia sube a la superficie y el estado de alarma que genera es tan grande que la persona no puede impedir su realización, incluso aunque el remedio se haya convertido en peor que la solución.

Existen muchos deseos secundarios, pero como ejemplo os vamos a mostrar los más destacados en la investigación realizada por el director del Instituto Europeo de Psicoterapia de Tiempo Limitado, el psicólogo Roberto Aguado, que son los que más habitualmente encontramos en nuestra consulta.


Deseo Narcisista (Hugo Bleichmar) o de reconocimiento y valoración.

Este deseo tiene muchas variantes: orgullo de sentir que se dominan los propios impulsos; orgullo por la perfección física, mental o moral; necesidad de admiración incondicional; control omnipotente sobre uno mismo o los demás, etc.

Este grupo de deseos suelen representar conflictos para la persona ya que para realizar el deseo secundario necesitan ser convalidados por una persona externa. Eso hace que sean muy dependientes de la opinión de los demás y, para no fallar, tengan unos controles tan excesivos que son esclavos de aquello que les da seguridad, ya sea la belleza física, su éxito profesional o la perfección en cualquier otro aspecto de sus vidas. 

Como ocurre en todos los deseos secundarios, la realidad es que mientras el individuo está centrado en cubrir estas necesidades narcisistas, no tiene su atención en otras necesidades más esenciales, las que no realizó en su momento con sus personas referenciales básicas. Así que por mucho que realice su deseo secundario nunca será suficiente, el vacío interno que provoca el deseo básico insatisfecho seguirá presente y provocando malestar en la persona, lo que a su vez le llevará a una necesidad más acuciante de compensar a través del deseo secundario entrando en un circulo vicioso muy difícil para su vida.


Deseo del Bienestar del Referente.

En este caso la persona sólo se siente feliz cuando el otro (referente) es feliz, o sólo es capaz de realizar sus deseos cuando su referente realiza los suyos. Es como si la persona, para no culpar a aquellos de los que depende, se hiciese responsable de no haber recibido lo que merecía y encuentra la solución en satisfacer a aquel que le tendría que haber cuidado. Algo así como creer que "si la otra persona está bien podrá darme lo que necesito¨, mientras que en el deseo narcisista podría ser algo así como "No soy suficientemente bueno, pero si me esfuerzo y lo hago bien conseguiré merecer que me quieran (o me acepten, me valoren o lo que esté carenciado)".

El problema es que este sentido, que la persona construye de una manera completamente inconsciente, no está en relación con la realidad porque ninguna carencia es su responsabilidad, un niño merece ser querido, cuidado, protegido, etc. solo por el hecho de ser no por nada que haga. Pero descubrir su mentira es tan doloroso y provoca una reacción inconsciente de peligro tan grande, que inconscientemente la persona prefiere defender su "solución" a través de esforzarse por realizar el deseo secundario. 

En las personas con este deseo secundario, aparecen frecuentes sentimientos de culpa y de desesperanza, miedo limitante e inseguridades, provocando muchas veces síntomas obsesivos y autopunitivos. A veces, estos individuos, llegan a sentirse incluso responsables de la infelicidad del otro. Son personas que no llegan a tener vida propia en realidad.


Deseo de Adquisición Mágica

Por supuesto que la magia y la ilusión forman parte de la vida, tenemos un cerebro diseñado para generar fantasía, y eso es muy positivo.  Para las personas con este deseo secundario, ante la impotencia de recibir lo que desean, la magia se convierte en la forma de conseguir aquello que les falta, sin enfrentarse a la situación. Estas personas ven en la suerte, el tiempo o los demás la manera de conseguir sus metas. Y claro, esperar que las cosas sucedan sin que nosotros hagamos nada, primero es irreal y segundo deja a la persona sin ningún control sobre su vida.

Nos contaba una alumna del curso de Inteligencia Emocional online que cuando era pequeña y se quejaba de tener mala suerte su madre siempre le decía: “Es que a la suerte hay que ayudarla”. Me encantó, porque realmente cada uno provocamos de alguna manera cómo nos van las cosas. Pero claro, esa alumna tenía una madre que le transmitía que ella era capaz y por lo tanto no necesitaba depender de la suerte para lograr sus sueños. Había recibido la confianza suficiente como para sentir que ella puede por si misma y eso hace que no sea necesario recurrir a ningún deseo secundario que compense.


Deseo de Hedonismo constante

Las personas fijadas a este deseo necesitan continuamente la obtención de placer, por lo que todas sus conductas van encaminadas al premio inmediato, sin demora, y no soportan la frustración. Suponemos que el dolor sufrido por no recibir lo que necesitaban ha hecho que la búsqueda del placer en otros sitios que si estuviesen bajo su control podía ser una buena solución para escapar de esa frustración desbordante. Pero, de nuevo, al ser la búsqueda de placer una defensa, una huida, es difícil que puedan disfrutar de ese placer instantáneo que tanto persiguen y del que tanto dependen. Y al sentir que el vacío interno no se disuelve, inmediatamente (e inconscientemente) vuelven a perseguir el placer que ocultará su dolor, entrando, como ocurre en todos los deseos secundarios, en un circulo vicioso que les produce más dolor del que les evita.

El dolor y el placer forman parte de la vida. Sin uno no existiría el otro, son las dos caras de la moneda, las dos orillas del río y sin una de las dos no estaríamos completos. El placer continuo es irreal y antinatural, por lo tanto es fundamental aprender a aceptar el otro extremo para poder tener una vida en equilibrio.



Así que en la mayoría de los casos estos deseos secundarios construidos como una solución urgente a lo que el sistema percibía como muy amenazador se acaba convirtiendo en aquello que produce más sufrimiento. Lo que tenemos que entender es que ahora que somos adultos tenemos la capacidad para darnos a nosotros mismos, a esa parte de nosotros que se encuentra herida, todo aquello que necesitamos, que ahora nada tiene que venir de fuera. Por eso hace unos meses ofrecíamos como solución el camino de reconexión con el Ser, un proceso de conexión con nosotros mismos que si servirá para llenar esos vacíos que se crearon cuando éramos tan solo unos niños. 

Ahora somos adultos llenos de recursos y si dejamos de tratar de lograr las cosas desde fuera y empezamos a escucharnos a nosotros mismos, permanecemos a nuestro lado y nos ofrecemos ese cariño que tanto damos a los de fuera, descubriremos que podemos ser libres y conectar con nuestra verdadera esencia, que somos seres únicos, especiales, que somos, en definitiva, Amor.

Mónica González y Antonio de Dios
Psicólogos