sábado, 22 de diciembre de 2012

Cosas que hacer...

Uffff, con un montón de cosas que hacer todavía en estas Navidades y para el próximo año...


¿Alguien que me eche una mano con la tarea?

domingo, 9 de diciembre de 2012

Los polos opuestos se atraen

¿Los polos opuestos se atraen? Este es uno de los mitos clásicos en las relaciones de pareja y considerándolo un mito ya os podéis imaginar que no estoy muy de acuerdo con ello.

En primer lugar porque no creo que existan los polos opuestos. Hace poco ya publicamos que todos tenemos todas las características de personalidad que existen, que todos tenemos todo. Así que si todos somos todo... ¿Cómo vamos a tener un polo opuesto?

Cuando se dice que los polos opuestos se atraen significa que solemos sentirnos atraídos por aquello que (pensamos) nosotros no tenemos o que tenemos que desarrollar. Después de muchos años haciendo terapia de pareja te das cuenta de que las personas no se juntan por casualidad y que cuando vienen a terapia es porque se están resistiendo a aquello que tienen que evolucionar en sí mismas pero que les saca de su zona de confort y eso es siempre difícil.

Si por ejemplo una persona es muy estricta y estructurada ¿Qué tiene que desarrollar de si misma? Pues esa flexibilidad y desorden es lo que seguramente le atraerá de otra persona. Al fin y al cabo, su exceso de estructuración le hace sentir esclava y se siente atraída por aquello que le haría más libre que es desarrollar lo que supuestamente "le falta". Esa atracción por lo que no tengo se vuelve incomodidad cuando el desorden de la otra persona me saca de mi zona de confort y me obliga a vivir de una forma diferente a la que me da seguridad. Y entonces ¿Qué hacemos? Pues hay dos opciones:

- La primera y más usual es rechazar el rasgo que muestra la otra persona con mil y una justificaciones (todas ellas verdaderas) que explican porqué ser estructurada es mejor y más razonable que ser desordenada.

- La segunda es sentir el malestar que nos produce que se nos saque de nuestra zona de seguridad y confort, conectar con nuestro Ser para ir ampliando nuestro espectro de posibilidades y avanzar en nuestra libertad para seguir con nuestra evolución vital.

Y como suele ocurrir, pese a los beneficios obvios de la segunda opción, la mayoría de nosotros solemos elegir la primera porque, parafraseando a Silvia Salinas, es más fácil pelearse con el otro que con nosotros mismos. Pero por más que rechacemos a la otra persona, antes o después acabaremos siendo atraídos por otra igual. No podemos olvidar que nuestra esencia nos impulsa hacía nuestra evolución y nuestra libertad de las cadenas que creamos por los miedos del pasado.

Cuando el Amor que sostiene una relación es sólido nos dará la energía suficiente para enfrentarnos a nuestros miedos y nos permitirá mantenernos en esa zona de disconfort que nos permita evolucionar. Al final, la pareja es una de las maneras más eficaces para poder expandir nuestras limitaciones y permitirnos ser nosotros mismos. Como decía Carl Jung "todo lo que nos irrita de otros puede llevarnos a un mejor entendimiento de nosotros mismos".

El enamoramiento, según los griegos antiguos, es una exageración de las similitudes. Solemos enamorarnos en un principio de alguien con quien compartimos los rasgos que más nos gustan de nosotros mismos. Pero tengo la firme creencia que si solo compartimos cosas en las que nos parecemos antes o después acabaremos aburridos (de nosotros mismos en el otro) y tras esa primera fase de locura la pasión se desvanecerá, al fin y al cabo esa relación no tiene ninguna utilidad para nuestra evolución. Cuando nos enamoramos aparentemente por nuestras similitudes pero debajo hay una atracción todavía mayor por nuestras diferencias entonces, tras la fase de enamoramiento, nos encontraremos con el reto de afrontar lo que tenemos que desarrollar y esa relación seguirá estimulándonos. El problema es que a veces no tendremos la valentía para enfrentarnos a nosotros mismos y la proyección de nuestras carencias se convertirá en acusaciones y resentimiento hacía la otra persona.

Si la fantasía que te has construido de la otra persona no cuadra con la realidad, o incluso si es muy diferente como estamos viendo aquí, tendremos dos opciones, tratar de empezar a conocer y amar la realidad de la persona que tenemos delante o culpar (a ella o a nosotros mismos) de no ser lo que nosotros nos habíamos imaginado. Todo esto forma parte del enamoramiento, Amar supone aceptar los dos polos opuestos en nosotros mismos y en la otra persona.

Por otra parte, si todos tenemos todas las características de personalidad ¿Por qué nos enamoramos de una persona y no de otra si al fin y al cabo todas somos "iguales"? Cada persona tiene un diferente sistema de valores y concede importancia a unas cosas más que a otras coincidiendo con ese sistema. Una relación puede funcionar cuando, además de ayudarnos a evolucionar, los miembros que la forman comparten los valores más importantes para cada uno. Si en aquellas cosas más importantes para nosotros coincidimos entonces podremos estar en desacuerdo con aquellas otras que no sean tan prioritarias. Así que al final, parece que más que los polos opuestos los que se atraen son los polos parecidos siempre y cuando estemos completos. El gráfico del ying y el yang es un hermoso símbolo de este concepto, solo estaremos completos cuando integremos nuestras zonas de luz (las que amamos) con las de sombras (las que rechazamos) y a partir de ahí podemos compartir nuestra luz con otra persona amándola completa.

Las personas que elegimos para que nos acompañen en el camino de la Vida suelen ser aquellas con las que compartimos los valores más importantes para nosotros, lo que quizá nos queda para construir un mundo más tolerante y pacífico es aprender a, una vez aceptadas en nosotros mismos, respetar las diferentes prioridades de los demás.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Mierdamatrix

Hace tiempo, en un curso de atención al cliente para los agentes únicos de la EMT creé esta historia que nunca me he atrevido a publicar por sus aspectos escatológicos. Pero por una sugerencia me atrevo a hacerlo ahora unos diez años después de contarla por primera vez.

