Una vez más Ariadna había acabado un proyecto con éxito, con enorme éxito habría evaluado cualquier persona que entendiese del tema, pero ella seguía dándole vueltas en la cabeza, para ella seguro que había algo que podría ser mejorado, para ella debía haber algo que no era perfecto.
No se permitía la satisfacción del trabajo bien hecho, como si el darse cuenta de que estaba todo bien fuese todavía más peligroso que el haber cometido algún error. Estaba tan acostumbrada a controlar cada milímetro de lo que hacía que ya ni siquiera era consciente de ello. Solo al final del día, cuando caía derrotada en la cama, sin fuerzas para un abrazo extra a su pareja, sin energía y, lo que es peor, sin alegría, se daba cuenta de que algo había en toda aquella manera de proceder que no funcionaba.
Había leído que las personas perfeccionistas lo eran porque tenían una gran inseguridad interna que se afanaban por ocultar. Es como si cualquier error pudiese abrir una grieta en esa fachada tan bien construida para parecer adecuadas y a través de esa grieta todo el mundo, incluídas ellas mismas, podría darse cuenta de que tras aquellos muros de perfección se ocultaba una infinita y profunda sensación de no ser capaces de hacer nada bien. El no darse permiso para fallar era precisamente porque se veían en un espejo distorsionado que les devolvía que hiciesen lo que hiciesen nunca sería suficiente y siempre tenían que hacer algo más.
Pero ella no sentía esa inseguridad, es más, cuando fallaba no se llenaba de ansiedad, simplemente hacía algo diferente para lograr el resultado deseado. Lo que más le llenaba de ansiedad era no encontrar ningún fallo, esas eran las noches en las que peor dormía, aquellas que seguían a los días donde todo, aparentemente, había salido bien. Por eso le sorprendieron aquellas palabras durante la conversación en la comida: "A veces es tan peligroso mostrar todos los recursos que tenemos que desarrollamos un control increíblemente preciso sobre ellos". No sabía por qué aquellas palabras le habían llegado tan adentro. El profesor del curso al que estaba asistiendo seguía hablando de una manera desenfadada, entre bocado y bocado, sobre aquellas mujeres que triunfan en profesiones tradicionalmente masculinas y que de alguna manera se peleaban contra sí mismas y su parte femenina. "El desarrollo de sus capacidades masculinas" - continuaba diciendo el profesor- "les asegura el éxito, pero si dejan salir, si no controlan, esas características femeninas que también poseían, podrían superar de una manera tan rápida y fulminante a los hombres con los que trabajan que sin dida serían agredidas, consciente o, sobre todo, inconscientemente, directa o, sobre todo, pasivamente. Y como ellos obstentaban el poder habían aprendido a controlarse de una manera tan perfecta como grande era el peligro de enseñar todos los recursos que poseían".
Ella nunca había imaginado, ni de lejos, que esa podría ser la causa de algo que consideraba parte de su personalidad, de algo que pensaba estaba escrito a fuego en sus genes. Ni siquiera creía racionalmente lo que esa persona decía, pero algo en su interior se removía. Parecía que esas palabras lanzadas al aire como por casualidad golpeaban una tras otra su corazón como si fuesen dichas sólo para ella. ¿Quién le había enseñado que ser demasiado buena podría ser una agresión hacía los demás por la que sería inmediata y duramente castigada? ¿Quién le había retirado el permiso para sentirse satisfecha de sí misma más allá de lo que hiciera? ¿Cuándo había aprendido a no darse permiso para ser ella misma? No tenía las respuestas, pero sabía que tampoco podría olvidar que las preguntas ya estaban hechas y que, de alguna manera, ya no había vuelta atrás. Ya no podría engañarse más con un simple "yo soy así", ya era tiempo de liberarse de las cadenas de la opinión o los miedos de los demás, ya era hora de desplegar toda su esencia y sentirse satisfecha por ella, era el momento para darse permiso para ser ella misma y poder ser libre. No sería fácil, pero no había vuelta atrás.
Dedicado a esas mujeres que desde Cruz Roja y otras organizaciones luchan cada día por hacer de este mundo, un lugar mejor para todos. Con todo el respeto, la admiración y el aprecio.
10 comentarios:
Esas mujeres y todas... Yo vivo inmerso en un mundo de mujeres... a veces me ahoga, pero cuando lo hace, aprendo tantas cosas de ellas.
XXX
He leído detenidamente la entrada, habla de la inseguridad de las mujeres, del miedo a ser perfectas, del perfeccionismo; del cansancio tras el trabajo, otra vez, por ser perfecta; de la lucha de las mujeres contra los hombres en los altos puestos de las empresas.
No entiendo nada.
¿No se puede ser perfecto en la vida?, ¿no es buena la perfección?.
Creo que las mujeres estamos preparadas para llegar a ser altos cargos, sin dejar de ser mujeres, porque tenemos carácter para eso.
