El blog de Avatar Psicólogos es un espacio para reflexionar, opinar, sugerir, informar, recibir, aportar y cualquier otra cosa que se nos ocurra. Espero que lo disfrutéis.
viernes, 21 de octubre de 2011
Acompañamiento de personas en el proceso de abrazar la muerte
Cuando una persona se muere nos hace de espejo de nuestra propia muerte. Sólo si tenemos una buena relación nosotros con ella podremos acompañar libres a esa persona en su camino. Por eso decíamos en el anterior post que primero tenemos que superar nuestros propios miedos.
Antes de poder acompañar a alguien en sus últimos pasos por la vida tenemos que estar nosotros muy vivos. Tener claro nuestra misión personal en esta vida, ser lo suficientemente egoístas como para permitirnos realizarla, cuidarnos a nosotros mismos nos dará la fuerza para poder acompañar a alguien en esos momentos, a veces difíciles. Y digo a veces, porque hay otras personas que caminan con la cabeza alta, con serenidad, seguridad y confianza esos últimos pasos. Son personas que pueden mirar hacía atrás y sentirse satisfechas, son personas que saben que su misión ha concluido y que es tiempo de pasar a otro estado. Son personas que con el Amor pintado en sus caras nos regalan una última lección, quizá la más importante, es posible VIVIR con mayúsculas y no sólo sobrevivir. Pero más allá de esos y esas maestros y maestras que podemos hacer las personas que nos dedicamos al cuidado de personas en estado terminal para facilitarles su tránsito.
En el acompañamiento de personas en el último momento de sus vidas lo más importante es presentarse desnudo. Desnudo de prejuicios, de ideas preconcebidas, de juicios, de deseos, en definitiva desnudos de nuestro mapa de la realidad. El objetivo es permitir que la persona haga su propio proceso, lo que ella necesite, dándole el espacio necesario para hacerlo.
Así que las herramientas más útiles que tenemos es el silencio y nuestras preguntas. Silencio para dar ese espacio, hay veces que el silencio es muy incómodo, pero si somos capaces de sentirnos cómodos en la incomodidad permitiremos que la otra persona exprese lo que hay más dentro de ella. No podemos olvidar que toda confesión dolorosa necesita un tiempo para ser elaborada, después de un gran silencio suele llegar una gran confesión. Así que el silencio es nuestra herramienta. Las personas suelen sentirse muy incómodas ante ese silencio y lo rellenan con opiniones, consejos, distracciones. Cuando alguien me pregunta "y en esos momentos ¿Qué se dice?", mi respuesta suele ser "Nada, no hay nada que decir, así que lo que hacemos es callarnos y escuchar". Las preguntas son la segunda herramienta, son las que facilitan que el otro nos exprese lo que siente, lo que piensa.
Pero quizá incluso antes de preguntar o de guardar silencio, es importante dar permiso. Demostrar que con nosotros si se puede hablar de aquello que les preocupa, que les atemoriza, de aquellas intuiciones que llegan en los últimos momentos. Y para probar si se puede hablar con nosotros muchas veces ellos nos hacen preguntas ¿Por qué a mi? ¿Por qué ahora? ¿Qué es la muerte? ¿Hay algo después de la muerte?. Esas preguntas no buscan una respuesta, buscan comprobar si huimos de ellas o nos mantenemos serenos. No esperan una respuesta, es en muchas ocasiones su manera de tratar de promover una conversación sobre el tema que les ayude a poder articular sus propios pensamientos, miedos y lucha interior. A veces las creencias que he defendido toda la vida no se sostienen con lo que sienten en ese momento y necesitan su proceso de elaboración de sus sensaciones sin sentir que están traicionando lo que siempre han creído. Así que... ¿Se puede hablar con nosotros? ¿Nos callamos y escuchamos o empezamos a parlotear con lo que nosotros pensamos? Incluso es posible que la respuesta a esas preguntas ni siquiera sea lo importante, sino que lo importante sea el propio proceso interior de buscar la respuesta. Así que dar permiso es callarse, no huir del tema y devolver las preguntas para que la persona pueda encontrar sus propias respuestas, no me cansaré de repetirlo, sus propias respuestas no las nuestras.
Las cosas a resolver
Quizá la primera necesidad es hacer real la pérdida, poder combatir esa negación que surge instantáneamente ante la noticia. A veces nos preguntan porque necesitan que alguien les acompañe en ese darse cuenta de que la muerte se acerca. Poder dar la mala noticia con serenidad, Amor y compasión les ayudará a integrarla.
