No tuvo tiempo de arrepentirse...
Cuando observó esa luz brillante frente a ella, esa luz de la que tanto había oído hablar en tertulias, libros y películas y en la que nunca había acabado de creer, sintió una mezcla de fascinación y vacío. Fascinación por la sensación de Amor con la que aquella luz le envolvía, una sensación que durante tanto tiempo había buscado desesperadamente para darse cuenta de que es ella la que, simplemente, te encuentra. Vacío al mirar sus manos y observar que se encontraban así, vacías. Ese era el bagaje que le había dejado años de quejas, de añoranzas, de justificaciones y resistencias. Años de centrarse en lo que el pasado no le había dado, años de temor a que el futuro reprodujese las mismas carencias que en el pasado le habían dañado. Años de vivir entre un pasado y un futuro que no se podían atrapar entre las manos, que lo único que hacían era agrandar su sensación de vacío, de sentirse llena de una gran nada.
No tuvo tiempo de arrepentirse de haber dejado que sus miedos no le abriesen ni un pequeño espacio al presente, ese único momento en el que se podía sentir aquello que ella tanto tiempo había añorado. Tanto tiempo que se acostumbró a la sensación de añorarlo, hizo suya la identidad de la que está llena de carencias, se identificó tanto con ella que despreció las múltiples señales que la vida le ponía delante, las diferentes manos que se extendían a su paso ofreciéndole algo diferente, tan diferente que escapaba a su control, y aquello que no controlaba era ineludiblemente teñido por el color del miedo.
No tuvo tiempo de arrepentirse de haber girado siempre la mirada hacía la oscuridad, haciéndose experta en buscar justificaciones para su eterna existencia a su lado. Una oscuridad que helaba sus huesos, pero mucho más cómoda que la peligrosa sensación de calor en su piel, que ya sabía podía llegar a quemar.
Ahora esa luz le concedía el don de la visión, de la consciencia plena sobre cada una de sus decisiones, de la certeza de su completa responsabilidad sobre su propia vida. Esa luz le recordaba implacable... que no tuvo tiempo de arrepentirse... de vivir toda la vida arrepentida...
Las investigaciones psicológicas demuestran que las personas se arrepienten mucho más de aquello que no intentaron que de aquello que intentaron y fracasó, aunque el miedo no para de susurrarnos al oído lo contrario. Nosotros decidimos a quien hacerle caso.
3 comentarios:
La luz y la oscuridad nunca podrán unirse. ¿porqué no nos permitimos el lujo de elegir que nos enfoque la luz del Amor frente a la oscuridad de nuestros miedos? Quizá cuando lo intentemos sea demasiado tarde… Vivir en presente e intentarlo, puede enfocar nuestro futuro en otra dirección.
Gracias de nuevo por “tocar” nuestra consciencia.
Totalmente de acuerdo, Antonio, hay que arriesgarse, dejarse llevar, dejarse Vivir, Volar, Vibrar, Soñar, aunque el mundo entero piense que estás en tu mundo de fantasía. Pero se intenta, se cometen errores de los que no vale la pena arrepentirse. Vivir el minuto intensamente es valentía, tenacidad, lucha, esperanza, Camino, Avance, Vivir es arrojarse al vacío y decirse allá voy, sola, a enfrentarme a todo lo que venga, porque puedo, porque estoy hecha para poder. Mi Poder interno, mi Vida. Puedo y voy a intentar conseguirlo. No resultará fácil, y si no sale, sé que estaré orgullosa de haberlo vuelto a INTENTAR. Una palabra que aprendí en América del Norte donde Intentar es ya conseguir logros.
Nos gusta mucho este artículo.Creemos que representa muy bien a la mayoria de las personas cuyos miedos les coartan en la vida y no les dejan avanzar. Somos nosotros los que nos ponemos los mayores impedimentos. Querer es poder. Esto es algo que nos deberiamos tener grabado en la memoria.
Y por supuesto que cuando miramos atras, siempre nos arrempetimos de lo que no quisimos hacer; y sin embargo esas otras elecciones aunque hayas sido tremendamente dolorosas, no nos importa haberlas hecho. Eso es parte nuestro aprendizaje; asi crecemos.
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