Este post me lo voy a dedicar a mi.
Bueno, más bien a la satisfacción plena que sentí el viernes al acercarme como oyente, aprovechando el Congreso en el que participé a escasos kilómetros, al último módulo del curso de "Experto en Terapia de Interacción Recíproca" que se celebraba en Mérida. No podía dejar pasar la oportunidad de escuchar al maestro Aguado y también me apetecía ver a "mis chicos/as" del curso de Mérida. Esas catorce personas que tras conocer la Terapia de Interacción Recíproca a través de los cursos organizados por el Colegio de Psicólogos de Extremadura de "Intervención en Crisis" y el de "Nuevas técnicas para pacientes difíciles", no sólo se sintieron atraídos por ese modelo tan completo e integrador sino que fueron valientes y se apuntaron, asumiendo la no desdeñable inversión en estos tiempos difíciles, a una formación que sentían les podía ayudar a ayudar.
Pues, colocado en esa posición de oyente, no sólo disfrutaba de los contenidos expresados por Roberto siempre interesantes y novedosos, sino también de las preguntas realizadas por las participantes. Unas preguntas que más allá de su deseo ávido de más conocimiento, denotaban que ya son unas terapeutas diferentes. Los comentarios, las aportaciones, las caras de entendimiento ante los complejos conceptos alrededor del vínculo, la bioquímica, el simbolismo... y, sobre todo, las expresiones de seguridad en sus caras.
¡Qué diferentes caras comparadas con el primer curso de intervención en crisis que les di hace apenas un año y medio! donde sus ojos abiertos expresaban más bien un... "madre mía, me acabo de dar cuenta de lo poco que se" (expresado en esas mismas palabras por algunas de ellas). Que diferente esta expresión de ahora que denota la seguridad que da saber que, ahora sí, sienten que todo cuadra y que puede llevar lo aprendido a la consulta y transformar las defensas de los pacientes en libertad para Vivir con mayúsculas.
Una transformación de licenciadas en psicología en Magas, dando los primeros pasos en el arte de la magia y la alquimia. Entendidas éstas como la capacidad de poder transformar la realidad influyendo en aquello que es intangible, que mira al paciente con verdadero respeto, palabra que proviene de respectus que significa “atención”, “consideración” y del verbo specio cuyo significado es “mirar”. Re significa “otra vez”, así que respetar significa mirar con atención y consideración de nuevo. Nuevas terapeutas capaces de escapar de esa primera mirada que sólo ve la conducta y que suele estar teñida de los juicios de nuestra mente, capaces de mirar otra vez, desde la atención plena y la consideración, para ver más profundo y encontrarse así con la verdad, de los demás y de nosotros mismos, que más allá de las más-caras todos somos Luz. Que más allá de sus defensas el paciente es un Ser Humano lleno de recursos con los que, por unas cosas u otras, todavía no ha podido contactar, que más allá de los miedos o las agresiones, podemos acompañar a ese Ser de luz hacía la consciencia y la libertad. A través del vínculo, a través de imaginar que si puede, a través del arte adquirido y liberado cuando comprendes, desde lo más profundo que "lo que cura es el Amor".
Ese día me permití la licencia de disfrutar de esa transformación, de la sensación de mi ego sabiendo que, en cierta parte, yo tenía algo que ver en el inicio de esa transformación y que, por esta vez me iba a permitir cierta sensación de triunfo. Quizá mi ego ya venía algo expandido tras compartir el lunes y martes la sesión presencial de cierre con las profesoras y profesores que completaron el curso de Inteligencia Emocional on line y ver en sus caras esa serenidad tan diferente también a la primera sesión presencial.
Y es que el regalo que me han ofrecido estas personas en la transformación de sus Almas es un aliento enorme para seguir trabajando y seguir dando lo máximo posible, y para esos días que vendrán más grises tengo este recuerdo que pinta de intensos colores mi corazón.
Muchas gracias, por vuestra apertura, vuestra valentía y vuestra dedicación, ha sido un verdadero regalo.
El blog de Avatar Psicólogos es un espacio para reflexionar, opinar, sugerir, informar, recibir, aportar y cualquier otra cosa que se nos ocurra. Espero que lo disfrutéis.
lunes, 28 de febrero de 2011
martes, 15 de febrero de 2011
Dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir
En una conversación alrededor de un café, de esas en las que el discurso compartido y la escucha abierta construyen verdaderos aprendizajes para el alma, contaba mi amigo Javier, con esa naturalidad con la que dicen grandes cosas los maestros, "Lo fundamental para mi, es saber evaluar en nivel de daño que una situación va a provocar en mi hija. Si el nivel de daño es alto mi función es prevenir y evitar ese daño, eso es fácil de hacer. Lo difícil es comprender que cuando el nivel de daño va a ser asumible por ella, he de evitar la tentación de prevenir ese daño y dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir, sin limitar su aprendizaje por el dolor y el miedo que provoca en mi que a ella le pase algo desagradable".