Vivimos en un mundo muy competitivo en el que lo que haces bien apenas es valorado, "es tu trabajo", "es lo menos que puedes hacer, ser profesional" te suelen decir cuando haces las cosas bien. Sin embargo, cuando cometemos un error, por pequeño que sea éste, normalmente se nos señala que lo hemos hecho mal en un instante y la noticia vuela por la empresa como la pólvora. Y esto no solo ocurre en el mundo laboral, en el personal es muy parecido ¿Cuántas cosas hace nuestra pareja por nosotros que damos por sentado y no agradecemos? Y... ¿Quién se calla cuando hace algo que nos molesta?

Así que si cada vez que hacemos algo bien se nos valora con un +0,2 y cada vez que hacemos algo mal se nos puntúa con -7,0 ¿Cómo está la mayoría de la gente? Pues en negativo, sintiéndose muy insegura y por tanto con un estado de estrés que facilita la agresividad y el estar a la defensiva.
Este estado de negatividad yo lo simbolizo con que la gente lleva un trozo de mierda en las manos, algunas personas llevan un trozo pequeño y otras uno muy grande.

Y cuando tienes un trozo de mierda en las manos ¿qué deseas por encima de todo? Pues soltarla ¿Y cuál es la manera más fácil de soltarla? Sin duda, tirársela a otro.

Ante este hecho que no podemos evitar he observado que hay tres tipos diferentes de personas:

El porcentaje más numeroso, de largo, son los que yo llamo los "intercambiadores de mierda". Este tipo de personas, cuando alguien les echa su mierda la cogen y, como no es suya, pues se la tiran de vuelta al que se la tiró antes y, de paso, como no se nota, le ponen un trozo de la suya propia a esa que devuelven. El problema es que cuando alguien te echa su mierda y tú la coges esa persona olvida instantáneamente que es suya así que, cuando tú se la tiras de vuelta, la persona percibe que eres tú el que le echa mierda y vuelve a devolvértela, haciendo circular y eterno el proceso. En un intercambio de mierda finalmente el que es más fuerte hace que el trozo grande se lo quede el otro, pero en el proceso los dos quedan pringados hasta las orejas. Una variante del intercambio de mierda es aquel que alguien le tira su mierda, la coge y, como no puede devolvérsela a quien se la tiró, se la tira a una tercera persona.

El segundo grupo, un porcentaje de personas muchísimo menor que el anterior, son las que yo llamo las "mierdamatrix". Son esas personas que cuando alguien les tira su mierda... la esquivan.
Cuando haces el mierdamatrix y la mierda, que no puede estar perdida en el espacio, vuelve a quien te la tiró lo normal es que eso le enfade todavía más. No podemos olvidar que están muy acostumbrados a que los demás sean intercambiadores y la cojan, así que posiblemente ocurrirá que te la vuelva a tirar todavía más fuerte. Si la vuelves a esquivar más les molesta así que más fuerte te la tiran pero antes o después todos recuerdan el dicho que dice "si hay que ir se va, pero ir pa' na' es tontería" así que dejan de tirártela para, supongo, tirársela a otros.

El tercer grupo, el menos numeroso de todos, es el de las personas que denomino "buscadores de mierda". Es el integrado por esas personas que alguien tira una mierda a lo alto y parece que van a buscarla. Son esos típicos que te dicen "¿y tú qué miras? ¿me estás mirando?" buscando bronca a la menor excusa que tienen. ¿Por qué alguien es un buscador de mierda? Pues porque tiene tanta mierda encima que necesita cualquier pequeña excusa para tirartela toda.

Pues bien, tú puedes elegir a que grupo pertenecer porque quizá no tengas poder para evitar que la gente desde su inseguridad te lance su mierda, pero para lo que si tienes un poder absoluto es para responder a ese estímulo como tú decidas, intercambiando, esquivando o buscando. Sólo de ti depende, elige bien.

Eso si, si eliges el mierdamatrix como esperamos, no puedes olvidar que primero tienes que limpiar toda esa inseguridad que llevas contigo porque si tú tienes un gran trozo encima será difícil que puedas esquivar nada. Puede parecer difícil pero, sin duda, merece la pena.

