martes, 30 de julio de 2013

Los deseos básicos: Deseos de Delimitación


Con este post terminamos el grupo de los Deseos Primarios Exógenos, es decir, los que deben ser realizados a través de una persona de referencia, normalmente los padres. 

Ya dijimos en el post anterior que el hombre es un animal social, y por lo tanto es fundamental que sea capaz de integrarse y de adaptarse a este medio social que forma parte de su entorno. Y esta adaptación, como casi todo, empieza desde nuestro núcleo más central y primario, desde nuestra relación con nuestros cuidadores.

Los Deseos de Delimitación nos dan la oportunidad de aprender y respetar las normas, de aceptar el error y tolerar la frustración, y por supuesto de volverlo a intentar porque habrá más oportunidades.

Delimitar es marcar el camino, poner los límites que nos ayuden a no perdernos y a caminar seguros.

Hay tres deseos o necesidades en este grupo:

Deseo de ser limitado

Pese a que a los padres algunas veces no nos lo parezca, el niño va a agradecer que se le limite, ya que un niño sin límites está perdido. Somos los padres y cuidadores los que tendremos que enseñarle hasta dónde puede llegar, donde terminan sus derechos y empiezan los de los demás. Los limites dan seguridad, nos hacen sentir que estamos en un entorno controlado y que los peligros quedan fuera. Si hay un espacio sin limites no habrá control sobre él, por eso los niños muchas veces nos retan, necesitan saber hasta donde pueden llegar y por eso está bien que los niños pidan más, siempre y cuando papá y mamá manden, es decir, papá y mamá decidan donde están los limites.

Un niño que crece sin límites estará creándose una idea errónea de lo que es la vida, y cuando tenga que integrarse en el “mundo real” va a tener muchísimas dificultades para entender que no todo vale y para tolerar la frustración. Se sentirá rechazado por sus iguales e incluso podrá tener problemas con la justicia, ya que no ha aprendido que existen normas que hay que cumplir.


Deseo de autoridad desde el cariño.

Pero es importante aprender estos límites desde la imitación y el amor de nuestros padres, a pesar de que sean (y así debe ser) autoridad. Así que aquí hay dos componentes importantes que deben estar unidos, porque la falta de cualquiera de los dos será negativa para el correcto desarrollo del niño.

La relación madre/padre – hijo debe ser asimétrica. En una relación asimétrica las partes no están en el mismo nivel, sino que hay una que está por encima de la otra. Y en la relación con nuestros hijos son los padres los que deben estar por encima y, por lo tanto, ser autoridad. Y aunque parezca muy obvio, seguramente todos hemos oído frases como: “Yo soy amigo de mis hijos” (el mejor, incluso); o vemos padres que pretenden una relación de “colegas” con éstos, por supuesto desde la mejor intención, pensando seguramente que así van a estar más cerca de ellos. Pero con lo que hemos visto ya hasta ahora, es muy fácil entender que el niño va a encontrar la seguridad que necesita sólo en esa asimetría que le coloque en un escalón (o en varios) por debajo de sus padres. Al fin y al cabo esto le dará la seguridad de que sus padres son capaces de llegar donde no llega él, de resolver los problemas que él no puede resolver, de encontrar salidas ante los retos que a él le superan.

Por lo tanto autoridad sí, pero no de cualquier forma. La autoridad debe estar basada en el respeto, el cariño, y por supuesto en la admiración. Cuando esto es así, el aprendizaje se realiza de una manera más sencilla y desde la imitación.
Por el contrario, cuando esa autoridad se ejerce desde el miedo o desde la amenaza de abandono, el niño puede crecer con mucha inseguridad en si mismo. Una actitud dictatorial le hará sentir que no es válido y ya hemos visto la importancia de cumplir los deseos de apego. Ese miedo puede hacer que el niño se convierta en un adulto que rechace el amor, al fin y al cabo ha aprendido que los que más le quieren son los que más daño le hacen y ese mensaje hará que se defienda de cualquier persona que le quiera. Además, también puede engendrar internamente un deseo de revancha y rencor que acabará manifestando cuando él (o ella) tenga autoridad repitiendo los mismos abusos que recibió.


Deseo de una segunda oportunidad.
Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. De hecho, debemos equivocarnos y permitirnos el error porque es una de las bases fundamentales del aprendizaje.
Debemos permitir a nuestros hijos equivocarse, y para que se sienta seguro cuando eso ocurra, el niño tiene que sentir que hay más oportunidades, debe tener a alguien que le diga cómo hacerlo bien y que no le ponga una etiqueta de por vida por una equivocación. Cuando sucede esto último no hay admiración incondicional, porque la admiración está condicionada a no fallar y esto genera mucha angustia anticipatoria ya que si no hay segunda oportunidad nos lo jugamos todo a una carta. Por lo tanto, el niño crecerá viviendo cada momento como si se jugara la vida o el ser, no es de extrañar entonces que se generen muchos sentimientos de ansiedad y de peligro permanente.

