Un amigo comparte esta historia en facebook acontecida durante la visita que está haciendo a la India. Y como a mi también me parece impagable la comparto.
Lección de vida impagable:
Se me acerca una niña de 8 años, harapienta y famélica, con su hermano de no más de dos años en brazos, y pensé que me iba a pedir dinero, pero me dijo:
-Señor. No quiero dinero, quiero comida (En un perfecto inglés…).
Le señalé un restaurante. Y me dijo:
-No , señor. Sígame por favor.
Me llevó a una tienda de chucherías, y pensé: “Seguro que quiere una chocolatina”.
Pero no, cogió una bolsa de almendras y una de dátiles.
Le dije:
-¿Seguro que no prefieres comer otra cosa?
Y me dijo:
-No, señor. Si usted me invita a cenar, mañana no tendré qué comer. Y luego me explicó que con las almendras y los dátiles comerían varios días.
Ufffff. Me destrozó.
El blog de Avatar Psicólogos es un espacio para reflexionar, opinar, sugerir, informar, recibir, aportar y cualquier otra cosa que se nos ocurra. Espero que lo disfrutéis.
domingo, 26 de febrero de 2012
martes, 21 de febrero de 2012
Qué difícil es dejar ir a alguien a quien quieres
Qué difícil es dejar ir a alguien a quien quieres cuando la mente no comprende por qué.
No deja de ser curiosa la paradoja, es precisamente la parte de nuestro cerebro a la que más le cuesta soltar es precisamente esa que ama de manera superficial. Se dice que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento es elegido. Y empezamos a sufrir cuando permitimos que nuestros pensamientos interrumpan el normal proceso de soltar. En el mundo todo es dinámico, todo está en permanente cambio y transformación, a veces estas transformaciones son más sutiles, más graduales, otras son una auténtica ruptura que nos desgarra por dentro. Nuestro cuerpo y nuestra esencia tienen las claves para desprenderse, si en vez de controlar nos rindiésemos al proceso nuestros duelos serían, no solo más breves, sino también más enriquecedores para nuestro crecimiento.
En lo más profundo, en el Ser, esa parte que somos más allá de la dualidad de la mente que interpreta la información que llega de nuestros sentidos, esa que es nuestra esencia más profunda, dejar ir a alguien no es ningún problema. Cuando entro en contacto con esa parte de mi sé que nunca se pierde nada, que la persona que se va no deja de ser yo y yo ella con todo lo demás. Cuando sentimos la Unidad dejamos de sufrir por perder algo porque no se puede perder lo que yo soy.
Esto está muy bien a nivel teórico pero… ¿Quién está en el Ser? A lo sumo algunas personas hemos tenido instantes fugaces de haberlo sentido, pero en seguida esos instantes se deshacen y volvemos a estar dominados por otras estructuras más mundanas.
La estructura más relacionada con el amor por otro ser humano es el sistema limbico, el llamado cerebro emocional, una estructura que compartimos con los mamíferos y que nos permite vincularnos y que queramos intimamente a otra persona. Ya hemos visto en otros post, que este es un amor condicionado, queremos primero a aquellos que aseguran nuestra supervivencia para después querer a las personas que nos hacen sentir bien o con las que sentimos seguridad. Cuando una persona se va perdemos aquellas cosas que nuestra relación con ella nos hacía sentir y evidentemente nos encontramos con un vacío que nos desgarra internamente, más o menos dependiendo del vínculo que compartiésemos con esa persona. De todas formas, el sistema límbico sabe hacer su proceso de dolor y sanación. Las emociones afloran y de alguna misteriosa manera ese vacío que sentimos se va llenando por ese Amor que nosotros tenemos dentro para después hacer espacio para que lleguen otras personas con las que poder transitar este camino vital tan lleno de aprendizajes y crecimientos en el que en ocasiones es imprescindible deshacerse de lo pasado para abrir espacio a lo nuevo. A veces este proceso se hace sin necesidad de soltar a la otra persona, pero si a lo que esa persona un día fue para poder aceptar la que es hoy, en su permanente evolución y cambio. Lo que sentimos aquí es dolor, que forma parte inherente a nuestra esencia como seres humanos, pero el dolor pasa, hace su función y pasa.
Pero cuando entra en escena la siguiente estructura, la corteza cerebral, la mente pensante, entonces ese dolor inevitable se convierte en sufrimiento y este se aferra a nosotros como si quisiese compensarnos por lo que estamos perdiendo. Bueno, generalmente es todo lo contrario, en lo que la mente pone todo su potencial es en tratar de conseguir que la otra persona no se vaya. En buscar los mil y un motivos por lo que tendría que quedarse, en buscar medios para conseguir cambiar a la otra persona y hacer que se quede, por su bien, por el nuestro. Esto no es malo, es completamente lícito luchar por lo que deseamos, aunque en muchas ocasiones la mente nos juega malas pasadas y acabamos descubriendo (o no) que por lo que en realidad luchamos no tiene nada que ver con lo que deseamos. No deseamos que alguien se quede con nosotros si no es feliz a nuestro lado, no deseamos cortarle las alas a la persona a la que queremos solo porque nosotros tenemos miedo o nos duele su decisión, no queremos chantajearla ni dañarla, pero lo hacemos.