martes, 25 de septiembre de 2012

Camino para la reconexión con el Ser


Cuando tenemos un malestar es porque, de una manera u otra, nos hemos alejado de nuestra verdadera esencia, de nuestro Ser. Hay veces que la Vida nos pone unos retos delante tan complicados que es normal sentirnos mal cuando los afrontamos. Pero incluso en estas situaciones difíciles lo que marca la diferencia no es tanto lo que nos ocurre sino lo que hacemos con lo que nos ocurre.
Inspirado por un documento que me llego por internet llamado "Camino hacía el refugio interior" he intentado hacer unas instrucciones sencillas que nos mantengan en el camino de conexión con nuestro Ser. Que nos den fuerza para, por un lado afrontar los momentos difíciles “reales” y, por otro, evitar todo ese malestar, especialmente la ansiedad y la depresión, provocado por las historias que construimos y nos contamos a nosotros mismos que nos meten en el río turbulento de los pensamientos y nos alejan de nuestra esencia.
Empezamos por una situación en la que se produce lo que hemos llamado un “estallido emocional”. Una situación que nuestro sistema de alarma interpreta como un peligro y que pone en marcha la respuesta defensiva de nuestro cuerpo a través de la respuesta de “ataque-huída-congelación” desarrollada a través de las emociones básicas: rabia-miedo-tristeza.
Cuando un estallido de esas características se produce tenemos dos opciones, la más frecuente es juzgar lo que nos está pasando, como la emoción decide (y nos sentimos mal) y la razón justifica (buscará los motivos que expliquen ese malestar) juzgaremos esa situación como “mala”. Ese juicio retroalimenta la sensación de peligro de nuestro sistema limbico (nuestro sistema emocional de alarma) y como la respuesta del cuerpo ante el peigro son precisamente los síntomas (enfado, ansiedad o depresión) que estábamos viviendo pues estos aumentarán, serán juzgados como todavía peores y eso hará que sigan aumentando. Es decir, entramos en un círculo vicioso que se retroalimenta a sí mismo y que nos quita las riendas de nuestra vida.
Como alternativa a estos tenemos la posibilidad de entrar en el camino hacía nuestro Ser, que consta de los siguientes pasos:
1. Parar, hacernos presentes. Eso significa pararnos a observar lo que está ocurriendo en vez de huir hacía adelante a través de mil y un juicios valorativos de lo que nos pasa. Estar presente significa darnos unos segundos para estar “aquí y ahora” con eso que sentimos, sin proyectarlo hacía el futuro con nuestros pensamientos.
2. Sentir la sensación en el cuerpo. Como el peligro se siente desde una estructura cerebral muy primitiva y emocional vamos a tratar de llegar hasta ella a través del cuerpo que es el que nos conecta con esa parte emocional. Para ello, lo mejor es cerrar los ojos, observar donde sentimos la tensión en el cuerpo y, en vez de juzgar lo que sentimos, intentar controlarlo y volver al río turbulento de los pensamientos, abrir un espacio para sentir esa sensación. “Es sólo una sensación, escucha a tu cuerpo, abre espacio, es solo una sensación…”
3. Hacernos amigos de la emoción. Cuando, al juzgarlas como “malas”, luchamos contra las emociones que sentimos y queremos quitárnoslas de encima lo que hacemos es aumentar la sensación de “peligro” del cerebro emocional y entrar en el círculo vicioso de la ansiedad. Las emociones son una reacción del cuerpo que tiene como objetivo protegernos, mantener nuestra vida a salvo. Incluso cuando aparecen en un momento en el que no son necesarias porque no hay un peligro real, lo justo sería que agradeciésemos su presencia y las dejásemos pasar.
Toda emoción sigue un proceso, salta cuando hay un peligro, sube muy rápidamente y, cuando llega a un punto y ha hecho su función, empieza a bajar. Pero si nos asustamos por la propia emoción y tratamos de controlarla ponemos un muro que impide su desarrollo y empezamos una pelea en la que una parte de nosotros trata de bloquear la emoción mientras que otra parte trata de que la emoción haga su proceso. Esta es una lucha a veces eterna que nos hace perder mucha energía sin ningún beneficio. Déjemos pues que las emociones se expresen (a través del cuerpo, no es necesario lanzarlas contra nadie) y que se vayan.
4. Dejar que pasen los pensa-mientos. Cuando nos sentimos en peligro, se activan zonas del cerebro emocional que toman el control de nuestro cuerpo y llegan a desactivar las zonas más corticales del cerebro inteligente. Con la frase “La emoción decide y la razón justifica” el psicólogo Roberto Aguado nos explica como, cuando el sistema límbico se activa en modo “peligro” lo que pensamos se dedica solamente a justificar nuestra emoción. Así, si estamos enfadados buscaremos (o crearemos) motivos que justifiquen nuestro enfado y si tenemos miedo imaginaremos toda seríe de cosas que justifiquen ese miedo. Es por eso que los llamamos pensa-mientos, porque son mentiras al servicio de nuestra supuesta emoción. Detrás de una tormenta siempre está el sol, si en vez de darle vueltas a las nubes simplemente dejamos que pasen, antes o después volveremos a tener un día despejado. Si por el contrario me creo todas esas historias que mi mente construye para darle un sentido a lo que siento, entonces ya no tendré el miedo o la tristeza por lo que en realidad ha pasado sino por la historia que yo he construido (que suele ser mucho peor que la realidad).
5.  Enraizarme. Muchas veces, al estar manejados por nuestras emociones, perdemos la estabilidad y nos sentimos a merced de los vientos y las corrientes. Enraizarnos significa pararnos a sentir la Tierra bajo nuestros pies, podemos imaginar que de las plantas de los pies nacen unas raíces que nos afianzan al suelo, que nos dan seguridad y que nos alimentan con la esencia de la Tierra. Somos parte de este mundo y en ocasiones es preciso recordarlo sintiendo los pies en el suelo.
Podemos también imaginar que en lo alto de nuestra cabeza se abre un hueco y sentir como la energía del Universo, a través de una luz blanca por ejemplo, nos llega. Conectando las energías del Universo y la Tierra a través de nosotros.
6. Sentir la respiración. La respiración es nuestro centro, por eso en los momentos difíciles sentir la respiración nos ayuda a volver al equilibrio necesario para afrontar lo que acontezca. Como para reaccionar con la respuesta de ataque o huída nuestros músculos necesitan oxígeno es normal que la reacción instintiva sea acelerar la respiración para captar más. Pero esa acción, por una parte manda el mensaje de más peligro y por otra hace que muchas veces respiremos tan rápido que nuestros pulmones se llenen, es por eso la persona siente que no le entra el aire ¡tiene difícil entrar si ya están llenos! El ejercicio seria soltar el aire, muy poco a poco, como si soplasemos por una pajita, hasta vaciar los pulmones y, una vez vacíos, dejar que el aire vuelva a entrar tratando de llevarlo a la zona inferior de los púlmones, al “estómago” para hacer una respiración más completa y más lenta. Al enlentecer la respiración activamos el sistema parasimpático que es incompatible con el sistema simpático que es necesario para hacer la respuesta de ataque o huída.
7. Conectar con mi “niño” interior. La mayoría de los miedos que nos provocan ansiedad o depresión no son miedos actuales, sino memorias que grabamos cuando eramos niños, un momento en nuestra vida en el que éramos muy vulnerables y muy dependientes de los demás. Como en el sistema límbico no hay pasado-presente-futuro sino que trabaja en presente, cuando se activan esas memorias reaccionamos como si fuesemos niños, con la misma sensación de falta de recursos y de dependencia. ¿Y qué necesita un niño cuando tiene miedo? Pues ser escuchado, acompañado y ser tratado con cariño. Con la simple presencia amorosa de un adulto es suficiente. El problema es que nos solemos enfadar con esa parte de nosotros que tiene miedo, la juzgamos, rechazamos o abandonamos, que seguramente es lo mismo que sufrimos de niños cuando grabamos esa memoria. Así que, quizá un día ocurrió de verdad, pero hoy somos nosotros los que, ya adultos, abandonamos a ese niño que también somos nosotros. La solución pasa por, a través de los puntos anteriores, estar presentes con ese adulto que ahora somos ante ese niño dolido o atemorizado que un día fuimos.
8. Cuidarme y darme permiso. Muy conectado con el punto anterior la clave está en permanecer a mi lado y darme permiso para aquello que estoy sintiendo. Al fin y al cabo “lo que es es” y por mucho que me pelee contra ello no va a cambiar. Así que lo mejor es abrir un espacio para estar a mi lado con Amor y centrarme en lo que SI puedo hacer en vez de dejarme llevar por todos esos noes que está fabricando mi pensa-miento. En ocasiones para sentir seguridad debemos tener un objetivo que sea realizable y ante el que yo pueda hacer algo. Repetirme todo lo que no puedo hacer o lo que no quiero no me ayuda a acercarme a lo que si deseo así que… ¡empecemos a poner “síes” en nuestra vida!
9. Permanecer aquí y ahora. En realidad esta es la instrucción básica y se puede llegar a ella desde cada uno de los puntos anteriores. Estar presente en el ahora nos conecta con quienes somos en realidad, más allá de las personalidades que nos hayamos construido. Todos los miedos, (obviamente exceptuando los reales,  cuando tenemos a alguien que nos pone una navaja en el cuello o nos encontramos con un depredador) están en el futuro. Surgen de pensar que el futuro nos deparará más dolor que placer, que nos hará sufrir o que lo pasaremos mal. Pero todas esas cosas no son más que nuestra imaginación creando escenarios que no están pasando y, por tanto, que no existen. Quizá sea mucho más útil centrarnos en el presente, conectar con nuestra seguridad esencial y desde ahí, en contacto con nuestros recursos y lo que si podemos hacer, afrontar cualquier reto que la vida nos ponga delante.
Por otro lado, lo mismo ocurre con la culpa pero está vez en el pasado, nos sentimos culpables cuando creémos que hicimos algo malo que no tenía el mismo componente de bueno. El pasado y el futuro no existen porque solo podemos vivir el momento presente, así que estar aquí y ahora es la única manera de sentirse vivos y libres.
Una vez llegados aquí, tras hacer todos los pasos, será más sencillo conectar con ese Amor que en esencia somos antes de poner todas las barreras protectoras. Será más fácil volver a conectar con ese Ser perfecto que, en realidad, somos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Personas

