jueves, 21 de abril de 2011

Semana Santa: Muerte y resurrección


Iniciamos hoy los días festivos de Semana Santa, unas fechas muy especiales para los católicos que tienen un significado profundo que os invitamos a compartir. El jueves santo es el día en que Jesucristo murió, pero no en una muerte cualquiera sino en una muerte de sentido profundo, una muerte llena de sentido. Una muerte necesaria para el cambio, una muerte previa a una resurrección.

Y ese es el ejercicio que os invitamos a hacer, dejar morir hoy aquello que os sobra, aquello que no es vuestro Ser, soltar el lastre que dificulta la evolución y la libertad de la persona. Porque sólo si soltamos antes podremos llenarnos más tarde, sólo si hacemos espacio podremos incorporar cosas nuevas a nuestra vida. Dejar morir todas las quejas, las culpas, las cosas de las que nos avergonzamos, hacer una reflexión profunda y sincera de aquello que nos hace sentirnos mal, porque, como hemos dicho en otras ocasiones, aquello que nos hace sentirnos mal no puede ser nuestra verdadera esencia. Abramos un espacio desde hoy hasta el domingo para la llegada de nuestra resurrección, para poder albergar dentro aquello que si es nuestra esencia, que nos hace sentirnos plenos, satisfechos y llenos, más allá de las cosas que ocurran fuera.

Morir es difícil, nuestro ego está muy apegado a esa identidad que muchas veces defendemos a capa y espada, sigue la regla de que es mejor ser algo malo que no ser, mucho de lo que creemos ser está basado en el miedo, en una huida permanente del vacío. Pero nosotros ya sabemos que el vacío, el silencio, es el camino más rápido para llegar a nuestro verdadero ser. Quizá las cosas no sean casualidad y desde que percibimos la muerte en el anterior post hasta que podemos decidirnos a morir ha tenido que pasar un tiempo, de reflexión, de silencio, en el que encontrar la fuerza para despedirnos de aquellas cosas que como fardos pesados vamos arrastrando y hacen un sufri-miento de cada uno de nuestros pasos por esta vida que debería ser hermosa. Un gran amigo me comentaba ayer la similitud de los seres humanos con virus que van destruyendo el ser que les sustenta, en nuestro caso la naturaleza. Y la propuesta es dejar de destruir aquello que nos alimenta y empezar a encontrar la sintonía que nos permita expandernos hasta nuevos estados de consciencia en armonía con ella.

Morir hoy para resucitar en tres días. Si, porque creo que son al menos necesarios tres días para poder deshacernos de todas esas más-caras que llevamos puestas, de aquellas cosas que nos confieren una identidad con la que no nos sentimos identificados, tres días para estar en el silencio, en la tranquila incertidumbre llena de confianza en que el espacio abierto será cubierto ineludiblemente por aquello que verdaderamente somos y que durante tanto tiempo ha estado esperando a poder tener su hueco para poder llenarnos de vida y poder pintar una sonrisa en nuestra cara.

Vemos cada semana en consulta como las personas hacen este proceso, vienen sin energía, cansados de cargar con esas personalidades limitantes y llenas de miedos y tras pasar por su peculiar calvario de enfrentamiento con los miedos, renacen llenas de vida y energía. Un proceso de belleza inigualable que nos hace sentirnos llenos tan sólo por poder ser testigos directos del proceso. Pues bien, hoy es un día perfecto para hacerlo en nosotros mismos. Por eso, hoy, me dejo morir sabiendo que renaceré nuevo, libre y lleno de la esencia divina que reside en todos y cada uno de nosotros. Hoy me uno a los cientos de miles de católicos en su celebración, no de la muerte, sino de la Vida. Hoy me dejo entrar en el capullo con la certeza de que el proceso de la vida me dará la bienvenida como mariposa.

Tres días, o los que hagan falta, para reflexionar quién soy yo realmente, cuales son mis valores, que es lo que quiero desarrollar, como deseo que sea mi vida, cual es mi misión personal y cómo quiero llevarla a cabo. A veces nos encontramos que la respuesta a ese ¿quién soy? es de difícil cumplimiento, pero difícil o fácil es lo único que nos hará sentirnos realmente bien así que... ¿qué importa si es difícil? Supongo que las misiones más difíciles le son confiadas a las personas con más recursos ¿no? pues no escapemos a aquello para lo que hemos nacido, cumplamos nuestra misión para cerrar el círculo del karma y poder trascender y desarrollar nuestro camino.
Observemos aquello que admiramos, porque eso que admiramos fuera es un reconocimiento de lo que llevamos dentro, aunque quizá todavía no lo hayamos realizado, por eso puede ser de ayuda fijarnos modelos, personas que admiremos por lo que son, por lo que hacen, porque aquello que admiramos somos nosotros.

Y una vez hecho, una vez decidido lo que deseamos Ser, lo que somos, tomemos el compromiso con nosotros mismos de hacer lo necesario para realizarlo, dejemos que nuestros sueños se hagan realidad, honremonos y seamos fieles a nosotros mismos cumpliendo esos preceptos que nos hagan mirarnos al espejo y sentir verdadera pasión y orgullo por nosotros mismos.