Luego es muy importante poder expresar todas las emociones, TODAS. Hay personas que tienen más dificultad para expresar la rabia, otras el miedo, otras la tristeza. Normalizar todas las emociones y dar permiso para sentir es nuestra función en esos momentos. Es difícil estar con alguien mientras tiene una abreación emocional, pero por favor, no cortéis el proceso, permitir que la persona haga la curva emocional que sube y luego baja. Si tratamos de consolar, de controlar la emoción, de que esté bien, estaremos mandando en mensaje que con nosotros no se puede hablar, expresar, sentir. Quizá lo único que hay que combatir es la culpa, pero nunca directamente siempre con las preguntas que lleven a la persona a darse cuenta de que la culpa es absurda.
Hasta aquí las pautas son iguales que para cualquier persona en un proceso de pérdida, pero que es necesario resolver antes de morir:
- Encontrar un sentido y un significado a la propia vida. Descubrir el sentido de lo vivido y sentirlo realizado nos permite irnos con la seguridad del deber cumplido. Para ayudar podemos preguntar por los acontecimientos más significativos de la vida, ayudar a identificar lo conseguido en cada etapa, lo aportado a los demás o al mundo. Normalmente lo que la persona ha realizado tendrá que ver con sus valores, a veces cometer el error de valorar si hemos conseguido algo importante basándonos en los valores de los demás o de la sociedad. ¿Qué es lo más importante para esa persona? Seguro que en ese área la persona ha hecho cosas fantásticas, las otras dan igual, porque cada uno tenemos una misión diferente que suele estar en consonancia con nuestros valores.
- Resolver duelos pasados. Es difícil irse si hay cosas sin resolver. Para poder morir serenamente es importante encontrarse en un estado de Amor Incondicional, de estar en contacto con nuestra esencia de Amor. Por eso podemos ayudar a las personas a expresar las emociones no expresadas, a resolver los conflictos enquistados, a deshacer las culpas que cargan en sus espaldas y no les permites caminar derechos, las culpas propias o las de los demás. Trabajar el perdón es liberador y nos acerca al Amor por todo, imprescindible para irnos con todo resuelto y libres.
- Querer y sentirse querido hasta el final. Los seres humanos somos seres vinculares, las relaciones y los vínculos con los demás nos alimentan, dan seguridad a nuestro cerebro emocional y nos liberan de miedos. Ayudar a los familiares a acompañar, algunos de ellos no querrán dejar ir a la persona que se va, o ser capaces de amar nosotros y dejarnos amar por la persona que está sola es la manera de llenar esta necesidad. La persona con la que trabajamos es un Ser Humano que como tal merece respeto y Amor. Da igual si es amable o agresivo, dulce o agrio, si nosotros estamos plenos podremos ofrecer ese Amor que hará que la persona se sienta segura. A veces las personas muy dañadas tienen miedo a abrirse y nos prueban con sus ataques, si a cada agresión respondemos con Amor les estaremos transmitiendo que con nosotros si es seguro abrir el corazón y, obviamente, al estar en estado de Amor nosotros también nos sentiremos mejor.
- Sentido de esperanza y/o trascendencia. Ya hemos visto lo importante de encontrarle un sentido a la vida, encontrarle un sentido a la muerte también es importante. Aquí es donde las creencias religiosas o espirituales cobran sentido, es posible que la persona haya rechazado ambas durante la vida pero eso no significa que no pueda abrirse a ellas ahora. Lo importante será facilitar que la persona entable un diálogo con su propio corazón, que pueda abrirse a lo que ha estado cerrada hasta ahora cuando empieza a sentir esa llamada interior. Establecer una relación de confianza, libre de juicios y de nuestras creencias, estar dispuestos a dar testimonio silencioso de su dolor o ayudarles con meditaciones guiadas, lecturas, expresión creativa, símbolos, rituales de despedida o de paso... habrá que estar con los ojos bien abiertos para descubrir como la persona quiere expresar su espiritualidad y ayudarle a hacerlo.
- Cuidados básicos. Aportar los cuidados básicos de enfermería, limpieza, hidratación, comida, etc. a veces son pequeñas cosas que tienen un gran significado. Cuidar y honrar a un ser humano es una experiencia que sólo aquellas personas abiertas a disfrutarla podrán saborear, como dice el famoso anuncio "hay cosas que no tienen precio".