Hay personas que te cambian la vida.

Hay personas que llegan en el instante preciso y, queriendo o sin querer, tocan la tecla que necesitas en ese momento para superar tu aletargamiento, tus limitaciones o tus creencias obsoletas. En ocasiones tocan la tecla que tú tienes ahí expuesta para ser tocada. Otras tocan justo esa que más escondías, la que más tratabas de proteger y de mantener alejada de miradas curiosas. Algunas veces te das cuenta de que la han tocado al instante y te da tiempo a agradecer lo recibido. Otras te das cuenta mucho tiempo después, sin tiempo ya para agradecer o, incluso, pedir disculpas por la agresión emitida a cambio del regalo inesperado y muchas veces incómodo. Y te das cuenta que, de haberlo sabido, no te hubiese gustado dejarlas ir. Y que te arrepientes de haberles culpado de tu dolor cuando en realidad solo te estaban dando la oportunidad de curar esas heridas enquistadas del pasado, pero es que abrir los limites y las defensas suele ser incómodo, tanto como necesario.

La Vida es sorprendente e impredecible pero los vínculos lo son todavía más. Las relaciones con otros seres humanos son, sin duda, las experiencias que más nos hacen crecer. Y cuanto más crecemos más enriquecedoras son nuestras relaciones. Aunque hay relaciones que son enriquecedoras desde el principio, son tan mágicas que no dependen de nada, simplemente son dos seres humanos conectando en planos que no podemos explicar.

A veces los vínculos se cuecen a fuego lento y van creciendo toda una vida, superando cambios vitales,  tormentas y esos errores variados tan humanos que solemos cometer con los que tenemos más cerca.
Otras son un chispazo que ilumina todo por un instante para luego difuminarse como los colores de un cohete de fuegos artificiales en el cielo.

A veces vienen y van, es alucinante esas personas que aparecen justo en el momento en el que las necesitas para desaparecer luego otras decenas de meses. Aunque por mucho que estén desaparecidas han dejado un poso en tu corazón que te hace sentirlas cerca más allá de tiempos y distancias.

Unas veces vienen personas a despertarnos de largos letargos, "¡espabila!" era la frase preferida que me decía una de esas personas especiales hace unos meses. Mientras que otras lo que vienen es a frenarnos, equilibrarnos, a ayudarnos a pisar más sólido.

Las hay que nos acompañan toda la vida y las que caminan con nosotros unos instantes. Las que nos toman de la mano y las que nos empujan. Las que nos roban una sonrisa y las que nos liberan de unas lágrimas que sobraban. Las que nos enseñan directamente y las que son mucho más sutiles. Las hay que las damos por sentadas y nunca les agradecemos lo suficiente porque estamos demasiado pendientes de lo que no nos dan para ver que lo que nos han dado supera con mucho a lo que anhelamos. Las hay que darían la vida por nosotros y las que nos matarían, normalmente haciéndonos  más fuertes.

Hay seres humanos de diferentes creencias, culturas, razas, opiniones, criterios, valores, estilos... y cada uno de ellos es tremendamente especial y, si se ha cruzado en nuestra vida, es que tiene algo para nosotros. Abre los ojos, mira a los ojos, mira al corazón, siente el Alma, cada persona es especial y si bajas un poquito las barreras te tocarán con su magia, de la manera adecuada, aunque no siempre de la que tú esperas.

