martes, 15 de febrero de 2011

Dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir

En una conversación alrededor de un café, de esas en las que el discurso compartido y la escucha abierta construyen verdaderos aprendizajes para el alma, contaba mi amigo Javier, con esa naturalidad con la que dicen grandes cosas los maestros, "Lo fundamental para mi, es saber evaluar en nivel de daño que una situación va a provocar en mi hija. Si el nivel de daño es alto mi función es prevenir y evitar ese daño, eso es fácil de hacer. Lo difícil es comprender que cuando el nivel de daño va a ser asumible por ella, he de evitar la tentación de prevenir ese daño y dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir, sin limitar su aprendizaje por el dolor y el miedo que provoca en mi que a ella le pase algo desagradable".

Me parecen palabras enormemente sabia y su práctica, de una gran valentía.

¿Cuántas veces protegemos, sobreprotegemos, a las personas que queremos "por su bien"? Muchas me temo. Debemos reconocer que esa protección muchas veces coarta el mejor y más intenso aprendizaje que existe, el de la experiencia. Es realmente duro ver como una persona a la que quieres, especialmente si además es vulnerable como un hijo, se estrella pero... ¿Qué ocurrirá si evitamos la experiencia? Lo más probable es que la persona la vuelva a repetir, pero esta vez cuando nosotros no estemos delante para evaluar si debemos evitarlo.

En las situaciones en las que el peligro o el daño van a ser intensos es fácil tomar una decisión. Son aquellas situaciones en las que el peligro o el daño son moderados, aunque presentes, donde la decisión de no actuar se vuelve más difícil, ver el daño en quien queremos también nos lo provoca a nosotros, muchas veces incluso en un nivel más intenso del que sentiríamos en primera persona.

Dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir y luego estar ahí para, desde el Amor y la comprensión, ayudar a la persona que queremos a levantarse es sin duda lo más complicado. Sin un "te lo dije", sin un reproche, simplemente con nuestra presencia amorosa que otorgue la seguridad y cuidado al otro Ser. Es la mayoría de las veces ese cuidado posterior mucho más valioso que el "¡cuidado!" previo, ya que permite que nuestro hijo interiorice un aprendizaje que puede ser fundamental para su seguridad futura y a la vez obtenga el sostén (ante tú S.O.S. "ten" con la mano abierta) que le haga sentirse seguro y confiado en que, uno, tiene derecho a equivocarse y seguir siendo querido y dos, puede caerse o tropezar y nosotros confiamos en que podrá levantarse y siendo más fuerte.

Así que, siguiendo la reflexión de Javier, respiremos hondo en esas situaciones que por nuestra experiencia vemos venir con antelación y dejemos que los que queremos también desarrollen la experiencia necesaria para seguir caminando en su proceso de crecimiento hacía su propia sabiduría.

Gracias Javier, gracias Julieta, por esos momentos de descanso en los cursos en los que no sólo alimentáis mi corazón sino también mi mente. Un abrazo.

12 comentarios:

lara dijo...

Es cierto y no me lo había planteado desde ese punto de vista. El mundo es como es, no podemos cambiarlo en un instante para no afecte a los que queremos

Anónimo dijo...

Pero ¡qué dificil es hacer eso que comentas Antonio con nuestros hijos¡ Pero posiblemente esa sea una de las claves de la educación que les damos para que sean libres, y afrontar la vida sin miedo a equivocarse. El sobreproteccionismo nos ha llevado a dulcificar y sobreproteger en exceso este gran camino que es "nuestra vida", porque nos pertenece a nosotros y no a otros.
Lo importante no es caerse, sino volver a levantarse.
Saludos desde Antequera.Jose Sevilla

luciérnaga dijo...

Lo difícil adivinar donde esta ese nivel de preparación por parte nuestra cuando ellos estén preparados. ¿Cuál es el término medio? Yo veo una línea de vida.En un extremo la dejadez y en el otro la sobreprotección. ¿Donde está ahí ese nivel, ese centro.? Pasa como con todo en la vida. ¿Dónde está el término medio? No lo veo aquí en este nuestro mundo. ¿Cual es el momento de ir dando riendas? Complicado.
Bueno después de esta entrada y de analizar mis sentimientos. Pienso que quizás nos ayude ese caminar juntos, la medida, la da ese camino, el conocernos nos da esa confianza mutua, nadie mejor que cada madre o padre sabe ver donde esta ese nivel o centro. Ese miedo lo produce ese querer lo mejor para ellos sabiendo que hablamos de un mundo complicado e injusto este en el que deben extender sus alas .Ojala entre todos padres, madres, hijos e hijas consigamos cambiarlo.
Nunca mejor dicho GRACIAS.