Me parecen palabras enormemente sabia y su práctica, de una gran valentía.
¿Cuántas veces protegemos, sobreprotegemos, a las personas que queremos "por su bien"? Muchas me temo. Debemos reconocer que esa protección muchas veces coarta el mejor y más intenso aprendizaje que existe, el de la experiencia. Es realmente duro ver como una persona a la que quieres, especialmente si además es vulnerable como un hijo, se estrella pero... ¿Qué ocurrirá si evitamos la experiencia? Lo más probable es que la persona la vuelva a repetir, pero esta vez cuando nosotros no estemos delante para evaluar si debemos evitarlo.
En las situaciones en las que el peligro o el daño van a ser intensos es fácil tomar una decisión. Son aquellas situaciones en las que el peligro o el daño son moderados, aunque presentes, donde la decisión de no actuar se vuelve más difícil, ver el daño en quien queremos también nos lo provoca a nosotros, muchas veces incluso en un nivel más intenso del que sentiríamos en primera persona.
Dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir y luego estar ahí para, desde el Amor y la comprensión, ayudar a la persona que queremos a levantarse es sin duda lo más complicado. Sin un "te lo dije", sin un reproche, simplemente con nuestra presencia amorosa que otorgue la seguridad y cuidado al otro Ser. Es la mayoría de las veces ese cuidado posterior mucho más valioso que el "¡cuidado!" previo, ya que permite que nuestro hijo interiorice un aprendizaje que puede ser fundamental para su seguridad futura y a la vez obtenga el sostén (ante tú S.O.S. "ten" con la mano abierta) que le haga sentirse seguro y confiado en que, uno, tiene derecho a equivocarse y seguir siendo querido y dos, puede caerse o tropezar y nosotros confiamos en que podrá levantarse y siendo más fuerte.
Así que, siguiendo la reflexión de Javier, respiremos hondo en esas situaciones que por nuestra experiencia vemos venir con antelación y dejemos que los que queremos también desarrollen la experiencia necesaria para seguir caminando en su proceso de crecimiento hacía su propia sabiduría.
Gracias Javier, gracias Julieta, por esos momentos de descanso en los cursos en los que no sólo alimentáis mi corazón sino también mi mente. Un abrazo.
Me parecen palabras enormemente sabia y su práctica, de una gran valentía.
¿Cuántas veces protegemos, sobreprotegemos, a las personas que queremos "por su bien"? Muchas me temo. Debemos reconocer que esa protección muchas veces coarta el mejor y más intenso aprendizaje que existe, el de la experiencia. Es realmente duro ver como una persona a la que quieres, especialmente si además es vulnerable como un hijo, se estrella pero... ¿Qué ocurrirá si evitamos la experiencia? Lo más probable es que la persona la vuelva a repetir, pero esta vez cuando nosotros no estemos delante para evaluar si debemos evitarlo.
En las situaciones en las que el peligro o el daño van a ser intensos es fácil tomar una decisión. Son aquellas situaciones en las que el peligro o el daño son moderados, aunque presentes, donde la decisión de no actuar se vuelve más difícil, ver el daño en quien queremos también nos lo provoca a nosotros, muchas veces incluso en un nivel más intenso del que sentiríamos en primera persona.
Dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir y luego estar ahí para, desde el Amor y la comprensión, ayudar a la persona que queremos a levantarse es sin duda lo más complicado. Sin un "te lo dije", sin un reproche, simplemente con nuestra presencia amorosa que otorgue la seguridad y cuidado al otro Ser. Es la mayoría de las veces ese cuidado posterior mucho más valioso que el "¡cuidado!" previo, ya que permite que nuestro hijo interiorice un aprendizaje que puede ser fundamental para su seguridad futura y a la vez obtenga el sostén (ante tú S.O.S. "ten" con la mano abierta) que le haga sentirse seguro y confiado en que, uno, tiene derecho a equivocarse y seguir siendo querido y dos, puede caerse o tropezar y nosotros confiamos en que podrá levantarse y siendo más fuerte.
Así que, siguiendo la reflexión de Javier, respiremos hondo en esas situaciones que por nuestra experiencia vemos venir con antelación y dejemos que los que queremos también desarrollen la experiencia necesaria para seguir caminando en su proceso de crecimiento hacía su propia sabiduría.
Gracias Javier, gracias Julieta, por esos momentos de descanso en los cursos en los que no sólo alimentáis mi corazón sino también mi mente. Un abrazo.
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