jueves, 31 de diciembre de 2009

Una última mirada al espejo

Foto: Jesús Chacón www.jesuschacon.com

Un año más nos toca confrontarnos con nuestra imagen en el espejo. Ser honestos y preguntarnos si las cosas están bien... si fueron bien...
Repasar qué es lo que queda de aquellos deseos que pedimos hace un año... Algunos de ellos se transformaron en realidad y pintaron una sonrisa en nuestra cara, otros no fueron lo que esperábamos, algunos nos abandonaron, otros quizá fueron abandonados por nosotros...
Tenemos que ubicar en el año que se va todo aquello que nos llegó por sorpresa... despedidas, reencuentros, ascensos, caídas, la soledad no buscada, huidas, oportunidades, el duro desamor o incluso el amor, de nuevo...
2009 se recordará como "el año de la crisis" y de ahí elegimos si nos quedamos con la parte de peligro o con la oportunidad.

Desde Avatar os invitamos a lo segundo, a asumir que las cosas siempre son un poquito mejorables si trabajamos en ellas pero muy empeorables si abandonamos. Que lo mejor que tenemos es eso que ves cuando te miras al espejo...

Que TÚ eres lo mejor que tienes...

Que el presente tiene dos caras: o lo vivimos hacía el futuro o lo hacemos hacía el pasado ¿Por qué no nos lanzamos, ya de una vez, y elegimos el presente continuo, ese que avanza permanente hacía el futuro? Mas que nada por un tema de practicidad, porque el pasado no se puede cambiar, pero el futuro si...
Quizá podamos borrar los personajes de una fotografía usando photoshop, pero no existe un photoshop para nuestra memoria. Afortunadamente todo suma y tú eres el resultado del sumatorio de todos y cada uno de los días de tu vida y así eres perfecto, perfecta, para la misión que has venido a completar en esta vida. Lo que si podemos hacer es ordenar las piezas de nuestro pasado, traer cerca algunas y alejar otras, amplificar las que nos regalan más luz y disminuir aquellas que ya no aportan... En definitiva ¿y si enfocamos el resultado hacia lo que viene? Puede ser una buena idea para el año que entra.

Pero antes de eso es recomendable tomarnos unos segundos, cerrar los ojos, concentrarnos en nuestra respiración y sentir nuestro cuerpo, sentir nuestro cuerpo y agradecer todo lo que el año que se va nos a traído, dejando que esa consciencia que es capaz de ver más allá de los hechos concretos descubra los regalos escondidos en cada uno de los acontecimientos que fueron construyendo este año de nuestra vida. Agradecer aquello que nos acaricio e hizo de esos momentos algo mágico, lo que nos dolió y nos hizo algo más fuertes, lo que se fue dejando más espacio a lo que está por venir, que sin duda será mejor si mantenemos abierta la puerta del corazón, lo que ésta y podemos seguir disfrutando, lo que nos unió, lo que nos rompió en mil pedazos dándonos la oportunidad de juntarlos de una manera diferente, nueva, más acorde a lo que de verdad somos, en definitiva todos y cada uno de los acontecimientos sucedidos porque nada, nada, es casualidad y todo ocurrió por algo. Es nuestra responsabilidad el saber utilizarlo y seguir creciendo, cada vez más libres, cada vez más unidos a la esencia, cada vez más felices, cada vez más agradecidos...

Como decíamos en nuestra felicitación navideña, que el 2010 ilumine vuestros pasos y os colme de deseos elegidos desde la consciencia ¡Feliz Año! y muchas muchas gracias por este año compartido.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Controlar... lo controlable



Somos los grandes diseñadores de nuestro destino. Y no me refiero con ello a que nuestro ego, nuestra personalidad construida por las distintas circunstancias externas que nos han rodeado, sea capaz de ello, sino a una parte más esencial de nosotros mismos, nuestra esencia, nuestro yo verdadero, el que surge cuando estamos presentes y los miedos, condicionamientos sociales, etc. desaparecen de nuestra realidad, que es el diseñador de una vida cuyo objetivo es fluir con la fuerza de la evolución y favorecerla a través de nuestra capacidad de creación.

Los últimos avances de la física cuántica nos revelan cosas muy sorprendentes, algunas de ellas llevan siendo trabajadas desde hace milenios por otras culturas de una forma directa o simbólica, entre ellas que si profundizamos en nuestro análisis en lo más profundo somos UNO con el Universo, todos estamos formados por el mismo tipo de energía y en última instancia nada me separa del exterior sino que soy uno con él. Y si en el nivel más profundo soy uno con lo que me rodea... ¿cómo puedo despreciar la idea de mi poder de influencia sobre ello? Ya Einstein nos demostró que el observador cambia la realidad por el acto mismo de observar y los experimentos de física cuántica demuestran que si un electrón no es observado puede estar en más de un lugar a la vez, pero en cuanto lo observamos lo "obligamos" a estar en un sólo lugar. Nuestra mente se encuentra con muchas limitaciones, una de las más importantes es la de nuestros sentidos, y eso le obliga a crear programas para poder entender (más bien traducir) lo que percibe del exterior. Uno de esos mecanismos es la dualidad, necesitamos comparar todo para poder distinguirlo y por ello desde bien temprano aprendemos a distinguirnos de los demás (para crear un YO me tengo que diferenciar de un TÚ), a buscar las diferencias entre las cosas y a crear comparaciones. Ese es un mecanismo necesario para el aprendizaje y para la adaptación al mundo en el que vivimos y a nuestro propio cuerpo. Pero nuestra misión fundamental es la del crecimiento y llega un momento en el que es nuestra responsabilidad seguir aprendiendo y superar la dualidad de la mente para encontrar la Unidad del alma.