Yo hoy soy especialmente consciente y agradezco de manera especial a todas las personas con las que tengo la suerte de haber compartido algún tramo de este mágico camino que es la Vida. Me siento afortunado, muy afortunado.




lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Vale la pena? Un homenaje al profesorado

En los últimos tiempos Avatar Psicólogos ha tenido la oportunidad, generalmente a través de los CEP (Centros del Profesorado) de Málaga, Ronda, Antequera, Marbella y Vélez, de contactar con cientos de profesores y profesoras y compartir con ellos su problemática, sus dificultades y su compromiso de mejora constante.

Hoy que es el primer día del curso 2012/13 queremos pararnos un segundo a rendir homenaje a todas esas personas que dan lo mejor de sí mismas para que otras, en el futuro, estén preparadas para dar lo mejor de ellas y conseguir los retos que se propongan. Sabemos que empezáis el nuevo curso con ilusiones renovadas, con ganas de superar las dificultades antiguas, con fuerza y carácter para enfrentar los recortes con los que se presenta el nuevo año.

Os admiramos.

Y para que no olvidéis que nosotros no olvidamos os dejo este pequeño cuento, que algunos me habréis oído en los cursos, que nos recuerda que vuestro trabajo, por muchos sin sabores que a veces tenga siempre merecerá la pena.

Un fuerte abrazo y... ¡mucha ánimo para el nuevo curso!

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En un paraje de sol y de paz, se hallaba un escritor que vivía junto a un pequeño poblado de pescadores. En su tranquila vida, cuando llegaba el amanecer, daba un largo paseo por la orilla del mar. Un día como tantos otros, divisó a lo lejos a una joven que parecía bailar sobre la orilla. Conforme se fue acercando, comprobó que la hermosa muchacha recogía estrellas de mar halladas en la arena y las devolvía, con gracía y ligereza, al océano. "¿Por qué hace eso?", preguntó el escritor un tanto intigrado. "¿No se da usted cuenta?", replicó la joven, "con este sol de verano, las estrellas se secarán y morirán si se quedan aquí en la playa". El escritor no pudo reprimir una sonrisa, y contestó: "Joven, existen miles de kilómetros de costa y centenares de miles de estrellas de mar... ¿Qué consigue con eso? Usted sólo devuelve unas pocas al océano". La joven, tomando otra estrella en su mano y mirándola fijamente, dijo: "Para ésta ya he conseguido algo", lanzándola al mar. Al instante, dedicó una amplia sonrisa y prosiguió su camino por la playa. Aquella noche el escritor no pudo dormir... Finalmente, cuando llegó el alba, salió de su casa, buscó a la joven a lo largo de aquella dorada arena, se reunió con ella y, sin decir palabra, comenzó a recoger estrellas y devolverlas al mar.

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¿Basta una sola estrella de mar? ¿Una sola? ¿Basta un sólo alumno/a? Como excelentemente expresa Jose Mª Doria, la vida es un valor que no habla el idioma de la cantidad, sino que, más bien, se desenvuelve en las suaves brisas de la cualidad. Cuando ofrecemos a un solo niño, a una sola niña, esas acciones que permiten cubrir sus carencias, afectivas, intelectuales o culturales, cuando trabajamos para satisfacer esos deseos básicos de los que hemos hablado en otras ocasiones en este blog, estamos haciendo una labor que no tiene precio, que es imposible de cuantificar, nunca podremos saber el alcance de ésta actuación, de este esfuerzo que hacemos por ofrecer una segunda oportunidad a ese alumno o alumna que tanto en su familia como en otros ámbitos de su microcontexto está siendo rechazado, agredido o abandonado.

¿Merece la pena?


martes, 28 de agosto de 2012

Polarización y deshumanización de las ideas

La falta de un liderazgo eficaz en los últimos años unido a la crisis económica, y posiblemente de nuestro modelo social, son las posibles causas de una polaridad política que percibo cada vez más acentuada en nuestro país. Es frecuente encontrar en las redes sociales personas que realizan criticas feroces a un partido político por hacer cosas que ocultan, entienden o justifican en la opción política que ellas defienden.

Me sorprende y me preocupa esta deriva que están tomando las opiniones de uno y otro lado porque es bien sabido que para salir de una situación difícil lo más eficaz suele ser el trabajo en equipo y el aunar las fortalezas de cada una de las partes. Mientras que la pelea interna, el autoengaño y la permanente justificación acusando al otro de lo que va mal no solo no ayuda a mejorar nada sino que suele perjudicar el desarrollo de soluciones creativas a los problemas. Decía Stephen Covey que si no eres parte de la solución eres parte del problema y cada vez tengo más la sensación de que estamos tan inundados por nuestras creencias polarizadas que engordamos más el problema que aportamos soluciones. Desgraciadamente, cuando nos enfrentamos a una situación difícil que nuestro cerebro detecta como peligrosa suele tomar las riendas de nuestra toma de decisiones la parte emocional, dejando a la parte racional en un segundo plano. Hemos repetido hasta la saciedad ese mantra de Roberto Aguado que dice "La emoción decide y la razón justifica". El problema es que el cerebro emocional no es el más adecuado para solucionar los problemas a los que nos enfrentamos actualmente. Y el cerebro inteligente, que si podría encontrar soluciones, está demasiado ocupado buscando justificaciones para los miedos del emocional que no tiene tiempo de usar sus recursos creativos para solucionar las exigentes y complejos retos a los que nos enfrentamos.

Hace unos años nuestro país vivió la situación más terrorífica que se puede vivir, una guerra civil. Creo que es el peor escenario que podemos imaginar, personas enfrentándose, traicionando e incluso matando a otras que hace unos días eran sus vecinas o sus amigas, todo ello justificado por una ideología. Unas ideologías que para conseguir validez tienen que buscar enemigos, tienen que encontrar opuestos a los que enfrentarse, amenazas ante las que unirse, diferencias que den un sentido a su identidad. Cuando polarizamos las ideas: "nosotros" frente a "ellos", "izquierdas" y "derechas", "rojos" y "fachas", "nacionalistas" y "centralistas", etc. tendemos a dejar de ver a los otros como personas para cosificarlos en conceptos que por ser diferentes a nosotros son malos. Da igual que en el fondo estemos haciendo lo mismo, lo nuestro es "bueno" porque es nuestro, lo suyo es "malo" porque es diferente a lo nuestro y por lo tanto lo diferente a lo bueno solo puede ser "malo".