Mis agradecimientos para escribir este post a: A Payàs i Puigarnau, A. por su artículo "Espiritualidad en la última etapa de la vida". Labor hospitalaria, 35 (268): 7-14, 2003. A Doka, 1993 y Corr et. al., 2000 por sus investigaciones. Y especialmente a: Elisabeth Kübler-Ross, con su valentía, su trabajo y su dedicación nos enseñó a muchos cuando el tema del apoyo psicológico en la muerte era un tema muy tabú. A Félix Esteban, mi tutor del master de transpersonal, siempre ahí siempre haciéndome pensar. Al Hospital USP de Marbella, que me permite desarrollar este regalo de profesión que tengo. Y, en especial, a Cruz Roja Española por su dedicación a la ayuda de los que más sufren y su labor humanitaria en todo el mundo, trabajar bajo los principios de esta organización es un orgullo y una motivación constante.
jueves, 13 de octubre de 2011
Abrazar la muerte abrazando la vida
Una vez tuve la fortuna de ser transportado por una amiga a otros mundos en una sesión de cuentacuentos. Pero no sólo nos hizo viajar a lejanas tierras y disfrutar, también dejó en nosotros un espacio para el crecimiento y la reflexión. Hoy, más de diez años después utilicé uno de esos cuentos como entrada en mi participación en unas Jornadas sobre Garatía y Protección de los Derechos de las Personas Mayores organizadas por el Colegio de Trabajo Social de Castilla la Mancha. Comparto aquí el cuento y las reflexiones de la ponencia. Gracias Lidia, por tu larga amistad y por la inspiración.
El criado del rico mercader
Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.
—Amo —le dijo—, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.
—Pero ¿por qué quieres huir?
—Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.
—Muerte —le dijo acercándose a ella—, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?
—¿Un gesto de amenaza? —contestó la Muerte—. No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque esta noche debo llevarme en Ispahán a tu criado.
Bernardo Axtaga: Obabakoak (1993)
¿Y de que huimos con tanto miedo y tanta fuerza? Supongo que de nuestra propia sombra. Y nuestra sombra, ese conjunto de cosas que rechazamos en nosotros mismos, solemos proyectarla en los demás en vez de escucharla e integrarla dentro de nuestra globalidad. Y así nuestros miedos son los que gobiernan nuestra vida. Y si los miedos dirigen nuestra vida ya estamos muertos así que... ¿por qué tenerle miedo a la muerte entonces? Es paradójico como cuanto más muertos estamos en vida más miedo a morir, aunque quizá sea lógico, porque hay una parte de nosotros que nos grita que no podemos morir mientras no hayamos vivido antes.
Sólo cuando vives plenamente abrazas la muerte con una sonrisa de paz. Quizá eso sea muerte digna, poder realizar completamente mi misión en esta vida antes de irme. Y esa es una de nuestras misiones, ayudar a las personas mayores que avanzan hacía el final del camino a resolver aquellos fantasmas a los que no se han enfrentado. ¿Y cómo podemos saber que hay fantasmas irresueltos? Pues observando sus respuestas, por su miedo a morir, por sus defensas, por su agresividad. Cuanto más agresiva es una persona más miedo tiene y, por tanto, más Amor necesita. Así que en vez de rechazar a aquellas personas que nos rechazan y agreden quizá tendríamos que aprender a abrirnos más y a mostrarles que les respetamos tanto que a nosotros si nos pueden contar sus miedos más profundos. También es una señal definitiva el encontrar a una persona deprimida, la depresión es la respuesta del cerebro cuando siente que no hay nada por lo que luchar o que aquello que deseamos es inalcanzable, entra entonces en un modo de ahorro (gastar energía cuando no podemos conseguir los objetivos es absurdo) esperando que en algún momento la vida cambie y las opciones aumenten. Es la misma respuesta que hace un oso hibernando, como escasea el alimento su cerebro entra en un programa de ahorro energético total hasta que llegue la primavera y el alimento vuelva a estar disponible. Pero para la persona deprimida la vida no va a cambiar si no hace nada diferente, porque nuestros deseos profundos no dependen de las estaciones ni del tiempo, así que si no realizamos aquello por lo que estamos aquí cuando la muerte aparezca por la puerta no podremos más de dar pasos hacía atrás tratando de evitarla, porque ella será el espejo que nos reflejará que no hemos realizado aquello que vinimos a realizar, aquello que es nuestro sentido vital.