Y como influimos en lo que nos rodea, aquello a lo que prestamos atención crecerá ya que al llenar nuestra percepción de ello obviamente lo estamos alimentando, son muchas las mujeres que al quedarse embarazadas empiezan a ser conscientes de la cantidad de mujeres embarazadas que hay a su alrededor, al enfocar su atención en aquello que es lo más importante para ellas lo crean en su vida, igual que si os digo que el número 28 es un número especial para vosotros empezaréis a encontrarlo en todas partes. Esto nos lleva a una pregunta básica ¿qué quiero que crezca en mi vida? ¿Dónde voy a dirigir mi atención? Y puedo ser consciente del tiempo que dedico en mi vida a quejarme, ver televisión, cotillear, personas que me quitan energía, fantasías de evasión... o bien a un trabajo que me apasiona, actividades que me inspiren, ejercicios que me den paz, personas que me aportan amor y me ayudan a desarrollarme.

Si influimos en lo que nos rodea entonces nada de lo que tenemos es casualidad, de hecho nos rodeamos de aquello que nos ayuda a evolucionar. Así cada acontecimiento puede ser visto:
- desde la dualidad, y por tanto desde el miedo, a la pérdida, a que las cosas vayan mal, a si es justo o injusto... lo que nos llevará a la contracción y a la defensa o
- desde la unidad, donde cualquier acontecimiento puede considerarse como algo que nosotros hemos creado y desde ahí puedo preguntarme ¿Para que he traído esto a mi vida? ¿Qué quiero aprender? ¿Qué quiero hacer a partir de ahora? ¿Qué deseo atraer?

Empezar a funcionar desde la unidad no es tarea fácil tras años de aprendizaje "dual", requiere tiempo, consciencia y mucho valor, pero si desde hoy te comprometes contigo mismo a dejar de alimentar la dualidad, el juicio, y observas a tu alrededor para abrirte a aquello que tienes que aprender, trascender, integrar estarás empezando a ser dueño de tu destino y cada cambio que realices, cada transformación en tu vida, afectará a todo lo que te rodea. Empieza por prestar atención a las señales, tu vida está llena de señales, a los acontecimientos de tu vida y en especial a aquellos patrones que se repiten, entiende que causa y efecto están íntimamente vinculados y estarás dando los primeros pasos para empezar a controlar aquello que es controlable... el crecimiento y la liberación de la luz que inunda tu alma.

Eres un Creador, y crear no es fácil, es mucho más fácil criticar lo que crean los demás, pero que queréis que os diga, en mi opinión crear es mucho más divertido y mucho más enriquecedor que observar la basta creación sin participar en ella...

jueves, 10 de diciembre de 2009

Controlar lo incontrolable

Son curiosos los seres humanos, muchos de ellos se pasan toda la vida tratando de esquivar sus responsabilidades echándole la culpa de sus fracasos y errores a los demás y cuando se enfrentan a una situación que escapa completamente a su control se llenan de culpa tratando de ejercer control sobre lo incontrolable.

Y es que nadie puede ser responsable de las acciones de otra persona, sean estas las que sean, y preguntarnos cien mil "y si..." o "debería haber (hecho, sabido, etc.)" es algo que nos deja bloqueados y nos impide la mayor parte de las veces el superar la situación. Ocurre que en ocasiones lo que sucede en nuestra vida es realmente difícil de afrontar, especialmente cuando perdemos a un ser querido, y tratamos de convertir esa muerte o ese acontecimiento en algo que tiene que ver con nosotros. Pensar que podríamos haber hecho algo, llenarnos de culpa por haber hecho, dicho, dejado de hacer o de decir o incluso que lo que nos ha pasado es un castigo divino, nos da la sensación de que lo ocurrido tiene algo que ver con nosotros y tenemos poder sobre lo que ha pasado y, claro, si tenemos poder sobre ello podríamos cambiarlo. El problema es que este mecanismo de defensa es absolutamente inútil, porque por mucho poder que tengamos sobre lo que ha ocurrido es completamente imposible cambiar el pasado, así que cuanto más nos enredamos en eso pensa-mientos que nos dan cierta seguridad y control más frustrados e impotentes nos sentiremos porque por mucho control no podemos cambiar nada. Es más, mientras estamos enredados en nuestro pasado no estamos aprendiendo para el futuro así que las posibilidades de repetir nuestros errores en el futuro aumentan.

Quizá lo más eficaz sería centrarnos más en aquello que nosotros podemos hacer en nuestra vida y aprender a aceptar, respetar y digerir aquellas decisiones que toman los demás y que sólo tienen que ver con ellos. Y lo mismo con los acontecimientos vitales que ocurren y ante los que poco podemos hacer, pelearnos con la realidad es la mejor manera de sentirnos impotentes y frustrados porque por mucho que nos esforcemos, negociemos, critiquemos o nos resistamos la realidad siempre pasa por encima de nosotros. Aprender a sentirse cómodo en la incomodidad de estas situaciones, encontrar un sentido a cualquier situación que se produzca o simplemente ser conscientes desde la seguridad de que hay cosas que no podemos controlar es una manera de fluir en la vida sin iniciar batallas que, sin duda, no podemos ganar.