Como decíamos al principio, que difícil es dejar ir a alguien cuando no comprendemos los motivos. La mente necesita control y la información es control. El problema es que muchas de las veces ni siquiera la persona que se aleja sabe porque lo hace, en la mayoría de las ocasiones no hay motivos lógicos ni razonables porque el amor pertenece a otro ámbito del cerebro que no funciona con normas lógicas, funciona con emociones, con sensaciones. Además, la otra persona, la mayoría de las veces por tratar de protegernos y no hacernos daño, no nos cuenta toda la verdad. La verdad duele y tenemos que reconocer que no siempre estamos preparados para escucharla, y si no estamos preparados ¿cómo culpar al otro de no decirla? Y si estamos preparados ¿Cómo culpar al otro de no saber que lo estamos e intentar protegernos? Y si la otra persona lo hace por sus propios miedos ¿Cómo culpar a alguien que está manejada por esos mismos miedos que nos están haciendo tan difícil a nosotros el soltar?
Así que es normal que sea muy difícil dejar ir a alguien, porque la clave no está en entenderlo, sino en aceptarlo. Es difícil, muy difícil, porque no utilizamos las herramientas adecuadas para el proceso que nos exige soltar.
Desde Avatar Psicólogos hemos defendido siempre el poder de esa capacidad interna que todos poseemos para sanarnos. Como decía uno de mis maestros, John Demartini, la vida nunca nos pone un problema que no podamos resolver. Creémos que la clave pase por dejar de controlar con la mente y centrarnos en ese dolor que sentimos en el corazón. Ayer una amiga ponía en facebook “estoy triste” y recibía un montón de mensajes de ánimo para que no estuviese triste ¿Cómo no iba a estar triste si había perdido a alguien muy querido? La solución pasa por permitirnos esa sensación, por sentirla, por permanecer presentes en esa emoción, por darnos seguridad, por estar ahí en vez de escaparnos rápidamente a través de los pensamientos. Los pensamientos sirven para buscar soluciones cuando estas son posibles y dependen de nosotros, cuando se dedican a lo que ya no es o a lo que depende de los demás lo único que nos hace sentir es más y más impotentes. Y cuanto más impotentes más miedo. Y cuando más miedo más necesidad de control. Y cuanto más intentos de control más impotentes.
Supongo que las cosas más difíciles son aquellas que exigen lo máximo de nosotros. Hagamos lo difícil y no intentemos solucionarlo a través de atajos, casi nunca funciona y convierte nuestro sano dolor en un largo sufrimiento que se alimenta a si mismo. Y si queremos ayudar a un amigo o amiga pongámonos con pasión a su lado, permitiéndole sentir, permitiéndole hacer su proceso, estando a su lado con compasión, sin empujar.
No deja de ser curiosa la paradoja, es precisamente la parte de nuestro cerebro a la que más le cuesta soltar es precisamente esa que ama de manera superficial. Se dice que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento es elegido. Y empezamos a sufrir cuando permitimos que nuestros pensamientos interrumpan el normal proceso de soltar. En el mundo todo es dinámico, todo está en permanente cambio y transformación, a veces estas transformaciones son más sutiles, más graduales, otras son una auténtica ruptura que nos desgarra por dentro. Nuestro cuerpo y nuestra esencia tienen las claves para desprenderse, si en vez de controlar nos rindiésemos al proceso nuestros duelos serían, no solo más breves, sino también más enriquecedores para nuestro crecimiento.
En lo más profundo, en el Ser, esa parte que somos más allá de la dualidad de la mente que interpreta la información que llega de nuestros sentidos, esa que es nuestra esencia más profunda, dejar ir a alguien no es ningún problema. Cuando entro en contacto con esa parte de mi sé que nunca se pierde nada, que la persona que se va no deja de ser yo y yo ella con todo lo demás. Cuando sentimos la Unidad dejamos de sufrir por perder algo porque no se puede perder lo que yo soy.
Esto está muy bien a nivel teórico pero… ¿Quién está en el Ser? A lo sumo algunas personas hemos tenido instantes fugaces de haberlo sentido, pero en seguida esos instantes se deshacen y volvemos a estar dominados por otras estructuras más mundanas.