Como veis, si tenemos en cuenta todos los deseos básicos que hemos visto y damos la posibilidad a nuestro hijos de poderlos realizar, les habremos facilitado muchísimo el camino que tendrán que andar después solos. Y aunque la vida les traerá momentos buenos y otros no tanto, serán capaces de afrontar estos últimos muchísimo mejor desde la seguridad, la independencia y la fortaleza que han adquirido, y así seguir avanzando. Creo que este es el mayor reto que tenemos como padres, pero el que nos va a dar también mayor satisfacción.

Mónica González Agüero
Psicóloga especialista en terapia infantil y adolescencia

martes, 23 de julio de 2013

Los deseos básicos: Deseos de Contención


Después de los Deseos de Apego de los que os hablamos en el post anterior, seguimos nuestro camino, y hoy nos detenemos en el segundo grupo de Deseos Básicos, los Deseos de Contención.

Si buscamos en el diccionario la definición de contención, encontramos esto: “Dicho de una cosa: llevar o encerrar dentro de sí otra”.  Y aunque aquí no vamos a hablar de cosas, sino de personas, esta definición puede ayudar a entender mejor lo que os queremos transmitir.

Creo que todos estaremos de acuerdo con Aristóteles, en cuanto a que el hombre es un animal social, pero es importante saber que esta socialización comienza desde el mismo momento en que empezamos la vida.  Ser alimentado con amor, es el arranque necesario para que el bebé se sienta seguro y protegido, y es esta primera contención la que hará posible el sentimiento de pertenencia a un grupo primario (la familia). Y a partir de ella y de la seguridad que ofrece al niño, se facilitará el crecimiento de esta socialización de la que hablamos.

Como ya hemos dejado entrever, los deseos que pertenecen a este grupo son:

- Deseo de pertenecer a una familia

La familia es el primero y más básico de los grupos que acoge al niño. Es fundamental que el niño sienta que pertenece a un clan en el que pueda representarse y donde se siente integrado y arropado.

El concepto de familia hoy ha cambiado mucho con respecto a la familia tradicional. Hoy tenemos familias formadas por matrimonios o uniones de hombre – mujer, mujer sola, hombre solo, parejas homosexuales…; y aunque el tipo de familia a la que pertenezca el niño va a influir de alguna manera en su psiquismo, el impacto siempre será mucho menor que el hecho de no tener la sensación de que forma parte de un clan.  Por lo tanto, lo importante es que el niño se sienta parte de la familia, importando menos el tipo de familia a la que pertenezca.

- Deseo de tener un lugar de convivencia

Es fundamental para el niño, aparte de saberse parte del grupo familiar, contar con un lugar físico de convivencia. La cueva, el refugio, el hogar…ese sitio de seguridad no sólo ante las inclemencias ambientales, también de otros muchos aspectos externos.

Todos los seres humanos, incluidos los pueblos nómadas, necesitan de ese lugar físico donde se ubica la familia, aunque en estos grupos el lugar vaya cambiando en las distintas épocas del año. Y es que como dice Roberto Aguado en su Manual de Terapia de Interacción Recíproca : “Todos tenemos la necesidad de un útero donde hacernos hasta nacer y una vivienda donde hacernos hasta morir”.  Las personas que no disponen de ese espacio de pertenecía, protección e intimidad se encuentran muchas veces desenraizados y desconectados de los que es conveniente para ellos y para los demás.

- Deseo de defensa y protección

El ser humano es el animal más desprotegido al nacer. A diferencia de otras especies que en meses, horas o incluso días pueden alcanzar la autonomía, el hombre depende durante mucho tiempo de alguien que cuide de él, y necesita sentir esa seguridad  y protección que le da ese primer grupo o clan al que pertenece.

El niño que se siente defendido y protegido será capaz de ir abriéndose paso por los distintos retos que irá encontrando en la vida, porque ante la inseguridad normal de la infancia y de la adolescencia ante situaciones nuevas o complicadas, podrá coger la seguridad que le falta de la que sí encuentra en sus protectores y que cada vez irá haciendo más suya.

Por el contrario, no poder satisfacer esta necesidad o deseo básico tendrá unas consecuencias nefastas para la salud mental del individuo, que vivirá en un mundo de miedos y dependencia.


La contención, por lo tanto, es posible cuando nos sentimos seguros. Y hemos visto que esa seguridad nos la da el saber que pertenecemos a una familia que además nos protege, y que tiene un lugar físico donde refugiarse.  Sin este grupo de deseos realizados la persona vivirá en un estado de peligro vital, que le hará saltarse los límites y que hará imposible su equilibrio psicológico y emocional.