Este deshumanización de los que no piensan como nosotros me parece peligrosísima porque es la base para que podamos agredir a los demás. Nuestros códigos morales no nos permiten agredir a un ser humano, pero si nos permiten agredir a una cosa, a un "rojo", a un "facha", a un "capitalista", a un "perro flauta"... Al hacer a cada una de esas personas objetos negativos es más fácil justificar nuestra agresión hacía ellos. Y como al agredirles estamos traicionando nuestro valores no nos queda más remedio que buscar justificaciones que nos permitan mantener nuestra contradicción interna y esconder nuestra auto-traición y nuestro autoengaño.
Y al crear esas justificaciones aumentamos la cosificación (son malos), más en peligro nos sentimos ante ellos y desde nuestro miedo a la diferencia más agredimos. Este circulo vicioso se ve aumentado porque con cada agresión que hacemos, más facilitamos que las personas que se encuentran en el otro polo encuentren motivos para justificar su misma actitud y puedan cosificarnos de la misma manera que nosotros estamos haciendo con ellos. Estamos haciendo exactamente lo mismo pero, por supuesto, la culpa es del otro.

Desde estas páginas invito a las personas a reflexionar sobre nuestros niveles de autojustificación y autoengaño. Podemos estar más o menos de acuerdo en las medidas a tomar para salir de esta difícil situación social y económica, podemos discutir ideas (especialmente si son intentos de solución), estar en desacuerdo... pero creo que tendríamos que esforzarnos para no cometer el error de juzgar a los que no opinan como nosotros como "malos" y menos insultarlos o deshumanizarlos. Al fin y al cabo solo podemos aprender algo de aquellas personas que opinan cosas diferentes a nosotros ¿no? y cuanto más a fondo conozcamos una idea más podemos desmontarla con criterio así que... ¿Por qué no empezamos a escucharnos? ¿Por qué no cambiar critica por curiosidad? Si una persona adulta e inteligente opina algo tan diferente ¿Qué información tendrá que yo no tengo? ¿Que valores sustentarán sus opiniones?
Repito, podemos seguir en desacuerdo y defender ideas y valores diferentes pero sin olvidar que la persona que tenemos enfrente defendiendo algo distinto es ni más ni menos que eso, una persona.

Cuanto más diferentes sean las ideas más posibilidades habrá de encontrar una que de solución al problema, cuanto más diferentes sean las opiniones de los otros más amplían nuestro campo de visión y más nos enriquecen ¿Por qué no elegir entonces abrirnos en lugar de cerrarnos? ¿Por qué no elegir colaborar en vez de entorpecernos? ¿Por qué no elegir crecer en vez de inmovilizarnos?
Espero de corazón que no tengamos tanto miedo como para no poder empezar a hacerlo.

jueves, 9 de agosto de 2012

Eres Amor

Puedes gritar, criticar, insultar, golpear, enfadarte, romper, destrozar... asesinar...

Puedes correr, esconderte, huir, levantar barreras, destruir puentes, separarte, rechazar, empujar... romper lazos...

Puedes llorar, perder la esperanza, encerrarte, anularte, paralizarte, desvitalizarte, anularte... dejar de vivir...

Pero te pongas como te pongas... Eres Amor



sábado, 21 de julio de 2012

Todo lo que odiamos en los demás son los aspectos que no aceptamos en nosotros mismos

Esta es, sin duda, una de las frases que más polémica suscita en los cursos en los que se trabaja el autoconocimiento y la autogestión. ¿Cómo voy a ser yo igual que fulanito? ¿Cómo voy a tener ese rasgo? Eso es imposible, yo no soy un egoísta, maleducado, irrespetuoso, asesino, etc. etc.

Supongo que descubrir a través del espejo del otro esos rasgos que rechazamos en nosotros mismos es una de las cosas más difíciles de admitir. Aunque también es cierto que cuando podemos aprovechar la ocasión para descubrir eso que todavía no amamos en nosotros mismos y empezamos a amarlo nuestro camino de evolución habrá dado un paso hacía delante de incalculable valor.

Así que, antes de seguir, te invito a que recuerdes ese rasgo de personalidad que tiene esa persona tan diferente a ti y que tú tanto detestas...

Todas las personas somos todo. Todas poseemos todos los rasgos de personalidad, todas somos egoístas y generosas, buenas y malas, abiertas y cerradas, tolerantes e intolerantes, agradables y agresivas. Todas somos todo y cuando admitimos esto somos libres para poder elegir que rasgo de estas polaridades manifestamos en cada momento.

El problema es que cuando rechazamos alguno de estos rasgos de nuestra personalidad entonces ese rasgo nos gobierna la vida y podremos manifestarlo en los momentos en los que menos nos gustaría hacerlo. Son palabras de mi maestro John Demartini, "todo lo que no amas en ti, todo lo que rechazas te gobierna la vida".



¿Y por qué rechazamos aquello que somos? Pues seguramente porque hemos aprendido que algunas cosas son malas y que si las tenemos se convierten en un peligro para nosotros. Imaginemos que cuando somos niños nuestros padres nos han criticado severamente por ser egoístas, por no compartir nuestros juguetes con nuestro hermano pequeño, por ejemplo. Como desde nuestra dependencia como niños necesitamos de su cariño y aprobación para sentirnos seguros ¿Qué haremos con ese rasgo de personalidad? Pues rechazarlo, controlarlo y mandarlo a las más oscuras profundidades de nuestro ser. Nosotros no somos eso y de ello, para nuestro cerebro emocional más primitivo, depende nuestra seguridad y, en casos un poco más extremos, hasta nuestra vida.

