sábado, 8 de agosto de 2009

Viaje Lhasa-Beijing, una lección

Cuando cogimos los billetes para el tren que nos llevaría desde Lhasa a Beijing la idea era disfrutar del tren más alto del mundo que nos llevaría por parajes inolvidables (www.chinatibettrain.com), en lo que se convirtió fue en otra pequeña prueba para nosotros...



Por la incompetencia, o el engaño, de la agencia de viajes de Tibet nos bajaron una categoría en el tren y eso significaba pasar de los "soft sleepers" vagones de literas para cuatro personas (mayoritariamente occidentales) al lado de la cafetería por otros, "hard sleepers" para seis personas, compartiendo baño con otros diez camarotes y separados de la cafetería por 6 vagones de "hard seats" donde la gente se apiñaba en cada hueco que encontraba. Mi compañera de viaje me recordaba que los de la India eran mucho peores, supongo que al ver mi cara se esforzaba por animarme ante la imagen de las 48 horas que nos quedaban por delante sin salir de allí... ¡48 horas metidos en un tren! rodeados de personas de otra cultura que venían a vernos y a hacernos fotos porque éramos los únicos occidentales lo suficientemente atrevidos para habernos metido allí... sin música (que se había quedado junto a Buda en la mochila) y con tan solo un libro... se presentaba un viaje muy largoooooooo.

Así que tenía dos opciones, quejarme y pensar en lo que quedaba por delante o ver que había detrás de esta experiencia... y me decidí por la segunda opción (si hubiese decidido la primera no existiría este post...). En el fondo el viaje en tren es la mejor manera de sumergirse en la cultura del país visitado, tanto con sus cosas buenas como con sus malas, y si dejas que la mente acostumbrada a la comodidad se apague entras en un estado de comunión con el lugar imposible de conseguir de otra manera.

Silenciar la mente... estar en el presente...

De nuevo la mejor manera de transitar por los momentos difíciles que se presentan en todo viaje, turístico o vital. Y cuando silencias la mente con sus pensa-mientos de lo que debería ser, lo que queda, la incomodidad, la falta de higiene, la comida, el aburrimiento... entonces entras en el Ser y en el Ser todo está bien. Así que el viaje se transformó en una experiencia única de como sentir el aburrimiento, transformando esa esclavitud que tenemos con respecto a estar siempre haciendo, y aprovechar las horas de tren para descansar y llegar con energías físicas, que las internas estaban por todo lo alto, renovadas a Beijing.

El estado de ánimo con el que nos encontramos depende directamente de los pensamientos que tengamos, nuestra mente crea la realidad. Cuando simplemente observas la mente sin implicarte ni darle o quitarle la razón a sus argumentos, la mente poco a poco se acalla y entras en un estado en el que el aburrimiento no existe porque cuando entras en conexión con tu Ser todo está bien, es imposible estar mal. Es el ego, la parte de nuestra personalidad construida la que nos dice que tenemos que hacer algo para ser, SER=HACER, si haces las cosas bien eres bueno, si las haces mal eres malo y si no haces eres vago o estás perdiendo el tiempo. Pero más allá de ese discurso esta el Ser y en el Ser es imposible que las cosas estén bien o mal porque se supera la dicotomía a la que nos obliga la mente y se llega a la unidad con todo lo que nos rodea.

Y así fueron pasando las horas, de una manera completamente diferente a lo que hubiese sido el viaje en avión, diferente a lo que hubiese sido el viaje con mi mochila, libros, ipod, etc. Porque si tan solo una de las cosas hubiese sido de otra manera la experiencia no habría sido la misma, incluido el regalo de haber hecho el viaje con Sherainae compartiendo, apoyando y enseñandome durante toda esta investigación espiritual e interna que, sin duda, me ha hecho crecer algo más.

Y al llegar a Beijing, tras 48 horas exactas de viaje y tras dejar las cosas en el hotel, nos fuimos a visitar la ciudad perdida, un parque que había en frente, la plaza de Tiannamen y volvimos andando al hotel tras recorrer la calle de tiendas modernas, no se cuantos kilómetros hicimos ese día, pero si se de donde habíamos sacado las fuerzas.


Nuestros compañeros de viaje, resultaron ser majísimos y nos cuidaban mucho


El cubículo donde transcurrieron la mayoría de las horas


Los paisajes fueron, durante todo el trayecto, espectaculares

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy fácil de decir eso del silencio en los momentos malos, otra cosa es conseguir hacerlo precisamente cuando lo estas pasando mal

DEMOFILA dijo...

Me gustaría estar en ese silencio, el silencio, dejar la mente evadirse, ayuda a olvidar el dolor, el que se siente por una persona a la que quieres y sufre, han pasado semanas, y sigue sufriendo, está en otro mundo, no está en el mundo real, encerrado en sus pensamientos, y solo.
Seguiré en silencio, meditaré,aquí, enmedio del ruido, pero me aislaré, porque sé que eso me ayudará, no a olvidar, porque no puedo, pero si hablaré conmigo, y, cuando pueda, lo compartiré.
Que tengas un feliz fin de viaje, se ve por las fotos que lo pasas bomba, traete esa paz que has vivido, la necesitamos.

loose dijo...

Toda una lección, sin duda, la que nuevamente compartes con nosotros...Conectar con nuestro interior, con nuestra Esencia...con nuestro Ser...

Y tras volverme a encontrar con las inevitables piedras que se cruzan de vez en cuando en el camino, recordé uno de los poemas-reflexiones que leí en el libro de Lao Tse, acallando así mi sufrimiento y permitiendo que el silencio, mi silencio, se expresara.

Si me permites, me gustaría compartir un pequeño fragmento con vosotros.

"Quien practica la NO-ACCIÓN
y se preocupa de no hacer nada
paladea lo que no tiene sabor,
ve el infinito en un grano de polvo,
y la abundancia en la escasez.
A la amargura le contesta con dulzura.
Busca lo fácil en lo difícil y
descubre la grandeza de lo pequeño"

Muchos besos.

Anónimo dijo...

Viajar es muy bonito. Viajar en la mente también, encontrarse en la vida diaria. Se puede conquistar en el metro cuadrado. Ser feliz simplemente por ser viva.