A mí me gusta la perfección, procuro hacerlo todo con cuidado y perfecto, como debe ser.
Lo que pasa a veces es que por hacer las cosas bien y perfectas, abusan de tí, te piden que se lo hagas todo, y cuando no se sabe decir no, la cosa se complica, porque hay personas, como yo, que no saben negarse a nada, pero eso me llena y llena mi vida,me siento satisfecha como soy.
Las mujeres a que tú aludes, las de la Cruz Roja, sí que son perfectas y sacrificadas, hacen una labor que no se paga con nada
si puedes, felicitalas de mi parte.
A LARA le digo que las mujeres no ahogan a nadíe, los hombres son los que se ahogan solo, ¿qué harían los hombres sin las mujeres?, él mismo lo dice, aprende muchas cosas de ellas, porque de las mujeres se aprende mucho.
Un saludo para todos, hasta pronto.
Las mujeres de Cruz Roja, y otras Organizaciones. no tendríamos la posibilidad de luchar por un mundo mejor, en su máxima expresión, si no tuviésemos el apoyo de hombres solidarios y que asumen la igualdad con naturalidad. Luchariamos, porque hay capacidad para ello, pero es más confortable, más divertido y más instructivo para mujeres y hombres hacerlo en compañia.... En buena compañia.
Demofila, llevas toda la razón del mundo, somos nosotros los que nos ahogamos. En mi caso es la sensación de vivir en un mundo en el que predomina la mujer...que es lo que la mujer ha sentido y siente toda la vida y aún hoy en día. De todos modos estoy encantado
XXX
Me ha gustado mucho eso de liberarse de las cadenas y de darse permiso para ser libre. Tomo nota.
Ahora sólo tendré que encontrar esas cadenas y liberarme de ellas para siempre. El problema de las cadenas de la opinión es que te atan sin que las sientas, algunas son invisibles, pero están, y otras tan pesadas que ni te imaginas la vida sin ellas, porque siempre han estado allí, atándote, impidiéndote mostrarte como realmente eres.
No creo que sea una cuestión de sexo, sólo de personas.
Frustración y autoexigencia...
Una bomba de relojería que hace que nos olvidemos de ocuparnos de estar en verdadero contacto con todo aquello que realizamos y sintiéndonos satisfechos con ello.
Besitos.
Hola, Lara, el mundo ha cambiado mucho, hoy en los trabajos, hay el mismo número de hombres que de mujeres.
Las mujeres han llegado a altos cargos, porque han luchado por ello.
Me alegro que estés alegre entre las mujeres, las mujeres son buenas jefas, y más justas que los hombres.
Espero que no te haya molestado este comentario al tuyo, solo quería exponer el punto de vista de las mujeres.
Un saludo, de DEMOFILA.
Nunca, como me va a molestar. Tu comentario fue muy acertado, por eso digo que nunca paro de aprender.
XXX
A veces, cuando alguien sabe que destaca, "aprende" rápidamente a pasar desapercibido lo más posible como modo de supervivencia porque es cierto que a los que no destacan tanto (entre otras cosas porque no se han dado la oportunidad de potenciar sus habilidades)les "molesta", casi les ofende, el éxito de quien muestra su talento, al margen de si hablamos de hombres o mujeres.
Pero se puede enseñar aprendiendo, quizás si se dan oportunidades a aquellos que "recelan", estos acaben aceptando al que "supuestamente destaca" sin la necesidad de atacarle.En el terreno profesional,y con el tiempo, si confías en ti mismo, los demás dejarán de verte como una amenaza y acabarán depositando su confianza en ti. Eso es lo que yo creo.
Estoy totalmente de acuerdo con MC, yo tampoco creo que sea una cuestión de sexo, de personas sí. Me doy cuenta que son cadenas de la opinión de todos, incluidos nosotros. Lo que realmente nos hace sentir así nos hace ser lo que no somos, pero ahí está la opinión o miedos de todos, nos atan y nos impiden ser lo que somos, nos hacen dudar impidiéndonos ser uno. (Todos hacemos lo mismo en mi opinión.) Estamos actuando de la misma manera con miedo…TODOS con ello estamos atándonos a nosotros mismos pero también a los demás…no sé si me entendéis, yo sí aunque me cuesta me pierdo…es como si estuvieses dentro de un círculo que gira muy rápido del cual es difícil salir. ¿LIBERARSE DE LAS CADENAS DE LA OPINIÓN O LOS MIEDOS DE LOS DEMÁS O LIBERARSE DE LO QUE SON TUS PROPIOS MIEDOS Y TUS PROPIAS CADENAS? .Yo no tengo la respuesta pero la pregunta dentro de mí está hecha.
Confiar, aceptarnos a nosotros mismos también dependerá de nosotros.
A aquellos que recelan, tal vez con el ejemplo se les pueda mostrar que de nosotros dependerá que esas cadenas nos impidan ser UNO.
Ser libre y sentirse orgulloso siempre dependerá de UNO.
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