Anónimo dijo...

Muchas veces pienso que la sobreprotección de mi madre ha sido un gran obstáculo en mi vida y que hoy por hoy aún no sé cómo sobrellevar, pues aunque sé que no puede evitarlo y que cree en cierta forma que tiene todo el derecho a estar siempre encima de lo que hago porque "para eso es mi madre", aún sabiendo que ella no va a cambiar y que lo que importa es la actitud que yo tomo con todo esto, aún así, muchas veces reacciono, me afecta, siento que hasta pierdo energía... y muchas veces hasta me sorprendo una y otra vez buscando su reconocimiento.
Miro atrás y me doy cuenta de hasta qué punto ha minado mi autoconfianza esa actitud suya de no dejarme mi espacio. El mensaje que me llega constantemente es siempre el mismo: "sin mi vigilancia no podrás hacerte responsable ni sabrás hacer lo que tienes que hacer" He intentado hablarlo mil veces, pero ante la lluvia de reproches lo he dado por imposible.
Lo peor de todo es que sé que si fuera capaz de demostrarle que confío en mis propias posibilidades, quizás ella dejaría de dudar de mí, pero claro, ha llegado un punto en que yo misma también me veo a través de sus ojos y me cuesta confiar en mi fuerza, en mi determinación.
Pienso que lo peor que podemos hacerle a un hijo es querer vivir nuestra vida a través de ellos sin dejarles la opción a equivocarse o acertar por sí solos.
Ser padre o madre debería ser el gesto más generoso, pues hay que entender que no somos dueños de nadie, ni de la felicidad ni del dolor de los demás.

soy.loquecomo dijo...

Nuestros hij@s también tienen derecho a elegir, sus elecciones en cada momento es lo que hacen que construyan su identidad como personas y por eso les beneficia el que puedan sacar sus propias conclusiones.
Todo proceso en nuestras vidas comienza dando pequeños pasitos y, al igual que un primer tropezón enseña al bebé a intentar mantenerse de pie la próxima vez que se tambalee, hay situaciones en las tenemos y debemos dejar que actúen por sí mismos para que el resultado sea un aprendizaje positivo en sus vidas. No es bueno pensar que no son capaces de lograrlo por sí mismos, debemos tener confianza en ell@s.
Creo que como padres debemos tener la suficiente capacidad para saber cómo y cuando conviene actuar, basándonos únicamente en la observación y escuchando atentamente todo lo que nos dicen para poder servirles de guía con nuestras palabras y nuestros actos. No podemos olvidar que nosotros los padres, somos sus primeros modelos a seguir.

MariposaMonarca dijo...

Te entiendo, Anónimo, yo tenía mezclada en mi educación la sobreprotección y el control, porque ambas cosas son la misma.
Ahora que educo sóla a mis hijos, quiero que sigan responsabilizándose de sus emociones, que pregunten, que vivan.
Un amigo me decía hace poco, que falleció su padre, que no podremos nunca evitar el dolor en nuestros hijos, porque es su aprendizaje. Sería estupendo que en nuestra cultura pudiéramos dar más independencia a nuestros hijos.
Los hijos no vienen con manual de instrucción, lo hacemos lo mejor que podemos, vivir nuestra maternidad, nuestra independencia como personas, y crear personas independientes que aprendan a contener sus frustraciones y miedos es difícil. Creo que tenemos que dejar que el dolor fluya, como la alegría. Es parte de la vida. En nuestros hijos y en nosotros mismos como padres y personas.
Un saludo.

Sofía dijo...

¿Cómo aprende un trapecista a saltar de un trapecio a otro?¿Cómo aprende un escalador a alcanzar cimas tan altas y arriesgadas?
¿Cayéndose para aprender? Probablemente no, porque no tendrían más oportunidades más allá de la primera caída.
¿Completamente sujetos por arneses y rodeados de redes?
Probablemente tampoco, porque no podrían desarrollar el equilibrio, la destreza, la fuerza, la coordinación...no podrían aprender de sus errores.
Como dice luciérnaga es muy difícil encontrar el término medio, tal vez porque no sea un punto, sino una línea por la que ir avanzando desde la seguridad que viene de la protección de los padres a la seguridad que va creciendo en uno mismo.
Al leer tu comentario, Antonio, me he acordado enseguida del cuento que nos contaste hace unas semanas en uno de tus cursos; trataba de un niño que estaba esperando impaciente a que nacieran unos pollitos...

el piano huérfano dijo...