La estructura más relacionada con el amor por otro ser humano es el sistema limbico, el llamado cerebro emocional, una estructura que compartimos con los mamíferos y que nos permite vincularnos y que queramos intimamente a otra persona. Ya hemos visto en otros post, que este es un amor condicionado, queremos primero a aquellos que aseguran nuestra supervivencia para después querer a las personas que nos hacen sentir bien o con las que sentimos seguridad. Cuando una persona se va perdemos aquellas cosas que nuestra relación con ella nos hacía sentir y evidentemente nos encontramos con un vacío que nos desgarra internamente, más o menos dependiendo del vínculo que compartiésemos con esa persona. De todas formas, el sistema límbico sabe hacer su proceso de dolor y sanación. Las emociones afloran y de alguna misteriosa manera ese vacío que sentimos se va llenando por ese Amor que nosotros tenemos dentro para después hacer espacio para que lleguen otras personas con las que poder transitar este camino vital tan lleno de aprendizajes y crecimientos en el que en ocasiones es imprescindible deshacerse de lo pasado para abrir espacio a lo nuevo. A veces este proceso se hace sin necesidad de soltar a la otra persona, pero si a lo que esa persona un día fue para poder aceptar la que es hoy, en su permanente evolución y cambio. Lo que sentimos aquí es dolor, que forma parte inherente a nuestra esencia como seres humanos, pero el dolor pasa, hace su función y pasa.
Pero cuando entra en escena la siguiente estructura, la corteza cerebral, la mente pensante, entonces ese dolor inevitable se convierte en sufrimiento y este se aferra a nosotros como si quisiese compensarnos por lo que estamos perdiendo. Bueno, generalmente es todo lo contrario, en lo que la mente pone todo su potencial es en tratar de conseguir que la otra persona no se vaya. En buscar los mil y un motivos por lo que tendría que quedarse, en buscar medios para conseguir cambiar a la otra persona y hacer que se quede, por su bien, por el nuestro. Esto no es malo, es completamente lícito luchar por lo que deseamos, aunque en muchas ocasiones la mente nos juega malas pasadas y acabamos descubriendo (o no) que por lo que en realidad luchamos no tiene nada que ver con lo que deseamos. No deseamos que alguien se quede con nosotros si no es feliz a nuestro lado, no deseamos cortarle las alas a la persona a la que queremos solo porque nosotros tenemos miedo o nos duele su decisión, no queremos chantajearla ni dañarla, pero lo hacemos.
Como decíamos al principio, que difícil es dejar ir a alguien cuando no comprendemos los motivos. La mente necesita control y la información es control. El problema es que muchas de las veces ni siquiera la persona que se aleja sabe porque lo hace, en la mayoría de las ocasiones no hay motivos lógicos ni razonables porque el amor pertenece a otro ámbito del cerebro que no funciona con normas lógicas, funciona con emociones, con sensaciones. Además, la otra persona, la mayoría de las veces por tratar de protegernos y no hacernos daño, no nos cuenta toda la verdad. La verdad duele y tenemos que reconocer que no siempre estamos preparados para escucharla, y si no estamos preparados ¿cómo culpar al otro de no decirla? Y si estamos preparados ¿Cómo culpar al otro de no saber que lo estamos e intentar protegernos? Y si la otra persona lo hace por sus propios miedos ¿Cómo culpar a alguien que está manejada por esos mismos miedos que nos están haciendo tan difícil a nosotros el soltar?
Así que es normal que sea muy difícil dejar ir a alguien, porque la clave no está en entenderlo, sino en aceptarlo. Es difícil, muy difícil, porque no utilizamos las herramientas adecuadas para el proceso que nos exige soltar.
Desde Avatar Psicólogos hemos defendido siempre el poder de esa capacidad interna que todos poseemos para sanarnos. Como decía uno de mis maestros, John Demartini, la vida nunca nos pone un problema que no podamos resolver. Creémos que la clave pase por dejar de controlar con la mente y centrarnos en ese dolor que sentimos en el corazón. Ayer una amiga ponía en facebook “estoy triste” y recibía un montón de mensajes de ánimo para que no estuviese triste ¿Cómo no iba a estar triste si había perdido a alguien muy querido? La solución pasa por permitirnos esa sensación, por sentirla, por permanecer presentes en esa emoción, por darnos seguridad, por estar ahí en vez de escaparnos rápidamente a través de los pensamientos. Los pensamientos sirven para buscar soluciones cuando estas son posibles y dependen de nosotros, cuando se dedican a lo que ya no es o a lo que depende de los demás lo único que nos hace sentir es más y más impotentes. Y cuanto más impotentes más miedo. Y cuando más miedo más necesidad de control. Y cuanto más intentos de control más impotentes.
Supongo que las cosas más difíciles son aquellas que exigen lo máximo de nosotros. Hagamos lo difícil y no intentemos solucionarlo a través de atajos, casi nunca funciona y convierte nuestro sano dolor en un largo sufrimiento que se alimenta a si mismo. Y si queremos ayudar a un amigo o amiga pongámonos con pasión a su lado, permitiéndole sentir, permitiéndole hacer su proceso, estando a su lado con compasión, sin empujar.
viernes, 3 de febrero de 2012
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