Mónica González Agüero
Psicóloga, especialista en infancia y adolescencia

sábado, 6 de julio de 2013

Los deseos básicos: Deseos de Apego

Hay tres grupos de deseos básicos que el niño debería poder realizar para poder crecer seguros de si mismos y sin conflictos emocionales importantes. Estos tres grupos son: los deseos de apego, los deseos de contención y los deseos de delimitación. En este post vamos a profundizar en el primero de ellos, el grupo de los Deseos de Apego.
Desde que empieza una nueva vida en el vientre materno y hasta que el bebé nace, aproximadamente a los nueve meses, madre e hijo forman parte de un mismo ser. El hijo es una parte de su madre (está de hecho dentro de ella), y no sólo recibe de ella los nutrientes que necesita para ir creciendo a través de la placenta, sino que además recibe de su madre otras sustancias (el cortisol que segrega el cerebro ante estados de ansiedad o estrés, por ejemplo) que pueden afectar a su futuro desarrollo. Por lo tanto es evidente la dependencia absoluta que tiene el feto de su madre y la importancia que tiene el estado de la madre (tanto físico como emocional) a la hora de proporcionar bienestar en el bebé en desarrollo.
Pero ¿qué pasa después del nacimiento? A pesar de la separación física que se produce cuando se corta el cordón umbilical, el bebé sigue siendo un ser absolutamente vulnerable que necesita el cuidado y protección de sus personas referenciales básicas, que como decíamos en el post anterior, normalmente son los padres. ¿Y qué es lo que le garantiza al cerebro emocional del bebé que le proporcionarán todo lo que necesita? Pues una de las necesidades más importantes que tiene un bebé, el Amor incondicional de sus padres. 
Hay una serie de características que se observan en el vínculo del bebé con sus personas referenciales básicas: la intensidad del contacto físico, la forma de sostener al niño, la capacidad para adaptarse a sus ritmos y necesidades, la eficacia de las técnicas de apaciguamiento o la frecuencia e intensidad de la expresión de sentimientos positivos hacia él. Todo esto que forma parte de un lenguaje casi mágico entre madre y bebé y supone las bases de un apego sano y seguro, que es lo que garantiza al bebé que le quieren. Y si le quieren le cuidan y por lo tanto está garantizada su supervivencia.
Este primer vínculo es fundamental ya que a partir de él se irán desarrollando todos los demás. Y es que el niño empieza a ver el mundo a través de los ojos de su madre, y se empezará a hacer una idea de lo que es la vida muy influenciada por lo que le vayan transmitiendo sus primeras personas de referencia. 
En todo este proceso los tres deseos de apego tienen una importancia fundamental. Cada uno de ellos aporta algo diferente y su carencia generará identidades conflictivas independientes:

Deseo de Admiración Incondicional
El bebé y después el niño necesita no sólo que le vean, necesita que le miren, que le admiren sin condiciones, pues sólo así será capaz de admirarse después él mismo.
Una admiración condicionada es la que depende de algún aspecto, como puede ser el estado emocional de la madre (o padre), determinadas circunstancias o ciertos comportamientos que se exigen al niño. El mensaje que se le da es: “sólo te admiro si…” y ese mensaje convertirá al niño o al futuro adulto en un esclavo de eso que se le exigió para ser admirado.
Así que si este deseo no se ha podido realizar, la persona queda condicionada en su manera de vivir a través de determinadas conductas y pensamientos. Es como si quedase siempre una huella (memoria emocional) que puede dar como resultado un adulto con un autoconcepto negativo, problemas para comprometerse o emociones negativas y defensivas hacia los demás.

Deseo de Identificación como Ser Único
Cada ser humano es único. Cuando somos capaces de transmitir esto a nuestros hijos le ayudamos a sentirse importante y a desarrollar una identidad propia. 
La identificación del niño como ser único es lo que le va a garantizar que va a ser cuidado en base a unas necesidades particulares, sólo suyas. El haber realizado este deseo cobra un papel fundamental en la adolescencia, en la que el niño se convierte en una persona independiente y diferente a sus padres, elemento clave para la salud mental del sujeto.
Las personas que no han podido realizar este deseo, muy probablemente van a tener problemas para separarse, ya que necesitarán de los demás para sentirse seguros.

Deseo de Valoración
Es el último de los deseos apego, aunque no menos importante. 
El niño necesita ser valorado, reforzado, premiado. El valorar una conducta positiva a nuestro hijo no sólo hará que esta conducta se realice más veces, sino que además será una guía para su desarrollo y aprenderá a través de los ojos de sus referentes a valorarse después él mismo.
Cuando no se produce esta valoración por parte de los padres o personas referenciales básicas puede ocurrir que la persona crezca con una inseguridad sobre sus capacidades,  necesite compensar su carencia con una búsqueda constante de valoración externa o, incluso, desarrolle una incapacidad para aceptar la valoración de los demás.

A modo de resumen, que el niño sea admirado por lo que es no por lo que hace, que sea tratado como una persona única y se le valoren sus esfuerzos y sus logros, será fundamental para que el futuro adulto crezca con la seguridad en si mismo que le permita desarrollar los recursos personales para afrontar los retos de la vida con garantías y éxito. Su carencia puede producir diversas inseguridades que limitarán la libertad y la capacidad del niño, y del futuro adulto, para conseguir éxito en aquello que se proponga.
En el próximo post trataremos el siguiente grupo de deseos básicos, los deseos de contención. 

Mónica González Agüero
Psicóloga