sábado, 23 de julio de 2011

La desconocida a la que aprendí a Amar

Llevaba un tiempo apoyada en el lavabo en la misma posición, mirando fijamente a esos ojos que la miraban fijamente a ella. Nunca había estado tan cerca de sí misma, nunca había mirado más allá de la superficialidad de su piel. Descubría que no se conocía, que todo lo que sabía de esa persona que la miraba desde el espejo estaba basado en opiniones de los demás. Se creía moderna y adaptada a los nuevos tiempos pero aquella mirada le transmitía que su opinión de sí misma, de quien era, se había quedado anclada en los anales del tiempo.

Tras unos minutos empezó a sentir mucho miedo, miedo de encontrar lo que se había afanado en olvidar, lo que tanto tiempo llevaba ocultando a los demás, su interior. Darse cuenta de la oscuridad de ese lugar, de su falta de conocimiento sobre los más mínimos detalles que allí se escondían, hizo que fuese creciendo una curiosidad que empezó a competir fuertemente con el miedo. Y así, permaneció allí de pie, mirándose, descubriéndose, abriéndose a esa desconocida con la que pasaba tanto tiempo en su vida.

Poco a poco el miedo fue convirtiéndose en compasión. Compasión por esa niña a la que nunca habían mirado profundamente, por esa niña que había transformado la rabia que sentía por no haber recibido lo que merecía, aquello a lo que toda niña tenía derecho y que le habían robado aquellos que más la querían, por un profundo odio hacía sí misma. De alguna manera, pensar que ella no era demasiado buena para ser querida era más fácil de manejar para aquella pequeña niña indefensa que sentir que aquellos de los que dependía no tenían capacidad para cuidarla. Pobre niña, cuan mal se debía haber sentido.

Y así empezó a mirar a esa que la miraba desde el espejo, y que ahora era una niña, con mucho más amor y compasión. Empezó a sentir sin saber muy bien cómo una sensación que la conectaba consigo misma, una sensación de Amor profundo hacía ese ser que tan mal había tratado desde que su memoria recordaba. Descubría, como si desde una conciencia interna se le estuviese dictando una lección vital, que cuando hay Amor nunca puede haber miedo, que no es necesario hacer nada para merecer Amor porque el Amor es un estado interno que ya poseemos y no podemos perder, que para poder amar a los demás de verdad primero hay que entrar en contacto con nuestro Amor interno, que somos seres de luz perfectos y que si simplemente nos dejamos SER brillaremos intensamente. No hay que hacer nada más, tan solo SER, no sabía como hacerlo pero... como no había que hacer nada... eso tampoco parecía un problema.