Así que la labor de los profesionales de la atención médica y psicosocial será acompañar, escoltar y facilitar que nuestros mayores puedan resolver todos aquellos asuntos que queden por resolver, desde nuestra completa apertura, desde nuestro profundo respeto, para dar soporte a sus necesidades espirituales. Pero para poder hacerlo primero tenemos que superar nuestros propios miedos ante la muerte y eso es algo que en nuestros días, en los que la ciencia a avanzado tanto en la lucha contra la enfermedad, es difícil. La muerte no se ve como parte indisoluble de la vida sino como una enemiga a la que combatir. Eso y el rechazo a lo religioso en nuestra sociedad no facilita los procesos de duelo y aceptación de la muerte. Que alguien muera es considerado un fracaso y eso lleva a luchar contra la muerta en busca del éxito, perdiendo en el camino el enorme que es acompañar con com-pasión en el dolor a otro ser humano que sufre.
En próximos post, si hay interés, describiremos como hacer ese acompañamiento.
Foto Ana Alonso http://www.flickr.com/photos/anaalonso/
El criado del rico mercader
Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.
—Amo —le dijo—, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.
—Pero ¿por qué quieres huir?
—Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.
—Muerte —le dijo acercándose a ella—, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?
—¿Un gesto de amenaza? —contestó la Muerte—. No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque esta noche debo llevarme en Ispahán a tu criado.
Bernardo Axtaga: Obabakoak (1993)
¿Y de que huimos con tanto miedo y tanta fuerza? Supongo que de nuestra propia sombra. Y nuestra sombra, ese conjunto de cosas que rechazamos en nosotros mismos, solemos proyectarla en los demás en vez de escucharla e integrarla dentro de nuestra globalidad. Y así nuestros miedos son los que gobiernan nuestra vida. Y si los miedos dirigen nuestra vida ya estamos muertos así que... ¿por qué tenerle miedo a la muerte entonces? Es paradójico como cuanto más muertos estamos en vida más miedo a morir, aunque quizá sea lógico, porque hay una parte de nosotros que nos grita que no podemos morir mientras no hayamos vivido antes.
Sólo cuando vives plenamente abrazas la muerte con una sonrisa de paz. Quizá eso sea muerte digna, poder realizar completamente mi misión en esta vida antes de irme. Y esa es una de nuestras misiones, ayudar a las personas mayores que avanzan hacía el final del camino a resolver aquellos fantasmas a los que no se han enfrentado. ¿Y cómo podemos saber que hay fantasmas irresueltos? Pues observando sus respuestas, por su miedo a morir, por sus defensas, por su agresividad. Cuanto más agresiva es una persona más miedo tiene y, por tanto, más Amor necesita. Así que en vez de rechazar a aquellas personas que nos rechazan y agreden quizá tendríamos que aprender a abrirnos más y a mostrarles que les respetamos tanto que a nosotros si nos pueden contar sus miedos más profundos. También es una señal definitiva el encontrar a una persona deprimida, la depresión es la respuesta del cerebro cuando siente que no hay nada por lo que luchar o que aquello que deseamos es inalcanzable, entra entonces en un modo de ahorro (gastar energía cuando no podemos conseguir los objetivos es absurdo) esperando que en algún momento la vida cambie y las opciones aumenten. Es la misma respuesta que hace un oso hibernando, como escasea el alimento su cerebro entra en un programa de ahorro energético total hasta que llegue la primavera y el alimento vuelva a estar disponible. Pero para la persona deprimida la vida no va a cambiar si no hace nada diferente, porque nuestros deseos profundos no dependen de las estaciones ni del tiempo, así que si no realizamos aquello por lo que estamos aquí cuando la muerte aparezca por la puerta no podremos más de dar pasos hacía atrás tratando de evitarla, porque ella será el espejo que nos reflejará que no hemos realizado aquello que vinimos a realizar, aquello que es nuestro sentido vital.
Así que la labor de los profesionales de la atención médica y psicosocial será acompañar, escoltar y facilitar que nuestros mayores puedan resolver todos aquellos asuntos que queden por resolver, desde nuestra completa apertura, desde nuestro profundo respeto, para dar soporte a sus necesidades espirituales. Pero para poder hacerlo primero tenemos que superar nuestros propios miedos ante la muerte y eso es algo que en nuestros días, en los que la ciencia a avanzado tanto en la lucha contra la enfermedad, es difícil. La muerte no se ve como parte indisoluble de la vida sino como una enemiga a la que combatir. Eso y el rechazo a lo religioso en nuestra sociedad no facilita los procesos de duelo y aceptación de la muerte. Que alguien muera es considerado un fracaso y eso lleva a luchar contra la muerta en busca del éxito, perdiendo en el camino el enorme que es acompañar con com-pasión en el dolor a otro ser humano que sufre.
En próximos post, si hay interés, describiremos como hacer ese acompañamiento.
Foto Ana Alonso http://www.flickr.com/photos/anaalonso/
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