Pero si al fin y al cabo lo que tenga que pasar pasará, y por algo le va pasar a la otra persona que queremos, pueda que para fortalecerla, si aprendemos de errores y ensayos.
Ahora bien, siempre es generoso un bien consejo, y los brazos abiertos para un buen abrazo...

La Maga dijo...

¿Dónde está la diferencia entre la sobre-protección y el exceso de responsabilidades? ¿Cómo saber si está preparado para afrontar esa situación solo, o quizá haya que esperar un poco más? Siempre he tenido esa duda.
Siempre he estado muy pendiente de evitar la sobre-protección de mis hijos, pero el mayor de mis miedos era pedirles responsabilidades para las que no estaban preparados aún (pues siento que así lo hicieron conmigo).

Tú me has dado la respuesta: es a posteriori cuando hay que determinar si estaban listos o no. Y entonces estar pendientes de los resultados, ser como la red del trapecista en el circo, que está sólo por si acaso...., pero está ahí, siempre dispuesta a evitar el golpe contra el suelo, que no la caída.

MC

luciérnaga dijo...

Algunas veces esas caídas dejan huellas, es tan difícil percibir, conocer donde esta esa medida. Esas caídas pueden traer consigo un buen aprendizaje pero también pueden dejar una fractura capaz de condicionar toda una línea de vida y ahí es donde está el miedo pienso.
¿Cual será la razón por la que aparece el miedo en mí? ¿Sera para que conozca y aprenda a usar su opuesto? ¿Debo pues estar agradecida a mis sentimientos?
Aunque en este caso creo el miedo me ayuda a encontrar desde el punto más cercano en esa línea tan diferente para cada uno de nosotros de la vida,¿su opuesto?. No lo sé.

GRACIAS.

Estefanía dijo...

Me ha gustado mucho el contenido del post y sí que debe ser difícil seleccionar cuándo debo mantenerme al margen y "dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir" sobre todo con nuestros hijos e hijas.

Quizás, a mí personalmente no me cuesta tanto con las personas que me rodean pero debo ser consciente para que no se me escape ;). Aunque entiendo que con un hijo/a debe ser especialmente complicado, aunque hermoso ser testigo de su superación con la tranquilidad y seguridad de que estás ahí.

Mi abuela con una media sonrisa me ha dicho en muchas ocasiones (quizás porque no siempre he seguido sus consejos) eso de "nadie escarmienta por mal ajeno".

JelenMava dijo...

Me habría gustado traer este post bajo el brazo cuando nací para regalarselo a mi padre...;-)

Es sobreprotector y me costaba muchos momentos de malestar tratar de explicarle por encima de sus miedos que yo era capaz de hacer algo, él era tan persuasivo que me hacia sentir pena y dolor y yo no quería que él sufriera por mí, me vi limitada, desarrollando sus mismos miedos.

Anonimo 2, comprendo una a una tus palabras, de forma inconsciente creemos que si no tenemos su aprobación no seremos capaces de hacer algo, pero cuando somos conscientes de eso podemos cambiarlo, al menos yo aprendí que la mejor forma de sobrellevar el tema era aceptar a mi padre tal y como es asumiendo con cariño que tiene miedo y agradeciendo su preocupación, escuchando atentamente la voz de su experiencia y tomando yo mis propias decisiones asumiendo que ese miedo no es mío y que también tengo que enfrentarme al miedo de "dejar que ocurra lo que tenga que ocurrir" con su dolor.

Pero ese "enfrentarme" supone hacer cosas diferentes a las que hice hasta ahora y que en su momento funcionaron para calmar el miedo de mi padre pero no permitían mi crecimiento y me hacían sentir mal.

Supone un importante esfuerzo por mi parte el de ser consciente y derrochar comprensión y cariño que a veces me falta a mí, pero ser libre merece la pena.

Todavía no soy madre pero imagino que debe ser difícil encontrar el equilibrio en el tema de la protección.

Un abrazo.