jueves, 25 de noviembre de 2010

Libertad para volar

Fotografía de José Luis Escudero


“Libertad para volar... La humanidad posee dos alas: una es la mujer, la otra el hombre. Hasta que las dos alas no estén igualmente desarrolladas la humanidad no podrá volar”

Estas palabras son extraídas de una presentación de diapositivas que me regaló un gran amigo hace tiempo. Llegaron a mí como agua de mayo días antes de una charla que impartía a más de cien personas funcionarias en prácticas que, obligadas, debían asistir a un ciclo de conferencias entre las que se encontraba la mía.

El tema, la importancia de seguir caminando en busca de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. El reto, sensibilizar sobre una necesidad que provoca inseguridad y miedo a muchas personas y que se manifiesta con argumentos como “ya tenemos las mismas oportunidades”, “qué más queremos/queréis”, “ya está bien de pisotear a los hombres”, “el feminismo es tan malo como el machismo” y un largo etcétera que afortunadamente surge en los debates y que brinda al ponente una gran oportunidad para argumentar y desmontar falsas creencias.

La herencia sociocultural transmitida de generación en generación, a veces, nos limita y pone trabas para alcanzar nuestra libertad para ser y hacer lo que realmente deseamos. Por ello es importante estar predispuestas a los cambios a través del conocimiento de nuevas ideas que nos impregnen y remuevan, que nos hagan reflexionar y podamos desechar libremente si no nos convencen. Pero abrir nuestras mentes, abrir nuestros corazones y estar preparados y preparadas para afrontar cambios no es nada fácil y es comprensible que a muchas personas les genere miedo e inseguridad.

En esta línea os propongo un “pequeño” reto (seguro muchos y muchas ya lo habréis superado): No utilizar más la palabra feminismo como antónimo de machismo.

Para ayudaros a reflexionar y a valorar si os interesa, os remito al diccionario de la Real Academia Española (RAE) que nos define ambos conceptos del siguiente modo:

Feminismo: 1. m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. 2. m. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.

Machismo: Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.

Aunque todavía no está recogido en la RAE existe una palabra cada vez más utilizada en determinados ámbitos de nuestra sociedad y que sería considerada antónimo de machismo, se trata de hembrismo y con ella se pretende desterrar las connotaciones negativas que todavía hoy siguen acompañando al feminismo. El feminismo es un movimiento político, cultural y económico que surgió a finales del siglo XIX llevado a cabo por mujeres y también por hombres gracias a los cuales hoy nosotras podemos, por ejemplo, votar y ser votadas, podemos acceder libremente a la universidad, podemos pasear, viajar o comprar un frigorífico sin permiso de un hombre.

Pensad en vuestras hijas, amigas, madres, vecinas, tías, abuelas, pensad en vosotras. Si hubiéramos nacido hace unos cien años y hubiésemos deseado cursar estudios universitarios en España, en principio, no hubiésemos podido hacerlo. El acceso a la universidad estaba reservado solo para los hombres. El 8 de marzo de 1910 una Real Orden autorizó el acceso de las mujeres que, hasta el momento, solo habían podido asistir con unas condiciones: tenían que conseguir una autorización especial del consejo de ministros, debían ir acompañadas por un familiar y eran sentadas junto al profesor. Sorprende ¿verdad? Pues no hace tanto de aquello.

Así que estamos de celebración, 100 años se han cumplido en nuestro 2010 y no sería justo terminar sin citar a la escritora española Concepción Arenal que en 1841, contra la voluntad de su madre, comenzó a acudir como oyente a la Facultad de Derecho de Madrid disfrazada de hombre y que nos regaló, entre libros de poesías y ensayos, algunas frases célebres como éstas:

Abrid escuelas y se cerrarán cárceles.

El amor es para el niño lo que el sol para las flores; no le basta el pan: necesita caricias para ser bueno y fuerte.

Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican.

Me despido insistiendo en la necesidad de darnos permiso para cuestionar lo aprendido y afianzarlo o desterrarlo tras reflexiones que nos conduzcan a una sociedad más libre en la que todas las personas independientemente del sexo con el que nazcan tengan los mismos derechos y oportunidades. Solo de este modo, eliminando los límites externos (que ya bastante tenemos con los que nos imponemos las propias personas a nosotras mismas) podremos desplegar nuestras hermosas alas, mirar atrás para coger impulso y juntas volar, volar, volar.

Estefanía L. Escudero