Así creceremos rechazando nuestra parte egoísta y siendo, obviamente, muy muy generosos. Yo soy una persona generosa, no hay duda.

¿Y que ocurre cuando en nuestra vida nos cruzamos con una persona que está manifestando el rasgo opuesto, el egoísmo? Pues que al ver en el otro eso de nosotros que rechazamos nos recuerda que eso que hemos escondido profundo sigue perteneciéndonos y esa sensación, tan peligrosa, es la que rechazamos a través de atacar al otro. Es decir, atacamos en el otro aquello que no nos gusta de nosotros mismos. Y con cuanta más vehemencia lo hagamos es que más nos rechazamos a nosotros mismos en él. Ojo, que podemos simplemente elegir que no queremos compartir nuestra vida con esa persona, de hecho, solemos elegir para estar a nuestro lado las personas que comparten con nosotros valores y características, mientras que rechazamos las que manifiestan rasgos opuestos. Pero elegir no compartir tiempo con una persona no es rechazar emocionalmente, y mucho menos odiar, a esa persona por "como es" ¿Se entiende la diferencia? Si odio a alguien o le rechazo con un componente de emoción muy fuerte esa persona está expresando aquello que no acepto en mi misma, me hace de espejo de lo que no me gusta y por eso agredo al espejo, a ver si rompiéndolo deja de mostrarme lo que no quiero ver. Si simplemente no me gusta algo de alguien y elijo no compartir mi tiempo con ella, pero sin emoción, sin rabia y sin que se me remuevan las entrañas en su presencia, pues está reflejando un aspecto de mi que acepto en mi pero que elijo no manifestar porque no está en mis valores.

A modo de ejemplo.

- "¡Yo si va Cristina no voy!"- gritó Rocío como queriendo que su tono de voz expresase todo lo que sentía. "Es una egoísta y siempre hay que hacer lo que ella quiere, si ella va al viaje no contéis conmigo".
- "Pero Rocío, si es un viaje de empresa ¿como podemos dejarla a ella fuera?"- contestó Marta en un tono suave que quería rebajar esa tensión que sabía les llevaba a un callejón sin salida.
- "Me da igual, vosotras podéis ir si queréis, yo sólo digo que si va ella yo no voy, ¡no la soporto!"
- "Pero Rocío, si no pasa nada, si se pone tonta podemos pasar de ella e ir a nuestra bola". Esta vez intervino Vanessa, aunque sin muchas esperanzas de solucionar algo que ya había salido mal otras veces.
- "¡Qué no tías, que yo paso! Qué paso de estar allí y que luego ella quiera mandar donde tenemos que ir o dejar de ir, que ya me conozco sus escenitas, sus gritos y sus chantajes. Yo paso y si vosotras queréis ir pues vosotras veréis". 
Las palabras de Rocío no dejaban ni un resquicio para la duda, su opinión sobre Cristina era inamovible y todas sabían que si iban al viaje iban a tener bronca con ella para todo el mes, como mínimo. No ir al viaje era generar un mal rollo en el departamento que tampoco se podían permitir y, además, les apetecía ir.
- "Pero Rocío..."- Marta hizo el amago de hacer un último intento que Rocío cortó al instante alzando un poco más la voz.
- "¡Qué no! ¡No insistas! Si me voy de fin de semana es para hacer lo que yo quiera no para que alguien me esté diciendo todo el rato lo que tengo que hacer. Así que con esa yo no voy, no insistáis, ¡no seáis cabezotas!"


Es curioso como en muchas ocasiones al rechazar aquello que "odiamos" estamos haciendo precisamente lo mismo que estamos rechazando, pero claro, como lo hacemos nosotros no cuenta. Puedo criticar a alguien por ser egoísta sin darme cuenta del egoísmo que estoy manifestando al hacerlo.

Puedo manifestar abiertamente desde la plataforma por la tolerancia que hay que ser intolerante con la intolerancia... Claro, tengo muchos argumentos (o quizá justificaciones) para demostrar que mis ideas son buenas y las del otro malas y por eso hay que ser intolerante con ellas pero... ¿la otra persona no estará sintiendo lo mismo? El otro día en el muro de una amiga de facebook una persona comentaba con satisfacción y orgullo que había borrado a alguien de su lista de amigos porque sus opiniones eran "fascistas". A mi me pareció curioso eso de eliminar a alguien por sus opiniones...

Cada vez que una persona me hace sentir mal me esta ofreciendo el regalo de observar ¿Qué me pasa a mi que eso me hace sentir mal? El día que podemos amar todas nuestras características entonces no nos molestará que los demás las manifiesten. Ese día, seremos dueños de nosotros mismos y podremos elegir con libertad, según nuestros particulares valores, que persona deseo ser, si más egoísta o más generosa, si cuarto y mitad de tolerante pero intolerante con ciertos aspectos concretos, si abierta a las opiniones pero cerrada a las agresiones, etc. Siendo conscientes de que todo es neutro y que elegir ser de una manera u otra está determinado por mis valores y mis valores no son mejores ni peores que los de otra persona, simplemente son los que yo elijo porque conectan conmigo y me hacen más feliz.


Y, obviamente, a partir de ahí también puedo elegir con quien compartir mi vida. Normalmente elegimos como amigas a aquellas personas con la que compartimos los valores más importantes para nosotros. Solemos rechazar igualmente a aquellas personas que, en los aspectos importantes para nosotros, defendemos valores o criterios opuestos. No hay nada bueno ni malo en ello, podemos elegir que deseamos y de que nos rodeamos, pero cuando lo hacemos desde el amor, desde la aceptación y, en definitiva, desde la libertad nuestra vida toma un color diferente. Es difícil, si. Y merece la pena.

domingo, 8 de julio de 2012

Retales en mi Alma

Sintió el calor del sol entrando por su ventana, un sudor pegajoso cubría su cuerpo. Permaneció boca arriba, mientras las imágenes atravesaban su mente. No quería moverse. Sabía que el dolor aparecería de un momento a otro. Ese dolor que habitaba en su cuerpo pero pertenecía a su alma. Desde que Fran se marcho el dolor hacia su entrada triunfal siempre a la misma hora, siempre puntual, punzante y arrebatador. Solo tenía unos segundos de serena amnesia en ese lapso de tiempo comprendido entre que abría los ojos y conectaba  la mente, solo unos cuantos segundos y después la puñalada le desgarraba el pecho y ya no había vuelta a atrás se le quedaba ahí clavada a la altura del corazón. Que difícil era vestirse todas las mañanas para ir a trabajar, solo podía usar camisas, se tiraba un buen rato acomodando la empuñadura entre botón y botón. No le importaba, las camisetas no le sentaban bien, le daban un aire muy infantil que no le pegaba nada. Eso sí, ya no podía entrar a bancos ni viajar en avión, todos absolutamente todos los aparatos comenzaban a chillas cuando ella se acercaba y claro la gente podía cruzar el mundo con un clavo en la rodilla o una placa metálica en la cabeza pero no con un puñal en el corazón. Es que el corazón… le decían, el corazón es impredecible María,  mire si volando a miles de metros de altura al corazón se le da por expulsar su puñal y lastima a alguien o peor aún, si se clava en la susceptibilidad de algún pasajero. Ninguna compañía aérea estaba dispuesta a correr ese riesgo. Y claro ella lo entendía. Su vida había cambiado considerablemente desde ese día. Ya no podía subirse al metro o al autobús en hora pico la gente aprisionada en esos transportes como alubias en un frasco,  empujaban y presionaban el puñal sin enterarse siquiera y entonces cada vez se hundía más… María sabía que si toleraba el dolor era precisamente porque veía que era lo que lo estaba provocando por eso evitaba las horas pico. Si alguna vez el puñal se hundiera hasta el fondo y desapareciera de su vista por completo, solo quedaría el dolor, un dolor huérfano y amnésico que lo llenaría todo, sin recordarle a nada. Un dolor sin sentido, ensimismado, una mierda de dolor. No, ella no se merecía un dolor tibio… ya había pasado por eso, la ausencia de sentimiento la conectaba con la muerte. Por eso no se quejaba, porque si había algo que María tenía era memoria. Una memoria infinita, selectiva y muy apropiada que seleccionaba de manera impecable el acontecimiento correcto en el momento preciso, nunca un recuerdo equivocado, jamás un pensamiento descontextualizado, imposible un “no me acuerdo”. Cuando Fran entró a su vida era aun mas desdichada, arrastraba una enorme armadura obsequio de Raúl, último sobreviviente de una raza de hombre-erizo. Ahh cuanto amaba a Raúl, con que amor cosía sus camisas rajadas por las púas, con que entereza aguantaba el abrazo mientras sus púas se clavaban a fuego en su piel. Un día después de amarse casi hasta quedar inconscientes con el cuerpo rasgado y dolorido María despidió a Raúl. Supo que nunca más lo volvería a ver cuando la pesada armadura se ciño a su cuerpo. Empezó por sus piernas, trepando como una enredadera avanzando sin prisa pero sin pausa, subiendo incansable por sus muslos, abrazando sus caderas, sujetando la columna, el esternón, los pechos como una delgada pero solida malla que la envolvía hasta el cuello. Y así estuvo arrastrándose durante años sin sentir nada, absolutamente nada, ni frio, ni calor. Muerta a los sentidos y las sensaciones, viva a la mente como una burbuja frágil, volátil, psicópata, desconectada de todo lo que la rodea. Años amorfos, uniformes, desolados. Y entonces conoció a Fran lanzador de cuchillos de un circo perdido en el tiempo, rodeado de mujeres barbudas y enanos saltarines. Cuando Fran vio a María por primera vez supo que estaba hecha a su medida, no hay nadie más adecuado para un lanzador de cuchillos que una partenaire cubierta de metal ferroso, que relajados eran sus días junto a María sin pensar siquiera en errar un tiro, sin el mínimo cuidado, sin preocuparse por el viento, la distancia, sin afinar la puntería. Lo cierto es que un día como cualquier otro María sintió calor, un calor tímido y escurridizo que empezaba  en su nuca y se deslizaba hacia abajo como cobrando fuerza, como una pequeña bola de nieve que crece ladera abajo, tan contundente, tan escalofriante  y a la vez  tan abrazador… toco su cuerpo hasta entonces helado y rígido, y descubrió que estaba blando, cálido, acaricio sus muslos, su abdomen, sus pechos y no pudo contener las lagrimas, tanto tiempo sin sentir… tanta vida sin su cuerpo. Lloró, cascadas y ríos, lloró lagos y charcas con nenúfares,  hasta que la habitación  se lleno de lagrimas y flores. Nadó hasta la ventana y sintió el aire rozando su piel. Frente a su casa la carpa del circo, le recordó a Fran, no le diría nada, no quería perderlo, al fin y al cabo ella podía fingir, eso no le representaría un gran esfuerzo, todo sea por sentir un poco… pero no fue tan sencillo la efímera felicidad apenas le rozo la punta de los dedos,  escapo del pueblo una fría mañana de enero cuando su amante circense confiado se asomó por la ventana y con su amplia y luminosa sonrisa doblando el brazo en un movimiento fugaz soltó como tantas veces un puñal, afilado, preciso, contundente,  esperando que sonara la hermosa campanada, un Toing resbaladizo, precoz y desafiante. En vez de eso un sonido a hueso y decepción salió del pecho de María que acababa de dar una media vuelta con los brazos abiertos bailando aquella canción que hacia tanto no cantaba...

El circo levanto a sus mujeres barbudas que se habían convertido en las reinas de los bares del pueblo, sus enanos saltarines y a un devastado lanzador de cuchillos que no podía levantar la vista de la punta de sus zapatos.

El puñal al fin se materializo en su pecho, puntual, punzante y arrebatador como cada mañana. María se levanto y se metió en la ducha. Sintió el agua caliente corriendo por su cuerpo. Sonrió. Al fin y al cabo, nunca le gusto viajar en avión. 


Mariela Mazza
Terapeuta Transpersonal